A lo largo de la historia han existido numerosos rituales en los que han participado tanto individuos como grupos y que podrían ser considerados extraños o chocantes por muchos. A continuación resumiremos brevemente algunos de estos inquietantes rituales, que hunden sus raíces en antiguas creencias. Algunas de estas prácticas tan poco convencionales han sobrevivido hasta nuestros días.
En la India, los Aghori son sadhus (hombres santos) devotos de Shiva y conocidos por su práctica de rituales post-mortem. Viven en pudrideros, impregnan sus cuerpos con cenizas procedentes de cremaciones y utilizan huesos humanos para crear joyas y cráneos humanos como kapalas, copas rituales hechas con calaveras.
Sus prácticas son contrarias al hinduismo ortodoxo, de modo que la mayoría de sus actos también se oponen al del resto de los hindúes. Los Aghori meditan y rinden culto en lugares que otros llamarían “casas encantadas.” Aun así, los gurús Aghori gozan de una gran reverencia entre las poblaciones rurales, ya que se cree que poseen poderes sanadores obtenidos a través de sus intensos ritos y prácticas de renuncia. Los Aghori aparecen en la película “El otro lado de la puerta”, estrenada este mismo año.
Aghori en actitud contemplativa (CC BY-ND 2.0)
Otro extraño ritual que ha perdurado hasta nuestros días también se celebra en la India. Cierto día del año, los devotos acuden al templo y allí inhalan un tipo concreto de incienso que queman los sacerdotes. Al hacerlo, caen en un estado de trance.
A continuación, los devotos son conducidos por los sacerdotes al cementerio de la localidad. Allí, desentierran los cadáveres de sus parientes y empiezan a morderlos. La explicación de este acto simbólico es que con cada mordisco, el alma del difunto obtiene una paz y un bienestar mayores en la otra vida. Una vez finaliza el ritual, los devotos entierran de nuevo los cadáveres de sus seres queridos y se marchan del cementerio… hasta el año siguiente, en el que el ritual se repetirá de nuevo.
Otro ritual muy peculiar es el de la auto-momificación. Esta práctica fue prohibida en Japón en el siglo XX. Se trataba en un principio de un acto relacionado con la creencia budista de la separación y alejamiento del mundo. Sin embargo, algunos monjes llevaron esta idea hasta el extremo de ayunar hasta la muerte. De esta forma, al conservarse sus cadáveres, los monjes daban testimonio de su santidad.
Habitualmente, el ritual comenzaba con una dieta de tres años a base de semillas y frutos secos, complementada con una serie de ejercicios físicos destinados a liberarse de toda la grasa corporal. Durante los tres años siguientes la dieta variaba, pasando a alimentarse de cortezas de árbol y raíces, además de beber un té venenoso elaborado a partir de la savia del árbol Urushi. Este té provocaba el vómito a los monjes, que de este modo perdían una mayor cantidad de fluidos corporales y mataban a cualquier gusano o larva que pudiera albergar su cuerpo tras su muerte.
Finalmente, el monje se encerraba en una tumba sentado en la posición del loto. En este lugar, disponía de un tubo para respirar y una campana, que agitaba para avisar a los demás monjes de que aún estaba vivo. Cuando el monje moría se sellaba la tumba. Hasta el día de hoy han sido descubiertos 20 monjes auto-momificados.
Momia budista. (CC BY-SA 3.0)
El pueblo Yanomami de Venezuela practica un ritual en el que se comen a sus muertos. Esta ceremonia es muy anterior a su descubrimiento por parte de los occidentales. Los Yanomami son una de las pocas culturas polígamas que queda en el planeta, y consumen alucinógenos cuando se sienten enfermos. De todos modos, sus rituales funerarios son lo que principalmente se considera como su costumbre más extravagante.
Por supuesto, este ritual tiene también su origen en una creencia. Los Yanomami creen que sus difuntos son acosados por devoradores de almas cuya hambre insaciable consume su fuerza vital, y que si no se pone fin a este proceso, continuarán comiendo hasta acabar con el mundo entero. En consecuencia, a fin de pararles los pies a los maléficos devoradores de almas, los Yanomami se comen a sus propios muertos. Primero incineran el cadáver, para a continuación moler los huesos más grandes machacándolos en un mortero. Finalmente utilizan esta harina como ingrediente básico para elaborar una sopa de plátano.
Canibalismo en Brasil. Grabado de Theodor de Bry (1557) que ilustra el relato de Hans Staden sobre el tiempo que pasó cautivo de los tupinambá. (Public Domain) La práctica Yanomami de comerse a sus difuntos difiere en gran medida de esta percepción del canibalismo.
Thukkam es un festival de la India en el que algunos de sus participantes perforan su carne con ganchos y son izados a continuación hasta una estructura de la que permanecen colgados unas cuantas horas. Aunque las raíces de esta celebración son muy antiguas, el gobierno indio la ha prohibido recientemente. La ceremonia tenía lugar generalmente en el sur de Kerala, en templos dedicados a Kali. En ellos la gente bailaba, y se creía que la sangre vertida apaciguaba a Kali, impidiendo que se encolerizara terriblemente. Los devotos colgaban de una estructura similar a un andamio gracias a los ganchos clavados en su carne y eran paseados alrededor del templo hasta dar tres vueltas en torno al edificio. La sangre vertida era entonces ofrecida a Kali para aplacar su ira.
Vídeo del festival Thukkam
Estos son solo algunos sorprendentes rituales de antiguos orígenes. Muchos estaban destinados a aplacar a los dioses, pero otros también tenían un propósito que se creía que ayudaba a determinados individuos o sociedades.
Imagen de portada: Enterramiento azteca de un niño sacrificado en Tlatelolco (Public Domain)
Autor: Valda Roric
Valda Roric – “Wonders of History and Mythology”
Valda Roric – “From History to Mystery”
Emily Teeter – “Religion and Ritual in Ancient Egypt”
K. C. Chang – “Art, Myth and Ritual: The Path to Political Authority in Ancient China”