El Misterio del Hombre de Kennewick finalmente Resuelto – su ADN es Nativo Americano
Hace ya casi dos décadas, dos jóvenes se toparon con un cráneo humano en el río Columbian, en Kennewick, estado de Washington. El descubrimiento acabó siendo uno de los mayores hallazgos arqueológicos de toda una generación y ha provocado una tormentosa polémica desde entonces – sus singulares características llevaron a muchos a conjeturar todo tipo de teorías sobre su identidad, desde Nativo Americano a Polinesio, Europeo o incluso Ainu del Japón. Sin embargo, un reciente análisis de ADN ha acabado resolviendo el misterio.
Siguiendo al descubrimiento del cráneo de Kennewick, los arqueólogos consiguieron recuperar otros 350 huesos y fragmentos, y dataron los restos en algún momento entre hace 8.000 y hace 9.500 años. Se determinó que pertenecían a un varón de mediana edad cercano a la madurez, alto y de complexión delgada. El hombre de Kennewick, como se le acabó conociendo, es uno de los más antiguos y completos esqueletos jamás descubiertos en Norteamérica. No obstante, su importancia va más allá.
El hombre de Kennewick fue descubierto a orillas del río Columbian en Kennewick (en la foto), estado de Washington (Wikimedia Commons)
Durante el análisis del esqueleto del hombre de Kennewick, el arqueólogo James Chatters se sorprendió al descubrir que sus rasgos anatómicos eran bastante diferentes de los de los modernos Nativos Americanos. En particular su rostro alargado y estrecho, mentón prominente y elevada estatura no encajaba con los restos de otros Paleo-Indios. De hecho, las mediciones faciales muestran más similitudes con los Ainu japoneses. Los Ainu son una minoría caucásica que en el pasado dominaba la totalidad de las islas japonesas. Un pueblo estrechamente emparentado con los Ainu también habitó la Polinesia y muchos polinesios de piel clara (habitualmente de la élite dominante) presentan rasgos faciales similares a los del hombre de Kennewick.
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Análisis exhaustivos de ADN y carbono-14 pueden haber resuelto algunas de las incógnitas que se resistían desde hacía largo tiempo. Sin embargo, los intentos de investigar los restos en profundidad se vieron frustrados por más de una década a causa de los numerosos conflictos legales surgidos entre los científicos, el gobierno Americano y cinco diferentes tribus Nativas Americanas que afirmaban que el hombre de Kennewick era uno de sus ancestros.
En el año 2004, un grupo de antropólogos demandaron a los Estados Unidos y reclamaron el derecho a realizar pruebas en los esqueletos. Se decidió que un vínculo cultural entre cualquiera de las cinco tribus Nativas Americanas y el hombre de Kennewick no estaba genéticamente justificado, permitiéndose así continuar con el estudio científico de los restos. El antropólogo Joseph Powell de la Universidad de Nuevo México examinó los restos, que fueron analizados empleando datos craneométricos, incluidos aquellos recogidos de poblaciones asiáticas y norteamericanas. Powell confirmó lo que Chatters había afirmado en un principio, que el hombre de Kennewick no era europeo sino que se asemejaba en gran medida a los Ainu y los Polinesios. Powell explicó que tras el análisis dental realizado sobre el cráneo, el individuo tenía un 94% de posibilidades de pertenecer a un grupo asiático Sundadonte como los Ainu y los Polinesios.
Hombre Ainu del Japón (Wikimedia Commons)
En el año 2005, un examen del esqueleto que se prolongó durante 10 días dirigido por el antropólogo forense Douglas Owsley acabó por confirmar que los rasgos del cráneo son semejantes a los de los Ainu y sugirió que los antepasados del individuo pudieron haber quedado rezagados respecto a otros pueblos de Asia Central en su avance y haber viajado por mar durante generaciones a lo largo de la costa asiática, hacia el norte y el este, en dirección a Norteamérica.
No obstante, un nuevo estudio publicado en la revista Nature pone ahora esta conclusión en tela de juicio. La investigación incluyó un análisis de ADN realizado a partir de una muestra obtenida del hueso de la mano del hombre de Kennewick, que fue comparada a continuación con el ADN de modernos Nativos Americanos, Ainu y Polinesios.
“El equipo también volvió a analizar el cráneo y llegó a la conclusión de que, al tratarse solamente de un individuo, bien puede incluirse dentro del rango de variaciones que se podrían encontrar entre las poblaciones ancestrales Nativas Americanas,” informa Live Science.
Los restos óseos del hombre de Kennewick. Foto de Chip Clark/Smithsonian Institution
Los resultados demostraron que el ADN del hombre de Kennewick era en su mayor parte similar al del ADN de los actuales Nativos Americanos.
“No tiene vuelta de hoja, el hombre de Kennewick es un Nativo Americano,” declara a Live Science el coautor del estudio y antropólogo de la Universidad Metodista del Sur, en Dallas, David Meltzer.
“El nuevo ADN también arroja luz sobre las antiguas migraciones de las culturas que poblaron las Américas,” informa Live Science. “En el último año, Willerslev y sus colegas analizaron el ADN de un esqueleto de hace 12.600 años, conocido como el niño de Anzick, desenterrado en Montana. Este ADN reveló que los primeros Americanos se dividieron en dos grupos antes de que viviera el niño de Anzick. Uno de ellos emigró hacia el sur para poblar Sudamérica y Centroamérica, mientras que el otro se dirigió al norte a lo largo de la costa noroccidental norteamericana y se adentró en Canadá. Los nuevos datos sugieren que el grupo del hombre de Kennewick formaría parte de una tercera rama que derivó del linaje del sur, pero emigró de vuelta al norte. Este grupo incluiría pueblos Nativos Americanos modernos como los Colville y otras tribus del Noroeste del Pacífico.”
Aunque la identidad del hombre de Kennewick ha sido finalmente revelada, aún puede pasar algún tiempo antes de que sus restos, y la polémica que ha rodeado a su descubrimiento acaben por ser finalmente enterrados. Las tribus Nativas Americanas continúan batallando por conseguir volver a inhumar sus restos.
Imagen de portada: Busto del hombre de Kennewick esculpido por StudioEIS basándose en la reconstrucción facial forense realizada por la escultora Amanda Danning. Foto: Brittney Tatchell, Smithsonian Institution.
Autor: April Holloway
Traducción: Rafa García
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.
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