Un equipo de investigadores arqueológicos lleva casi dos décadas en Ecuador estudiando las incursiones en grupo y su relación con las alianzas matrimoniales de los Waorani, una sociedad tribal amazónica, concluyendo que, “El acto de matar a otro ser humano es un acto realmente traumático, lo que hace que la gente comparta algo en común psicológicamente que cimenta la confianza y fomenta cosas como amistades.”
Pero ¿cómo fue posible que llegaran a esta conclusión tan aparentemente morbosa?
El estudio fue publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B (“Actas de la Real Sociedad Biológica”) y trataba de responder, entre otras cosas, la cuestión de “por qué” la gente va a la guerra si sus consecuencias son tan brutales. La motivación de los científicos era comprender mejor “por qué” algunos individuos se unen para formar grupos de guerreros y cómo la capacidad humana de cooperar está vinculada con “tendencias destructivas.”
Hombre de la tribu Huaorani. (Barefoot Expeditions/CC BY NC SA 2.0)
Según el artículo publicado en ArchaeologyNewsNetwork, las razones por las que un individuo decide ir a la guerra o recurre a una violencia brutal se han asociado tradicionalmente con la codicia del guerrero por recibir recompensas, ya que tradicionalmente en las comunidades tribales el botín de guerra se lo quedan los vencedores; y también con una eventual “coacción” dentro del grupo, por ejemplo, por miedo al castigo o al rechazo social.
El reciente estudio se ha centrado en los Waorani, 2.000 indígenas ecuatorianos que habitan las llanuras de la selva amazónica y practicaban “incursiones letales” antes de la intervención del estado. Los investigadores descubrieron que: “Los Waorani se unen activamente en incursiones con la gente que podría proporcionarles acceso a parejas ideales para el matrimonio, tanto para sí mismos como para sus hijos.” El estudio también reveló que “una sutil coacción de los familiares políticos” influía en los individuos a la hora de participar en estas incursiones.
En primer lugar, el término “incursiones” es como un escorpión disfrazado de ratón. Aunque parezca inofensivo, tiene un aguijón mortal. Realizar una incursión es asesinar y desmoralizar intencionadamente a otros seres humanos; sorprender, abrumar y confundir al enemigo mediante el pillaje y el saqueo por motivaciones sexuales, económicas, territoriales o militares. Siempre es algo terrible, no importa cómo se vista.
Shane Macfarlan, profesor asistente de Antropología en la Universidad de Utah y autor principal del estudio, comentaba: “Siempre ha habido argumentos sobre aquella simpática band of brothers (“banda de hermanos”) - literalmente hermanos, tíos, padres, todos ellos combatiendo juntos codo con codo... Pero en ocasiones los parientes no son suficientes. La guerra consiste en forjar alianzas, relaciones con otras personas en las que podría haber algo más que ganar al luchar junto a otros: como parejas para el matrimonio.”
Hombre y mujer de un poblado Huaorani. Fotografiados en mayo del 2008 en Ecuador. (Kate Fisher/CC BY 2.0)
Se trata sin duda de una historia ‘de amor y de guerra’, y el nuevo documento establece que las parejas ideales para el matrimonio según los Waorani son los primos cruzados bilaterales: por ejemplo, la hija del hermano de la madre de un hombre, o la hija de la hermana de su padre.” Y en lugar de utilizar Tinder o el viejo método de ‘acercamiento en un bar’, la forma escogida por los Waorani para formar alianzas maritales “es mediante incursiones letales.”
Una incursión instiga numerosas dinámicas sociales, y cuando alguien anunciaba una, otros “se convencían de unirse a él,” según Macfarlan. “El beneficio de hacer una alianza fuera de nuestros parientes directos es que amplía tu universo social para conseguir las cosas que necesitas, y una de las cosas que la gente necesita en todas las sociedades es parejas nupciales,” añadía el investigador.
Tras haber recopilado “información genealógica detallada de múltiples generaciones, y cotejado los datos con las genealogías Waorani existentes” entre los años 2000 y 2001, los coautores Jim Yost y Pam Erickson de la Universidad de Connecticut, junto con Steve Beckerman de la Universidad Estatal de Pensilvania, utilizaron matrimonios y nacimientos para crear una ‘cronología de incursiones’ desde 1917 hasta 1970 que constaba de “550 informes de incursiones... 49 incursiones diferentes que involucraron a 81 individuos.”
Macfarlan y otro de los autores, Stephen Beckerman, observaron que “Aunque los hombres tenían numerosos parientes lineales para elegir a la hora de formar grupos para las incursiones, selectivamente las llevaban a cabo con parientes no lineales.” No solo eso, además también descubrieron que los hombres “realizaban incursiones más frecuentemente con hombres que estaban genéricamente emparentados con ellos pero de diferentes linajes - los socios ideales para un intercambio de parejas nupciales.”
El artículo de los científicos concluye afirmando que los seres humanos por lo general mantienen “tres tipos de relaciones: parentesco, matrimonio y amistad”, y fue en la amistad donde los científicos observaron “una característica común en todas las culturas.” La amistad crea relaciones entre las personas que no son parientes de sangre ni pareja, lo que nos ayuda a “resolver conflictos” dentro de estos grupos.
Huaroanis. (Kleverenrique/CC BY SA 3.0)
Imagen de portada: En un reciente estudio, un equipo de investigadores estadounidenses examinó la composición social de los grupos de guerreros de una sociedad tribal amazónica, los Waorani ecuatorianos, y su sorprendente relación con las alianzas matrimoniales. Fuente: Pete Oxford/australscope
Autor: Ashley Cowie
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.