Las enfermedades de transmisión sexual impulsaron la monogamia
La monogamia, en el mundo animal, se refiere a la relación de la pareja que mantiene un vínculo sexual exclusivo durante el período de reproducción y crianza de su prole. En lo que respecta a los humanos, constituye un modelo de relaciones afectivo-sexuales basado en un ideal de exclusividad por un periodo de tiempo que podría durar toda la vida, entre dos personas unidas por un vínculo sentimental.
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La monogamia humana, socialmente impuesta, tal y como explica perfectamente la Agencia SINC, implica todo un rompecabezas evolutivo, por los esfuerzos y sacrificios que requiere para aquellos que la asumen. Los científicos siempre habían creído que la tan discutida monogamia se había instaurado a partir de la aparición de la agricultura y de la creación de las sociedades humanas. Sin embargo, un nuevo estudio viene a explicar que las enfermedades de transmisión sexual (ETS) guardaron un papel importantísimo en su establecimiento como modelo ideal de convivencia.
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Según un estudio recientemente publicado en la revista Nature, la aparición de múltiples enfermedades de transmisión sexual, junto con el nacimiento de la agricultura, obligaron a los hombres y mujeres prehistóricos a comenzar a desarrollarse creando sociedades formadas por núcleos mayores. Esta nueva forma de vida, junto a las propias presiones internas del mismo núcleo poblacional, motivaron la instauración de las primeras normas sociales, provocando el cambio de la poligamia hacia la monogamia.
Los machos orangutanes no son monógamos, y compiten por aparearse con diferentes hembras. En la imagen, pareja de orangutanes de Sumatra (Pongo abelii) con su hijo. (Jeffery J. Nichols/CC BY-SA 3.0)
“En las sociedades más pequeñas, las infecciones de transmisión sexual no pueden persistir a largo plazo, desaparecen debido a sucesos aleatorios, que son también más comunes en grupos pequeños. Por lo tanto, la poligamia no está en desventaja debido a que las infecciones no persisten. En las poblaciones más grandes, las infecciones son capaces de persistir y esto es lo que hace que la poliginia sea menos ventajosa que la monogamia, ya que el nivel promedio de infección es mayor en los grupos poligínicos que en los grupos monógamas”, ha explicado a la Agencia SINC Chris Bauch, líder de dicho estudio y científico perteneciente a la Universidad de Waterloo de Canadá.
Los investigadores utilizaron un modelo basado en diversos agentes para simular cómo afectaban las enfermedades de transmisión sexual a dichas sociedades primitivas:
“Esto significa esencialmente que simulamos una población real de cazadores-recolectores y agricultores que actuaban de acuerdo a ciertas reglas, y vimos cómo se extendería una infección entre los individuos de acuerdo a dichas reglas. Es un poco como un juego de ordenador”, continúa explicando Crhis Bauch.
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Resulta conveniente, llegados a este punto, recordar que en los primeros grupos humanos formados por cazadores-recolectores, lo normal era que unos pocos machos monopolizasen el apareamiento con múltiples hembras para, de este modo, aumentar su número de descendientes. En aquellas pequeñas e incipientes sociedades, que solían estar formadas por un máximo de 30 individuos adultos, los brotes de infecciones de transmisión sexual eran de corta duración y no solían causar grandes efectos entre sus miembros. Sin embargo, en núcleos sociales más numerosos, este tipo de enfermedades se convertían en endémicas, lo que sí habría ejercido un gran impacto sobre su fertilidad y supervivencia.
Los investigadores simularon un modelo de una población real de cazadores-recolectores y agricultores que actuaban de acuerdo a ciertas reglas. En la imagen, un San de Namibia. Menos de 10.000 San viven actualmente de la caza y la recolección. (Ian Beatty/CC BY-SA 2.0)
“No tenemos muchos datos sobre la prevalencia de las enfermedades de transmisión sexual en poblaciones prehistóricas, aunque hay ejemplos de brotes de enfermedades de transmisión sexual de grupos aislados de cazadores-recolectores de la actualidad. Podemos utilizar estos datos de las poblaciones modernas para probar el modelo, ese sería un trabajo futuro en esta área de investigación”, apostilla finalmente Bauch.
Imagen de portada: Detalle de una miniatura persa de Reza Abbasi en la que se puede observar a una pareja de amantes (1629-1630). Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, Estados Unidos. (Public Domain)
Autor: Mariló T. A.
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