Carteles del Renacimiento italiano: así demostraban las gentes del Medievo su pasión por la música
¿Ha colgado alguna vez un póster de su artista musical favorito en las paredes de su cuarto? ¿Guarda en sus cajones una colección de camisetas de conciertos descoloridas? ¿Ha comprado alguna vez un LP o CD por su portada?
Muchos aficionados a la música disfrutan rodeándose de imágenes que reflejan sus gustos y experiencias musicales – además del significado y los recuerdos que transmiten. Los entusiastas de la música del Renacimiento italiano no eran muy diferentes.
Serafino dell’Aquila canta mientras toca el laúd y Cupido le apunta con su arco, portada de una antología poética del año 1510. Fondation Barbier-Mueller pour l'étude de la Poésie Italienne de la Renaissance. (CC BY SA 4.0)
Se podían ver imágenes musicales en todas partes en la Italia del Renacimiento, desde retratos y retablos hasta platos para la cena y piezas metálicas de sillas de montar, desde pinturas murales y ornamentos en los muebles hasta grabados e ilustraciones de libros.
Observar estas imágenes puede enseñarnos mucho sobre la forma en que la gente entendía la música en aquella época – y sobre lo que creían entonces que podían conseguir en sus vidas gracias a la creación musical.
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Si usted hubiera amado la música en la época de Leonardo, Rafael y Miguel Ángel, es muy probable que hubiese aprovechado su tiempo libre para tocar el laúd. Y a imitación del más famoso cantante-cantautor (y enamorado) de entonces, Serafino dell’Aquila, los jóvenes de la época abrigaban la esperanza de mejorar sus posibilidades de seducir al sexo opuesto aprendiendo a cantar poemas de amor.
Retrato de un esteta
Al sentarse para posar ante un pintor para un retrato, muchos escogían el laúd como elemento perfecto para captar su personalidad y presentarla al mundo bajo la luz más favorable posible.
‘Retrato de un laudista’ (c. 1600), óleo de Annibale Carracci. (Dominio público)
Al colgar su retrato musical en la mejor habitación de su casa, probablemente lo haría esperando que sus amigos pensaran que su efigie recordaba a la del antiguo músico por excelencia de la mitología, Orfeo. Según los mitos, Orfeo era un amante tan fiel que siguió cantando a su amada hasta el infierno para rescatarla.
Los antiguos grabados que nos muestran a un Orfeo sentado bajo un árbol con un laúd hacían furor en el Renacimiento – los aficionados a la música de entonces probablemente tendrían alguno colgado en algún lugar de su estudio. En estas imágenes, Orfeo entona una canción tan conmovedora que hasta los animales y pájaros son incapaces de contener las lágrimas.
Inspiración divina
Los libros de la época sobre música y poesía explican cómo esta escena de Orfeo moviendo a brutos animales a las lágrimas representa una persuasiva elocuencia, valorada muy positivamente como cualidad para el liderazgo y señal de buena educación.
‘Orfeo encantando a los animales’ (1613), acuarela y aguada de Jacob Hoefnagel. (Dominio público)
Los aficionados a la música que tuvieran dinero, probablemente habrían cubierto las paredes de su estudio con imágenes del antiguo dios de la música Apolo con sus Musas.
Habitante del mítico monte Parnaso, donde fuentes cristalinas borboteaban inspiración poética, la figura de Apolo nos habría permitido asociar nuestra afición musical con la gran reverencia de la época por el mundo antiguo.
Tendríamos aquí a Apolo representado con un instrumento de cuerda de entonces (un laúd por ejemplo), probablemente cantando. En las paredes de nuestro estudio Apolo encabezaría el coro de sus nueve musas para la música, confiriendo su inspiración divina a nuestros esfuerzos de aficionado.
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Matices católicos
Incluso un aficionado a la música de dudosa reputación iría a la iglesia para la misa o las vísperas al menos una vez a la semana, ya que el canto llano católico formaba entonces parte del ruido de fondo de la vida cotidiana. Estaba ampliamente aceptado en aquella época que el canto llano imitaba a la música de los ángeles del cielo. Al cantar oraciones de este modo podría alcanzarse cierta medida de lo divino.
Un panel pintado con una Virgen y el Niño, acompañados de ángeles músicos, decoraría nuestro salón. Sería el centro de oración y pía contemplación para todo el hogar, visualizando el encuentro divino que esperaríamos alcanzar cantando humildes canciones sacras.
En otro rincón de la sala nuestra joven hija estaría practicando en un pequeño instrumento de teclado, un virginal, muy popular en los hogares de la época. Los virginales tenían una tapa con forma de rectángulo ladeado, a menudo pintado por su cara inferior, de tal modo que podía verse la pintura cuando el instrumento se encontraba abierto durante la interpretación.
Bernardino Bergognone, ‘Virgen y el Niño con dos ángeles’, 1490-95, óleo sobre panel. (The National Gallery, London 2017)
Podríamos contar incluso con otra imagen de Apolo, pero esta vez el dios estaría en un concurso de música compitiendo contra un lascivo sátiro con patas de cabra. Sentado pensando en su veredicto estaría el necio rey Midas (famoso por convertir en oro todo lo que tocaba). El perdedor se arriesgaba a acabar con sus orejas transformadas en las de un burro, o incluso a ser despellejado vivo. Mientras tanto, nuestra hija se concentraría esforzadamente en sus escalas.
Imágenes como éstas eran las que escogían los aficionados a la música del Renacimiento para crear un escenario adecuado para su creación musical cotidiana. Al igual que los pósteres de grupos musicales en los dormitorios de los jóvenes de nuestros días, estas imágenes darían testimonio de sus gustos y experiencias musicales, y del significado que encerrarían para ellos. Ahondando más profundamente en lo que nos cuentan estas imágenes, los historiadores de la música están aprendiendo a mirar, y no solo a escuchar, la música del Renacimiento.
Imagen de portada: ‘El concierto’: óleo de Gerard van Honthorst pintado en 1623. Dominio público
Autor: Tim Shephard / The Conversation
El artículo ‘Band posters of the Renaissance: how medieval music fans showed off their taste’ escrito por Tim Shephard fue publicado originalmente en The Conversation y ha sido publicado de nuevo en Ancient Origins bajo una licencia Creative Commons.
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