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Portada - Uno de los cráneos deformados de Ica (Fotografía: Martin J. Clemens/La Gran Época)

Los cráneos deformados de Ica aún presentan muchos enigmas para la antropología actual

Numerosos antropólogos aún tratan de dilucidar los enigmas que se han planteado desde el hallazgo de diferentes cráneos humanos peculiarmente deformados —que datan de hace varios miles de años— encontrados en yacimientos de distintos puntos de América. Surgen serias dificultades a la hora de reconstruir el contexto cultural de los individuos a los que pertenecían estos antiguos restos óseos, dificultades que radican en la carencia de información acerca de su antigüedad y origen. Esto parece aumentar aún más el halo de misterio en que están envueltos dichos hallazgos.

En el Museo Arqueológico de Lima y, asimismo, en el Museo Regional de Ica, ambos en Perú, se encuentran varias vitrinas que exponen variedades de estos cráneos, de formas muy dispares, que curiosamente habrían pertenecido a diferentes grupos humanos de Sudamérica; principalmente del propio Perú. Se cree que estas anomalías fueron provocadas en su tiempo, de forma intencionada, por motivos religiosos, estéticos o de prácticas rituales, como se sabe que sucedía, por ejemplo en la antigua Nubia (Egipto) y en otras culturas de Asia, África y Europa.

 

 

Vitrina con cráneos deformados en el Museo Regional de Ica, Perú. (Namiac/CC BY-SA 3.0)

Vitrina con cráneos deformados en el Museo Regional de Ica, Perú. (Namiac/CC BY-SA 3.0)

Según la principal teoría desarrollada al respecto, el mecanismo de deformación comenzaría desde la niñez del individuo, utilizando tablillas opresoras, cintas de cuero u otros artefactos que comprimían la caja craneal en un sentido determinado, forzándola a desarrollarse en una dirección no habitual, aunque sin modificaciones de su capacidad volumétrica. De hecho, la diversidad de las deformaciones encontradas ha dado lugar a una clasificación morfológica de cuatro categorías: Cabeza Cónica (o Coneheads), forma de «M», forma de «J» y por último, la que podría ser más antigua, «premoderna». Además, algunos antropólogos hacen otra división de las deformaciones por «tipos» y hablan así del tipo Opa, Pampas, Aymará, Cavernas, Necrópolis, Nazca, Palta, etc.

Los interrogantes acerca de estos curiosos cráneos son de naturaleza muy variada. Un claro ejemplo de ello es el cráneo clasificado como nº 177 proveniente de Paracas, al cual por la chatura de su porción frontal los antropólogos que se basan en la Teoría Evolucionista de Darwin lo clasificarían dentro de la rama antecesora al Neandertal. Pero este cráneo posee, sin embargo, un maxilar inferior muy similar al del hombre moderno. Una de las hipótesis surgidas en el intento de clarificar esta anomalía, es que este espécimen pertenecería a una especie «pre-moderna».

Homo sapiens sapiens – Deformidad craneal provocada intencionadamente (“deformidad peruana”), Cultura Proto-Nazca (200 a. C. – 100 a. C.), región de Nazca, Perú. Museo de Toulouse, Francia. (Didier Descouens/CC BY-SA 4.0)

Homo sapiens sapiens – Deformidad craneal provocada intencionadamente (“deformidad peruana”), Cultura Proto-Nazca (200 a. C. – 100 a. C.), región de Nazca, Perú. Museo de Toulouse, Francia. (Didier Descouens/CC BY-SA 4.0)

Pero con este bien conseguido e hipotético “parche” surgiría una cuestión aún más enigmática, ya que según la teoría convencional la especie humana habría comenzado a caminar por tierras norteamericanas como máximo unos 35.000 años antes de Cristo, y habría llegado a Sudamérica aún más tarde. Es decir, que todos los restos humanos hallados deberían tener ya la complexión del hombre moderno, por lo que la aparición de un cráneo de estas características se sumaría a la lista de otros diversos hallazgos arqueológicos que hoy ponen en tela de juicio muchas de las teorías formuladas por la antropología moderna, incluida el pilar que representa para ésta el darwinismo.

Es más: estas extrañas estructuras ofrecen aún un plus de cuestionamientos para los estudiosos de la «evolución del homínido», porque los cráneos en «M» y «J» también presentan características poco convencionales. El cráneo en «J» posee unas órbitas oculares especialmente grandes —aproximadamente un 15% mayores de lo habitual—  mientras que el cráneo tipo «M» posee las protuberancias que le dan su nombre característico, con una simetría perfecta, que es casi imposible de lograr adoptando presiones mecánicas externas. Pero no todo termina aquí, ya que estos dos últimos tipos (sobre todo el «M») tienen una capacidad craneana descomunal en comparación con los tipos conocidos, de aproximadamente 3.000 centímetros cúbicos. En comparación, el hombre moderno tiene una capacidad promedio de 1.400 c.c.

Óleo de Paul Kane (1810-1871) en el que podemos observar a un niño de la cultura Chinook durante el proceso de aplanar su cabeza y a una mujer adulta tras haber sufrido dicho proceso. Museo de Bellas Artes de Montreal, Canadá. (Public Domain)

Óleo de Paul Kane (1810-1871) en el que podemos observar a un niño de la cultura Chinook durante el proceso de aplanar su cabeza y a una mujer adulta tras haber sufrido dicho proceso. Museo de Bellas Artes de Montreal, Canadá. (Public Domain)

Después de todo lo anterior, haciendo un balance de estas exposiciones, parece ser que los cráneos deformados de Ica han terminado por proporcionar a los científicos más interrogantes que respuestas.

Imagen de portada: Uno de los cráneos deformados de Ica (Fotografía: Martin J. Clemens/La Gran Época)

Autor: Leonardo Vintiñi

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