Felipe II prohibió el árabe para intentar borrar la herencia árabe en España
El reinado de Felipe II de España es una época crucial marcada por el fervor religioso. En 1566, Felipe II emitió un decreto que resonó en toda la Península Ibérica. Este edicto no sólo prohibió el uso del idioma árabe, tanto escrito como hablado, sino que también ordenó que las puertas de las casas permanecieran abiertas los viernes para garantizar que no se llevaran a cabo oraciones musulmanas del viernes.
Las nuevas regulaciones incluían prohibiciones de nombres moriscos, vestimenta castellana obligatoria y coberturas faciales prohibidas para las mujeres. A los musulmanes se les prohibió usar los baños árabes, esenciales para la purificación ritual y la cohesión comunitaria, lo que refleja el intento de Felipe II de afirmar la supremacía cristiana y borrar la herencia árabe después de casi 800 años de dominio islámico en España.
La supresión de la herencia morisca después de la Reconquista
Anunciada el 1 de enero de 1567, la llamada Pragmática Antimorisca siguió a la finalización de la Reconquista en 1492, que supuso la expulsión de los moros musulmanes de España. El objetivo era consolidar la autoridad de la corona española, imponer el uso de la lengua castellana y establecer una identidad cristiana homogénea.
En el siglo XVI, el árabe se hablaba principalmente en las regiones de España bajo dominio árabe donde había florecido la cultura islámica, como Andalucía, Valencia y partes del sur de España. El uso del árabe, entrelazado con la cultura morisca, planteó un desafío a la visión de Felipe sobre la uniformidad religiosa. Al prohibir la lengua, pretendía cortar la conexión entre los moriscos (musulmanes convertidos al cristianismo) y sus raíces ancestrales, facilitando su asimilación a la sociedad española.
La expulsión de los moriscos en 1609, retratada por Gabriel Puig Roda. (Códice/CC BY-SA 4.0)
Impacto e implicaciones modernas del decreto antimorisco de Felipe II
El decreto tuvo profundas implicaciones para la población musulmana de España, despojándola de su herencia lingüística y cultural. El requisito de que las puertas permanecieran abiertas los viernes fue una intrusión flagrante en su privacidad, destinada a controlar sus prácticas religiosas.
“¿Cómo se puede privar a una persona de su propia lengua, con la que nació y se crió? En Egipto, Siria, Malta y otros lugares hay personas como nosotros que hablan, leen y escriben en árabe, y son cristianos como nosotros”, escribió Francisco Núñez Muley, un destacado líder morisco radicado en Granada.
En respuesta al decreto de Felipe II, los moriscos instigaron la rebelión de las Alpujarras, que finalmente fracasó, entre 1568 y 1571 en la escarpada región de la Alpujarra de Granada. Después de su represión, unos 80.000 moriscos fueron expulsados de Granada para ser dispersados por España o vendidos como esclavos, a menos que lograran escapar al norte de África.
Como parte de un programa de reasentamiento, fueron reemplazados por cristianos que carecían de la experiencia agrícola tradicional necesaria para cultivar el terreno accidentado. La alguna vez fértil y próspera región nunca se recuperó por completo.
A pesar de los esfuerzos de Felipe II por realizar una limpieza étnica, el legado de la influencia morisca persiste en España hasta el día de hoy. Si bien es posible que el idioma árabe haya sido suprimido durante su reinado, los restos culturales y arquitectónicos del dominio árabe perduran como recordatorios del pasado multicultural de España.
Imagen de portada: Felipe II prohibió el árabe en un intento de anular la herencia árabe. Detalle del techo del Salón de los Reyes de la Alhambra de Granada. Fuente: Rumomo / CC BY-SA 4.0
Autor Cecilia Bogaard
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J.R.PENELA