La explicación astronómica de la Estrella de Belén que guió a los Magos de Oriente
Para comprender el fenómeno de la Estrella de Belén necesitamos pensar como los tres Magos de Oriente. Guiados por aquella “estrella de Oriente” viajaron en primer lugar a Jerusalén y le comunicaron al rey Herodes la profecía de que nacería un nuevo rey para el pueblo de Israel. Debemos también pensar como el rey Herodes, que preguntó a los Magos cuándo apareció la estrella, ya que al parecer en su corte nadie sabía nada sobre aquel prodigioso fenómeno celeste.
Un desafío para la astronomía
Estos acontecimientos nos plantean un primer desafío desde el punto de vista astronómico para aquellas primeras navidades: ¿Cómo es posible que los propios consejeros del rey Herodes no hubieran advertido la presencia de una estrella tan brillante y obvia como para haber guiado a los Magos de Oriente hasta Jerusalén?
A continuación, para llegar hasta Belén, los Magos habrían tenido que viajar en dirección sur desde Jerusalén: “y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño.” Aquí tenemos nuestro segundo rompecabezas astronómico relacionado con aquellas primeras navidades; ¿cómo pudo una “estrella de Oriente” haber guiado a los Magos de Oriente primero hacia el oeste y después en dirección sur?
Y aún tenemos un tercer enigma astronómico relacionado con la primera Navidad: ¿cómo se movía la estrella de la que habla Mateo “delante de ellos,” como las luces traseras de un quitanieves al que se sigue durante una tormenta de nieve, para a continuación detenerse y quedarse por encima del pesebre de Belén en el que supuestamente habría nacido el Niño Jesús?
La adoración de los Magos tuvo lugar tras seguir los tres sabios de Oriente a una estrella que les guió hasta Belén. (Fr Lawrence Lew, O.P., CC BY-NC-ND)
¿Qué pudo ser la Estrella de Belén?
El astrónomo que hay en mí sabe que no hay ninguna estrella que pueda moverse así, ni tampoco un cometa, ni Júpiter, ni una supernova o conjunción de planetas ni ningún otro objeto brillante del cielo nocturno. Podría decirse que las palabras de Mateo describen un milagro, algo que habría ocurrido más allá de las leyes de la física. Pero Mateo eligió cuidadosamente sus palabras, refiriéndose al cuerpo luminoso como “estrella de Oriente”, por lo que esta expresión sin duda debía tener algún importante significado para sus lectores.
¿Podríamos encontrar otra explicación, coherente con el relato de Mateo, que no requiera que se quebranten las leyes de la física pero tengan en cuenta la astronomía? La respuesta, sorprendentemente, es sí.
Respuestas astrológicas a interrogantes astronómicos
El astrónomo Michael Molnar apunta que la expresión “de Oriente” referida a la estrella es en este caso una traducción literal de la frase griega en te anatole, un término técnico empleado en la astrología matemática griega de hace 2.000 años. La expresión describía de forma muy concreta a un planeta que se elevaba en el horizonte por el este justo antes de que saliera el sol. Es entonces cuando, poco después de elevarse el planeta en el horizonte, desaparece en el cielo de la mañana al lucir el sol al amanecer. Excepto por un breve instante, nadie puede ver esta “estrella de oriente.”
Es necesario ahora incidir en algunas nociones de astronomía. En el transcurso de una vida humana, prácticamente todas las estrellas permanecen fijas en su posición: las estrellas nacen y se ocultan todas las noches, pero no varían su posición relativa. Las estrellas de la Osa Mayor aparecen año tras año siempre en el mismo lugar del firmamento. Pero los planetas, el sol y la luna, recorren aproximadamente el mismo camino a través del firmamento estrellado, moviéndose a diferentes velocidades, de tal modo que continuamente se acercan y se alejan unos de otros. Cuando el sol se acerca a un planeta, dejamos de ver a ese planeta en concreto, pero cuando el sol se aleja de él lo suficiente, el planeta reaparece.
Y ahora necesitaremos dar una pequeña pincelada sobre astrología. Cuando el planeta reaparece de nuevo por primera vez y se eleva en el cielo de la mañana, poco antes de que salga el sol, por primera vez en muchos meses tras haber permanecido oculto por el brillo del sol durante todo ese tiempo, los astrólogos se refieren a ese momento como orto helíaco. El orto helíaco, esa primera y especial reaparición de un planeta cercano al sol, es el fenómeno al que se refiere la expresión en te anatole de la astrología de la antigua Grecia. En concreto, los astrólogos griegos pensaban que el orto helíaco de un planeta como Júpiter significaba simbólicamente que alguien importante nacería en ese día.
De este modo, la “estrella de oriente” se refiere a un evento astronómico con un supuesto significado astrológico en el contexto de la astrología de la antigua Grecia.
¿Es posible que la Estrella de Oriente fuese visible brevemente justo antes del amanecer? (James Callan / CC BY-NC-SA)
¿Y qué hay de la estrella estacionada justo encima del primer belén viviente de la historia? La palabra habitualmente traducida como “se detuvo” viene del griego epano, un término que también poseía un importante significado en la antigua astrología griega. Se refería de hecho al momento concreto en el que un planeta deja de moverse y cambia su dirección aparente en el cielo, de este a oeste a la inversa. Esto ocurre cuando la Tierra, que orbita alrededor del sol más rápido que Marte, Júpiter o Saturno, supera o “dobla” en su recorrido al otro planeta.
En conjunto, una rara combinación de acontecimientos astrológicos (un planeta determinado que se eleva en el horizonte poco antes del sol; el sol en una constelación determinada del zodíaco, y por otro lado diversas combinaciones de posiciones planetarias consideradas importantes por los astrólogos) habrían sugerido a los astrólogos griegos de la época un horóscopo regio y el nacimiento de un rey.
Los Magos miran al cielo
Molnar cree que los Magos eran de hecho consumados astrólogos con importantes conocimientos matemáticos. También habrían conocido la profecía del Antiguo Testamento que afirmaba que un nuevo rey nacería en el seno de la estirpe de David. Con toda probabilidad llevaban años contemplando el firmamento a la espera de alineaciones que pudieran predecir el nacimiento de este rey. De este modo, cuando identificaron aquel poderoso conjunto de augurios astrológicos, decidieron que era el momento de partir en busca del rey del que hablaban las antiguas profecías.
En esta ‘Adoración de los Magos’ pintada por Giotto Scrovegni la Estrella de Belén aparece representada como un cometa.
Si los Magos del Evangelio de Mateo realmente emprendieron un largo viaje en busca de un rey recién nacido, la brillante estrella no les guió; simplemente les dijo cuándo debían partir. Y no habrían encontrado a un recién nacido envuelto en mantas en un pesebre. Después de todo, el bebé ya tendría ocho meses de edad en el momento en que fue descifrado el mensaje astrológico que ellos creían que predecía el nacimiento de un futuro rey. El augurio habría dado comienzo el 17 de abril del año 6 a. C., con un orto helíaco de Júpiter esa mañana, seguida al mediodía por el ocaso de la luna en la constelación de Aries) y habría durado hasta el 19 de diciembre del año 6 a. C., día en el que Júpiter dejó de desplazarse de este a oeste, se mantuvo inmóvil por un breve espacio de tiempo y empezó a moverse en dirección este, tomando como punto de referencia ‘fijo’ el firmamento estrellado. Para cuando los Magos llegaron a Belén, el Niño Jesús ya no sería un recién nacido, sino que tendría unos ocho meses de edad.
Mateo escribía para convencer a sus lectores de que Jesús era el Mesías de las antiguas profecías. Teniendo en cuenta las señales astrológicas incluidas en su evangelio, sin duda creyó que la historia de la Estrella de Belén sería una prueba convincente para gran parte de su público.
Imagen de portada: La Estrella de Belén guía a los tres Reyes Magos (Public Domain)
El artículo ‘Can Astronomy Explain the Biblical Star of Bethlehem?’ escrito por David A Weintraub fue publicado originalmente en The Conversation y ha sido publicado de nuevo en Ancient Origins bajo una licencia Creative Commons.
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