La magia del invierno en Roma: Los enigmáticos inicios paganos de la Navidad
En el Especial de Navidad del Dr. Who del año 2010, el personaje de Michael Gambon, que recuerda al Scrooge del Cuento de Navidad de Charles Dickens, observa cómo culturas muy diferentes de todo el mundo coinciden a la hora de celebrar el punto medio del invierno. Es, imagina él, como si todos estuvieran diciendo: “¡Bien hecho! ¡Ya estamos a medio camino de salir de la oscuridad!”.
La auténtica razón de celebrar la Navidad en esta época concreta del año ha sido objeto de debate durante largo tiempo. A menudo se han señalado vínculos entre el solsticio de invierno y los festivales romanos de las Saturnales. Algunos estudiosos las han asociado incluso con el supuesto día del nacimiento del dios Sol Invictus, el “sol invencible”, ya que un calendario del siglo IV d. C. describe cómo tanto el nacimiento del Sol Invictus como el de Jesucristo tuvieron lugar un 25 de diciembre.
Tales especulaciones han llevado inevitablemente a afirmar que esta celebración tradicionalmente cristiana es poco más que una nueva versión de festividades paganas más antiguas. Pero los interrogantes acerca de la “identidad religiosa” de las celebraciones públicas navideñas no son de hecho nada nuevo, y ya estaban en pie en las épocas más tardías del Imperio Romano.
Este hecho resulta particularmente evidente en el caso de una festividad romana más bien oscura denominada Brumalia, que daba comienzo el 24 de noviembre y duraba 24 días. No podemos estar completamente seguros de cuándo empezó a celebrarse, pero una de las mejores fuentes de la que disponemos sobre estos festejos nos llega del siglo VI d. C. Un funcionario romano retirado llamado Juan el Lidio explicaba por aquel entonces que las Brumalia tenían sus orígenes en rituales paganos más antiguos celebrados en esta época del año, entre los que estarían incluidas las Saturnales (o Saturnalia).
Algunos romanos celebraban las Brumalia sacrificando cerdos y machos cabríos, mientras que los devotos del dios Dionisos inflaban pieles de machos cabríos y a continuación saltaban sobre ellas. Los expertos también suponen que a cada uno de los días del festival se le asignaba una letra diferente del alfabeto griego, empezando por la letra alfa (α) el 24 de noviembre y acabando en la omega (ω) el 17 de diciembre.
Sacrificio de un macho cabrío, de la serie de grabados 'Antiguos bajorrelieves'. (Museo de Bellas Artes de San Francisco)
La gente esperaba al día que correspondía a la inicial de su nombre para celebrar una fiesta. De este modo, quienes contaban con un amplio círculo de amistades –y más concretamente, tenían amigos con una gran variedad de nombres – podían llegar teóricamente a participar en 24 fiestas consecutivas.
Disponemos también de otras pruebas de la popularidad de las Brumalia durante el siglo VI d. C. Un discurso del orador Coricio de Gaza elogia las festividades llevadas a cabo por el emperador Justiniano (527 d. C. - 565 d. C.), subrayando que el emperador y su esposa Teodora celebraron las Brumalia en días sucesivos, ya que la letra iota (ι) –inicial de Justiniano– iba inmediatamente después de la theta (θ) –de Theodora– en el alfabeto griego. Antiguos documentos procedentes de las bodegas de una gran mansión egipcia también detallan la distribución de vino a funcionarios y sirvientes para las Brumalia de su patrón Apión, que caían en el primer día de las fiestas.
Emperatriz Teodora (Public Domain)
Aun así, los orígenes de las Brumalia están muy lejos de haber quedado aclarados. Parece que habrían estado relacionadas con la festividad romana más antigua de la Bruma, que se celebraba un día concreto de noviembre y precedía al solsticio de invierno (llamado bruma en latín) que se produciría un mes más tarde, aunque sabemos muy poco al respecto.
Realmente es solo a partir del siglo VI d. C. en adelante cuando se mencionan las Brumalia en las fuentes que han llegado hasta nosotros, a pesar de que por aquel entonces la mayoría de los romanos ya eran cristianos y llevaban bajo el dominio de emperadores cristianos más de dos siglos. Juan el Lidio afirma asimismo que el aspecto del “día del nombre” dentro de las celebraciones fue una innovación reciente de su época. Hasta donde podemos saber, por tanto, no se trataba de un mero vestigio de un pasado pagano distante, sino que de hecho se habría desarrollado y expandido precisamente en la misma época en la que los emperadores, entre ellos Justiniano, se esforzaban en reprimir aquello que percibían como “paganismo” en su imperio.
La historiadora Roberta Mazza, en uno de los estudios más exhaustivos llevados a cabo recientemente sobre el festival, ha argumentado que las Brumalia eran sencillamente demasiado populares como para prohibirlas por completo, pero que Justiniano habría intentado despojarlas en la medida de lo posible de sus elementos “paganos”. Según Mazza, fue así como el emperador “remodeló y reinventó el significado y el propósito de la festividad” haciéndola “tanto aceptable desde un punto de vista religioso como útil para construir una identidad cultural común a lo largo de las diferentes provincias del imperio.”
El verdadero significado de las Brumalia
Sabemos que las Brumalia continuaron celebrándose en la corte imperial de Constantinopla hasta por lo menos el siglo X, pero sin duda no sin oposición. Juan el Lidio informa de que la iglesia se oponía a las Brumalia, y en los concilios eclesiásticos de los años 692 y 743 se realizaron declaraciones de desaprobación similares así como intentos de prohibirlas. Para algunos cristianos resultaban sencillamente demasiado paganas como para no hacerles sentirse incómodos. La polémica también giraba en torno a otras celebraciones de la Antigüedad tardía, como la costumbre de llevar máscaras en Año Nuevo, las Lupercalia romanas (con sus corredores desnudos) y las procesiones y los bailes que acompañaban al festival de Calama en el norte de África.
¿Cómo deberíamos considerar entonces a las Brumalia? ¿Era una festividad aún “pagana” en esencia o se había cristianizado o secularizado convenientemente? Creo que cualquier intento de categorizar claramente estos festivales, y ya no digamos a los que participaban en ellos, está condenado al fracaso. Para algunos, los elementos religiosos habrían cobrado una dimensión aún mayor, mientras que para otros se habrían convertido en algo completamente irrelevante, como ocurre actualmente con la Navidad.
Las Brumalia podían celebrarse de formas muy diversas y estaban sujetas a múltiples interpretaciones por parte de los diferentes habitantes de todo el imperio, incluso aunque todos ellos se considerasen a sí mismos cristianos. En lugar de argumentar que Justiniano u otros de los que disfrutaban de las Brumalia eran “menos cristianos” que sus oponentes, podríamos en cambio considerar a estas fiestas una vívida muestra de la fluidez y la maleabilidad de las nociones de cultura e identidad en la Antigüedad tardía.
Quizá nunca podamos descubrir el auténtico significado de las Brumalia, pero sí podemos estar seguros de que en estas fiestas la gente se reunía para celebrar que ya se encontraban a medio camino de salir de la oscuridad.
Imagen de portada: ‘Fête à Palès, ou l'Eté' óleo de Joseph-Benoît Suvée (Public Domain)
Artículo actualizado en Diciembre 2023.
El artículo ‘The Busy Romans Needed a Mid-Winter Break Too … and it Lasted for 24 days’ escrito por Richard Flower fue publicado originalmente en The Conversation y ha sido publicado de nuevo en Ancient Origins bajo una licencia Creative Commons.
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