La administración del Antiguo Egipto era un sistema complejo y perfectamente organizado en el que existían muchos grados de funcionarios: desde los simples escribas y copistas hasta el más alto funcionariado representado por cargos similares a nuestros actuales ministros. A la cabeza de todos ellos estaba el Chaty (o Taty), comúnmente conocido como Visir, figura que ya existía en la Dinastía I.
Las funciones del Chaty, pasaron por muchas etapas a través de los años, pero hubo una que siempre mantuvo, la de Administrador de la Justicia. Como tal, era el encargado de impartir la justicia y de nombrar a los magistrados. De hecho, el cargo del Chaty era el de mayor jerarquía en el antiguo Egipto: se reunía con el rey varias veces al día, y el monarca delegaba en él determinadas funciones, como todo lo concerniente a la administración de los dominios reales, que comprendía la administración de la residencia real, la elección del emplazamiento de la tumba real y la construcción de la misma.
Otra de sus importantes funciones era la de gobernar el país durante los 70 días de luto que sucedían a la muerte del faraón. Asimismo, también se ocupaba de supervisar el banquete funerario, el acompañamiento musical y, por último, era el que tenía la potestad de nombrar al heredero del monarca. Actualmente, el egiptólogo español Antonio Morales, profesor de la Universidad Libre de Berlín y director del Middle Kingdom Theban Project, lidera la misión arqueológica encargada de estudiar la tumba de un desconocido e importante mandatario: el visir Ipi.
El término egipcio “chaty” o visir en escritura jeroglífica. (Imagen: El saber no está de más)
Según podemos leer en el diario español El Mundo, el Visir Ipi era el alto funcionario encargado del cuerno, la pezuña, la balanza y la pluma. Guardián de toda ave que nadara, volara o anduviera. Supervisor de lo que era y no era. Sin embargo, el recuerdo del visir Ipi, amigo único del rey al que sirvió hace cuatro milenios y poseedor de numerosos títulos, pareciera haberse extraviado en las páginas de la Historia. De hecho, su tumba ubicada en la colina de Deir el Bahari, en la orilla occidental de la actual Luxor junto a otros antiguos enterramientos, parece ser su único legado.
«En Tebas se sabe muy poco de Ipi a pesar de sus títulos llenos de epítetos, que pueden resultar rocambolescos y grandilocuentes. Todas estas tumbas datan del Reino Medio (alrededor del 2055-1650 a. C.). Suelen tener un patio inmenso de 100 metros que en la parte inferior cerraba con una capilla de adobe. Los sacerdotes eran muy listos, y evitaron subir todos los días a la cámara funeraria para realizar los rituales de culto al difunto construyendo una capilla a los pies de la colina», explica el especialista sevillano Antonio Morales en declaraciones recogidas por El Mundo.
Los enterramientos fueron descubiertos por Herbert Winlock en los años 20 del pasado siglo gracias a una expedición sufragada por el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Aunque en realidad lo que hizo Winlock fue sencillamente llevarse consigo numerosos objetos hallados en las diversas tumbas.
La tumba de Ipi está situada en la famosa colina de Deir el Bahari, donde se hallan numerosos enterramientos y templos de gran importancia, como el Templo de Hatshepsut que aparece en la fotografía. (Public Domain)
«Los museos querían objetos para sus colecciones, y Winlock dedicaba tan solo un mes a cada una de las tumbas. Hasta que en 1923 se descubre el inicio de la rampa del templo de Hatshepsut y el Metropolitan le ordena que baje y comience a limpiar la explanada. Lo que halla allí es un queso gruyere, un caos de sarcófagos, ataúdes y rampas al que se entrega durante años. Las tumbas quedan sin publicar o se divulga información muy pobre e inexacta. Todo el mundo habla de estas tumbas para explicar la arquitectura posterior, pero nadie hizo jamás un estudio científico sobre ellas», aclara Morales, cuyo propósito y el de su equipo es llevar a cabo el inventario que quedó pendiente tras la expedición de Winlock.
Poco permanece igual que hace 4.000 años en el interior de la tumba TT315: sus paredes y suelo han sido completamente arrasados, al igual que la antigua sala de culto situada al final del corredor.
«Todo estaba forrado en piedra y los muros tenían textos jeroglíficos. Lo destrozaron todo porque posteriormente fue utilizada como cantera», se lamenta el egiptólogo español.
Los investigadores han descubierto que el complejo de Ipi no se limitaba al patio rectangular, sin estructuras, que se alzaba pendiente arriba hasta el acceso de la tumba, con su muro de recinto. Tras encontrar restos de una plataforma que los egipcios excavaron para hundir ambos lados, dejando una especie de rampa central desde los pies de la colina hasta la puerta de la tumba, han hallado indicios de una estructura de adobe y piedra que se construyó a la entrada del complejo, a los pies de la montaña, y que probablemente fuese una capilla de culto al difunto.
La rampa descubierta en el complejo funerario del visir Ipi, trazada desde los pies de la colina hasta la puerta de la tumba. (Fotografía: El Mundo/ Francisco Carrión)
El ataúd de piedra fue la única joya que sobrevivió al expolio, y en sus coloridos jeroglíficos, que van saliendo a la luz gracias a la formidable labor de restauración, se encuentra una de las claves para desentrañar la biografía olvidada del visir:
«Estamos recogiendo los fragmentos para reconstruirlo. Algunos se encuentran en muy mal estado. De momento, hemos descubierto que es el único sarcófago conocido que tiene textos también en la base. Este ataúd tiene Textos de las Pirámides y de los Sarcófagos. Los Textos de las Pirámides se usan originalmente durante el Reino Antiguo en, por ejemplo, las grandes pirámides de Saqqara. Los Textos de los Sarcófagos aparecen en los sarcófagos del Reino Medio pero, en realidad, son los mismos que usaban quienes no pertenecían a la élite en el Reino Antiguo. Se ha hablado que el visir sirvió a finales del reinado de Mentuhotep II (2055-2004 a. C.), el monarca que reunificó el país y desde Tebas fue creando un Estado sólido. Pero también hay quien dice que actuó al principio de Amenemhat I (1985-1956 a.C.), el primer rey de la dinastía XII. La paleografía nos ayudará a desvelar su época», prosigue explicando el egiptólogo en sus declaraciones a El Mundo.
Vista cenital de la cámara funeraria de Ipi. (Fotografía: El Mundo/ Francisco Carrión)
Además, en el transcurso de esta segunda campaña de excavaciones, el equipo de arqueólogos ha logrado dar con los materiales utilizados en el embalsamamiento del cadáver de Ipi:
«Durante la momificación hay una serie de objetos que entran en contacto con el difunto y que tienen restos de sangre o bitumen. No se pueden tirar porque han sido usados con alguien que va a ser trasladado al más allá, pero tampoco se pueden colocar en la tumba porque es un material impuro, que ha servido para extraerle los intestinos o el hígado. Se suelen guardar en otra sala que Winlock localiza y de la que se lleva parte del material. En cambio, lo que no le interesa lo arroja en la puerta de la tumba. Se trata de una colección sin igual, con tapones de jarras con sus vendas para sellar líquidos como ungüentos, perfumes y grasas animales; bolsas de tela con natrón [sal empleada para desecar el cadáver o rellenarlo]; cientos de metros de todo tipo de vendas; e incluso el sudario principal del difunto, al estilo de la sábana santa de Jesús, con manchas de sangre, ungüentos, grasas y perfumes usados durante la momificación», comenta Morales a El Mundo sin disimular su entusiasmo.
El contenido almacenado durante milenios en las 67 vasijas descartadas por Winlock −que será sometido a todo tipo de análisis− es importante, pero no deja de ser una pequeña porción de todo lo descubierto hasta el momento, puesto que se han recuperado alrededor de 1500 objetos tan dispares como fragmentos de momias, estatuillas funerarias, trozos de ataúdes o, incluso, las cerdas de un ancestral cepillo:
«Proceden de la escoba que empleaba el sacerdote para borrar los pasos de la tumba y conseguir que, cuando se cerrara la sala, fuera una cavidad pura donde no quedara rastro humano», ha apostillado, finalmente, el director de las excavaciones.
Imagen de portada: Interior del complejo funerario del visir Ipi. (Fotografía: El Mundo/Francisco Carrión)
Autor: Mariló T. A.