Ocurrió el 17 de diciembre del año 1903 en una pequeña población de Carolina del Norte, Estados Unidos, llamada Kitty Hawk. Aquella jornada, dos hermanos cambiaron la historia de la humanidad al lograr despegar volar y aterrizar, durante apenas 12 segundos, un aparato más pesado que el aire.
Casi en secreto, aquel 17 de diciembre los hermanos Wright pasaron a formar parte de los libros de Historia. Tanta importancia encerraba su logro que, tal y como indica el diario español El Mundo, Orville y Wilbur Wright quisieron proteger su primitiva aeronave por medio de una patente legal. Solicitud que realizaron el 23 de marzo de 1903 y que les fue concedida el 22 de mayo de 1906.
Dicha patente permaneció durante muchos años en los Archivos Nacionales de Washington D.C., pero en el año 1978 el Museo Nacional del Aire y el Espacio del Instituto Smithsonian, también en Washington, organizó una exposición conmemorativa con la patente convertida en uno de los ejes centrales de su celebración. Tras su devolución a los archivos, se perdió la pista de este histórico documento.
Imagen de la patente de la primera “máquina voladora”, así bautizada por los propios hermanos Wright. (Public Domain)
Tal vez se confundiesen de caja, pero lo cierto es que durante 36 años tan importante documento estuvo traspapelado. Sin embargo, los trabajadores del programa de recuperación de documentos de los Archivos Nacionales, en funcionamiento desde el año 2006, lograron localizarla y recuperarla el pasado 22 de marzo.
«La pérdida de la patente de los hermanos Wright fue una pena, pero al producirse en la década de los 80 no ha afectado al desarrollo posterior de la aviación. La tecnología avanza pese a los descuidos. El primer aviador fue Abbás Ibn Firnás, en el años 852. Se partió las piernas y una vértebra al lanzarse desde una torre en Córdoba, pero fue capaz de planear gracias a una tela», explica al diario El Mundo Federico Yaniz, general español del Ejército del Aire ya retirado y miembro del consejo asesor del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire español (SHYCEA).
Cierto es que, durante sus primeros años de vida, la aviación fue más un mero espectáculo de masas que un medio de transporte. De hecho, la estructura a base de madera y telas de los primeros diseños, que apenas necesitaba un motor de 80 CV para volar, pronto quedó obsoleta.
Wilbur Wright a los mandos de un dañado Wright Flyer, tras un intento fallido de vuelo llevado a cabo el 14 de diciembre de 1903 en Kitty Hawk, Carolina del Norte. (Fotografía: Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos)
«El piloto iba tumbado y la maniobrabilidad era reducida. Durante los primeros veinte años, el solo hecho de subirse al aparato era una aventura peligrosa, pero el trabajo de los Wright sirvió de acicate para el resto», ha explicado el general Yaniz. De este modo, a partir del año 1914 los aviones pasaron a fabricarse en serie, y no de manera individual como había ocurrido hasta entonces.
Volar ha cambiado al hombre y al mundo. Ahora recorrer grandes distancias ya no se mide en semanas, sino en unas cuantas horas de viaje, y eso se lo debemos en gran medida a aquellos dos hermanos soñadores, aventureros y valientes.
A partir del próximo 20 de mayo todo el que lo desee podrá volver a admirar la patente de los Wright en el Museo de los Archivos Nacionales de Washington.
Imagen de portada: Fotografía original del primer vuelo con motor de la historia. A los mandos Orville Wright; a la derecha, su hermano Wilbur. (Fotografía: Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos/ John T. Daniels)
Autor: Mariló T. A.