Historia de un mito: El retorno de los gatos
Los gatos llevan 9.000 años haciendo compañía al ser humano. Salimos de las cuevas, y ya estaban ahí con nosotros. Desde entonces, los gatos han sido inmortalizados en numerosas obras de arte: pintados en frescos, esculpidos en piedra, tallados en madera, fundidos en plata y recubiertos de oro, y alabados con palabras en la literatura.
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Los felinos han sido históricamente momificados, petrificados, y en épocas modernas, metamorfoseados en fotogramas de películas, prensa y literatura popular. Los gatos se han transformado incluso en juguetes de peluche y se han paseado por el mundo maullando su magnificencia. Nuestro amor por todo lo felino parece haber crecido con el paso de los siglos, hasta tal punto que hemos dado a los gatos muchísimos nombres: miso, micho, minino, gatito, micifuz, por citar solo unos cuantos.
Cabeza de gato fundida en bronce y adornada con ornamentos de oro, 30 a. C. – III d. C. (Museo de Brooklyn/Public Domain)
Cabe preguntarse, ¿por qué los gatos están tan presentes en nuestras manifestaciones culturales? Después de todo, estamos hablando de un animal pequeño y discreto con cuatro patas y una cola escuálida. Una pequeña mascota que se subió al Arca de Noé a la sombra del majestuoso león… pero esa es otra historia.
Mitología felina de todo el mundo
Básicamente, no parece verosímil que tantos mitos quepan en un animal tan modesto. Pero esa es la auténtica verdad del pequeño gato doméstico. Su mitología ha aumentado su tamaño natural hastra proporciones descomunales. Descubramos por qué.
En Egipto, hace unos 5.000 años, el gato era considerado una criatura de la dualidad. Con su cabeza de león y ojos de luna, ya constituía en si mismo una deidad dual, un animal cuyo aspecto se correspondía con los ciclos lunares de orden y caos, armonía y discordia. Había aquí un elegante animal cuyos ojos eran una luna en miniatura, y cuyo sentido del equilibrio era supremo y divino.
‘Exequias de un gato egipcio’, óleo de John R. Weguelin, 1886. (Public Domain)
Los mitos de los iroqueses norteamericanos nos hablan de la Anciana de la Luna y su compañero Lince. Mientras ella teje una correa para la cabeza, símbolo de la forma de la luna, Lince permanece pacientemente sentado junto a ella. Entonces, ella se levanta para remover el caldero que tiene al fuego con un guiso de maíz molido, y Lince se abalanza sobre la correa para la cabeza que teje la Anciana de la Luna, desbaratándola. De este modo, cuenta la tradición que el gato ‘deshace’ la luna, obligándola a pasar de llena a famélica todos los meses. El ciclo lunar y el de la mujer aparecen estrechamente vinculados en este mito.
El lince es un animal muy importante en los mitos nativos americanos, así como en el folklore de los colonos europeos. (CC BY 2.0)
En la cosmología sudamericana de los incas existe una tierra interior denominada Casa de la Luna. En su interior vive un gran puma. Los antiguos pueblos de los Andes veían a esta criatura como una entidad solar que mordisqueaba la luna, provocando que pasara de llena a menguante todos los meses. Es interesante que la palabra quechua ‘puma’ proceda originalmente de la cultura inca. La palabra guarani para puma es Yagua Pytá. Algunas tribus amerindias creen que este gran felino se sienta sobre la cima de los cielos. ¿Es éste el mismo Leo que podemos ver en las noches claras de invierno?
Los indios americanos reverenciaban a este gran gato de los bosques llamándole “Hermano de Pie Suave.” Como tal, se le homenajeaba en las obras de arte, artesanía de abalorios, tejidos y canciones. Los cazadores de la tribu veían en este sigiloso gato a un astuto rastreador, un inteligente buscador de presas.
En la cultura europea los gatos eran también importantes en las antiguas tradiciones de las sociedades tribales que rendían culto a la Tierra. Mucho antes de la aparición de la Inquisición española en el siglo XIV, el culto a los gatos floreció en Francia, Alemania y las islas británicas. Mil años después de la muerte de Cleopatra, las mujeres del Rhin se reunían en bosques secretos y rogaban a los gatos que les concedieran fertilidad, amor y suerte.
En Escandinavia y Alemania, la diosa de los gatos era Freyja, de quien procede la palabra inglesa Friday, viernes. Una cuadrilla de gatos bigotudos tiraba del carro de Freyja recorriendo los cielos. Al difundir la diosa Freyja el evangelio del amor en Italia y Francia, y cuando el crepúsculo finalmente se abatió sobre los antiguos dioses, Freya asistió al funeral de Balder, el dios gato de la juventud. Tras los ritos funerarios, Freyja llevó a Balder al Valhalla.
Freyja en su carro tirado por gatos. (CC BY NC 2.0)
En Escocia los gatos siempre han sido sagrados. Fergus, el primer rey de Escocia, tenía sangre egipcia. La leyenda asegura que su familia llevó gatos egipcios hasta las Highlands escocesas. Scota, la antepasada egipcia de Fergus que llevó los gatos a Escocia, fue quien dio nombre al país. Por otra parte, en el escudo y el lema de varios clanes escoceses aún a día de hoy aparece un gato. En Escocia, el gato era considerado tanto un animal como un guerrero. Algunos antiguos escoceses entraban en batalla llevando máscaras de gatos y luciendo los escudos del Clan Cattan (en el que aparece un gato). Incluso el agudo sonido de la gaita, según la leyenda, está basado en los maullidos que emiten los gatos cuando se enzarzan en una pelea.
Cuando los romanos llegaron por primera vez a lo que hoy es Holanda, encontraron allí una tribu de “Hombres-gato” que habitaba en la desembocadura del Rhin. Su ciudad aparece como Cat Vicense en los antiguos mapas, y aún hoy en día se sigue llamando Katwijk, “ciudad de los gatos”.
La calma de los gatos apacigua las tempestades
En diversas regiones del mundo, desde Gran Bretaña hasta las islas del Pacífico, en épocas antiguas y modernas, se ha creído que los gatos eran capaces de influir en el tiempo meteorológico. En el siglo XIX, las compañías de seguros marítimos no aseguraban ningún cargamento a aquellos barcos que no alojaban a un gato permanentemente.
Cabeza de un gato en un relieve románico de Sigolshein, Francia. (CC BY 2.0)
En la Inglaterra del siglo XVII, los marineros más supersticiosos metían a un gato carey (con pelaje de tres colores diferentes) en una olla o vasija de hierro durante las tormentas. El gato se quedaba ahí encerrado hasta que los truenos cesaban. Son frecuentes los relatos en los que el gato del barco salva a la tripulación, una leyenda realmente antigua. El vocabulario de todo el mundo está plagado de alusiones a las propiedades mágicas de los gatos en el mar.
Recordemos por ejemplo el catamarán (denominado familiarmente en inglés “cat”, gato), una embarcación capaz de mantener la estabilidad en un mar tempestuoso y cuya forma de navegar está basada en la habilidad felina de caer de pie. En italiano, la expresión gatta marina hace alusión a una nave que se mantiene estable a pesar del fuerte oleaje. Existe incluso un aparejo denominado aparejo de gata utilizado para levar el ancla desde la superficie del agua hasta la serviola.
Imagen de portada: Derecha: Decoración del sarcófago del gato del príncipe Tutmosis (CC BY 2.0). Izquierda: gatos de Bou Inania (Marruecos). (CC BY-NC 2.0)
Artículo actualizado el 28 de Septiembre 2022.
Autor Gerald Hausman
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