Las Características de la Ciudad Andalusí
La zona conocida como Al-Ándalus hace referencia al territorio musulmán establecido en la Península Ibérica entre los años 711 y 1492. En esta etapa encontramos construcciones urbanas avanzadas que comparten unas características comunes. Primeramente cabe destacar que las edificaciones no son reguladas, no existe una legislación determinada, es decir la iniciativa privada se impondrá con el paso del tiempo, lo cual provocará una libertad total para construir. En la ciudad andalusí la calle no es un área de paso, sino el espacio que queda libre cuando se construyen las casas. El crecimiento urbano es continuado, las nuevas y viejas ciudades se expanden, por ejemplo Córdoba será la más grande con unos 100.000 habitantes aproximadamente. Otras ciudades importantes a destacar son Sevilla, Toledo, Almería, Granada, Palma de Mallorca, Zaragoza, Málaga o Valencia. Entre el siglo X y XI se produce un aumento enorme de las ciudades hispano-visigodas y la base romana prácticamente desaparece. Los núcleos urbanos andalusíes se desarrollan siguiendo el mismo patrón que el resto de ciudades islámicas. Crecen sobre todo por la emigración, no por reproducción interna.
Entre sus características más destacadas encontramos una posición central de la mezquita y los mercados, una localización excéntrica de la fortaleza, que siempre está en el punto más elevado de la ciudad, y una sucesiva fragmentación de los barrios con una rígida distinción entre espacio público y privado.
Alcazaba de Almería (Wikimedia Commons)
La muralla separa la medina del campo y se crea una zona de huertas con una intensísima explotación agraria y zonas de regadío. Aquí se producen los alimentos y las materias primas para abastecer a la ciudad y también se encuentran las almunias, nombre con el que se conoce a las segundas residencias de la clase alta urbana. También hay espacios extramuros adosados a la muralla, como el Al-Musalla, diversos espacios sagrados multidisciplinares. En oposición se encuentra el Al-Musarà, un espacio laico para realizar fiestas, carreras de caballos o desfiles. Las apuestas también estuvieron presentes en la cultura andalusí, al igual que los casinos en la actualidad lea más sobre este casino. Los habitantes ya intentaban adivinar qué caballo resultaría victorioso en estas carreras. No hemos de olvidar que la cultura relacionada con este universo ya se encontraba en la Antigua Roma y no ha de sorprendernos que con el paso del tiempo todas las civilizaciones adyacentes del mundo occidental se aficionasen a ella.
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El cementerio se encuentra junto a una de las puertas, pero siempre fuera de la ciudad. De aquí salen los caminos hacia otras ciudades, que reciben el nombre de la urbe a la que se dirigen. En la parte más alta encontramos la Al-Qasaba (ciudadela), un espacio reservado para impartir justicia. Alrededor están los edificios administrativos y otras construcciones, lo que convierte esta zona en una pequeña ciudad alternativa. Al crecer la urbe se crean los arrabales, pequeños apéndices que a veces se amurallan, recibiendo el nombre de la composición social que lo habita. Las medinas y los arrabales están constituidos por barrios llamados Harat, de tamaño variable, unidades de tejido urbano en donde cada profesión y cada clan vive agrupado. Cada Harat es una unidad autosuficiente con una estructura de servicios básicos. Los elementos de unión son la muralla y la mezquita mayor o aljama. Esta última está situada en el centro de la ciudad y conforma un área sagrada, cabe destacar que también es la sede de la enseñanza superior.
‘La rendición de Granada’ (1882), óleo sobre lienzo de Francisco Pradilla (Dominio público)
En la madraza se estudia el derecho árabe y es donde se encuentran las bibliotecas. Cerca encontramos los baños públicos y los hospitales. Las mercancías de lujo se venderían en un edificio aparte, conocido como la Al-Qaysariyya.
El mundo andalusí es un espacio económico enorme, con una gran movilidad de personas, mercancías y capitales. Hay distintas áreas, cada una con una personalidad económica característica, aunque siempre interrelacionadas. El Al-Andalus será el espacio de conexión entre oriente y occidente, esta unidad es posible por la creación de una tupida red de ciudades que se convierten en grandes centros de consumo. Es una economía mundial, con nexos comunes, desarrollando un comercio de abastecimiento que permite una especialización regional a nivel agrario y manufacturero. Esto crea una interdependencia regional.
Si analizamos los mercados encontramos dos tipos bien diferenciados: los rurales y los urbanos que a su vez se dividen en extramuros (no especializados) e intramuros (totalmente especializados). Los rurales surgen en áreas con colonización agraria muy densa y altamente rica en agua. En estas nos encontramos con un contingente que no es lo suficientemente elevado para formar una ciudad. Estos tienen una periodicidad semanal y su área de influencia abarca una distancia que describe el tiempo que necesita un campesino para ir y volver en un día. Los mercados se convierten en la plataforma básica de intercambio entre agricultores y ganaderos sin intermediarios, ya que los productores y consumidores son bastante humildes y precisan de productos básicos, provocando que la oferta y la demanda sean rígidas. El mercado tiene una segunda función, actúa como centro que canaliza la salida de productos de muy buena calidad hacia territorios adyacentes. Con todo, se varían los precios porque el mercader lleva a esos espacios comerciales productos urbanos demandados (tejidos, cerámicas, útiles de hierro, etc.) con un precio variable y negociable. Encontramos pocas referencias en la documentación y la red urbana en Al-Ándalus es muy densa, por lo que casi todas las zonas rurales forman parte del área de influencia urbana.
Mercado árabe en la Mezquita de Qalawun, El Cairo (1907). Óleo de Alberto Rossi (Flickr)
En este contexto también encontramos las Ferias, reuniones muy importantes organizadas que duran semanas, con una periodicidad anual. Estos acontecimientos tienen mercaderes procedentes de zonas lejanas, no hay productores locales. Es un comercio de larga distancia pero no es lo suficientemente importante como para establecer uno de manera perenne, optando por la intermitencia.
En Al-Ándalus existe un desarrollo vital de la zona urbana que da pie a ciudades muy grandes con un enorme nivel de consumo, consecuentemente, uno de los comercios más importantes es el que guarda relación con el abastecimiento de la urbe. Este va correr a cargo de las rentas rurales de la aristocracia árabe que vive en la ciudad; con propiedades fuera de la urbe como por ejemplo almunias o grandes latifundios. Los productos de estas tierras son llevados a la ciudad para venderlos con posterioridad. Otra parte del abastecimiento la personifican los mercaderes profesionales que compran en los mercados rurales; dado que tienen prohibido comprar productos en el área circundante a la ciudad. Además, nos encontramos con una afluencia espontánea de campesinos que viven a un día de distancia del núcleo urbano.
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En la ciudad andalusí encontramos construcciones extramuros, zonas habilitadas al lado de las puertas donde los campesinos acuden en el rol de vendedores. Los ciudadanos compran artículos para el consumo propio, impidiendo la acumulación y la especulación interna. Este zoco está controlado por el Sahib-al-Suq, un funcionario que vigila el funcionamiento del mercado y la calidad de los productos, así como los precios, imponiendo un mínimo o un máximo variable. La moneda sale de la ciudad hacia el campo, por lo que se crean mecanismos monetarios, como los impuestos, intereses de créditos y la subida de precios manufacturados del interior que eviten la salida del oro.
Mezquita de Córdoba (Timor Espallargas - CC-BY-SA-2.5)
El comercio interurbano despega a partir del siglo IX y en todo Al-Ándalus circulan mercancías de dos tipos: por un lado, productos alimentarios y materias primas; y por otro, artículos manufacturados producidos en cualquier lugar.
Los tres centros más importantes son: Sevilla, Málaga y Córdoba. Entre ellos se crean conexiones terrestres usando los dos ríos navegables (Ebro y Guadalquivir). Lo primero que se hace es reciclar las vías romanas, pero son insuficientes. De esta manera se crean rutas nuevas, prácticamente todas ellas encuentran su inicio en Córdoba y por ellas se circula principalmente con mulas. El comercio exterior está monopolizado por mercaderes profesionales itinerantes llamados tuyyar caracterizados por una gran especialización económica, constituyendo un grupo marginal de gran influencia. Este colectivo controla una parte muy importante del comercio exterior andalusí y se convierte en un grupo altamente respetado. Nunca venden a los consumidores, sino a mercaderes menores. Este tipo de comercio está vinculado a una flota construida con gente del Índico, buenos conocedores de los astilleros locales.
La ciudad de Toledo en la actualidad (Wikimedia Commons)
En Al-Ándalus solo encontramos barcos pesqueros, y los habitantes de las comunidades andalusíes optan por no construir una gran flota en el inicio de su período expansivo por falta de conocimiento del Mediterráneo. A mediados del siglo IX aparece el interés por el mar a causa de la aparición de los vikingos, colectivo que se convierte en un elemento de desorden en el territorio andalusí a causa de sus nocivas incursiones. Estos ataques nórdicos están documentados entre mediados del siglo IX y el X y nos muestran la vulnerabilidad de las costas. Como acto preventivo se construyen atarazanas en puertos clave, como por ejemplo cerca del Tajo, en Almería, Denia, Valencia o Tortosa. El problema existente es que hay poca madera utilizable y esta se localiza en zona enemiga. Además, no hay corrientes fluviales que puedan ayudar a transportarla con comodidad.
Como vemos, las ciudades andalusíes y su economía inherente nos muestran una diversificación plena. Un funcionamiento interno que no difiere en exceso de las ciudades propias de otras civilizaciones occidentales y sus características más destacables.
Imagen de portada: ‘La Corte de Abderramán’, óleo de Dionís Baixeras pintado en 1885 y ambientado en la Mezquita de Córdoba (Wikimedia Commons)
Autor: Joan de Buen
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