Los ciudadanos irlandeses acudirán a las urnas a finales de mayo para decidir si la Octava Enmienda de su Constitución, que prohíbe el aborto, debe ser derogada o no. El tema es delicado, con ambos bandos haciendo campaña para defender sus puntos de vista y discutiendo acaloradamente la cuestión. A la luz de esto, algunos han decidido examinar las acciones y perspectivas de sus antepasados y de la iglesia respecto a este tema.
Con esto en mente, The Irish Times ha publicado un artículo obra de un autor y profesor asociado de religión en el Simpson College de Iowa, Maeve Callan, hablando del papel de los santos católicos en relación con los abortos en la época medieval. Callan, escribe que la suposición según la cual el catolicismo presenta el aborto como uno de los peores pecados posibles podría no ser del todo cierta. En palabras del propio investigador,
“Las biografías medievales de numerosos santos católicos irlandeses, incluida la muy querida Brígida de Kildare, dan testimonio reverentemente de abortos entre sus milagros, y los penitencialistas católicos irlandeses medievales, autoridades sacerdotales que prescribían penitencias por los pecados, a menudo célebres ellos mismos como santos, tratan el aborto como una falta relativamente menor.”
Dibujo de un manuscrito del siglo XIII del herbario de Pseudo-Apuleyo en el que podemos ver a una mujer embarazada en reposo junto a otra con una rama de menta poleo en una mano mientras prepara un brebaje con un mortero y una maja con la otra. La menta poleo era utilizada en el pasado como hierba abortiva. (Dominio público)
Estas afirmaciones resultan ciertamente chocantes para mucha gente. ¿Cuáles son los detalles?
En una antigua crónica, se cuenta que San Cainnech de Aghaboe (San Canicio) habría “bendecido el vientre” de una monja embarazada – haciendo que el bebé desapareciera al instante. En otro relato, San Ciarano de Saigir rescató a una monja llamada Bruinnech después de que ella hubiera sufrido abusos por parte de un rey local. Leemos en el texto,
“Cuando el hombre de Dios regresó al monasterio con la muchacha, ella confesó que estaba embarazada. Entonces, el hombre de Dios, llevado por el celo de la justicia y no deseando que la semilla de la serpiente prosperase, presionó hacia abajo sobre el vientre de la mujer haciendo la señal de la Cruz y lo obligó a vaciarse.”
Estatua de San Canicio, Iglesia católica de St.Canice, Kilkenny, Irlanda. (CC BY SA 3.0)
Pero Santa Brígida quizás sea la santa más famosa relacionada con los abortos en Irlanda. Cuenta la leyenda que la santa conoció a una mujer joven que tenía un embarazo no deseado, y “Brígida, ejerciendo toda la fuerza de su fe inefable, la bendijo, provocando que el feto desapareciera sin llegar a nacer y sin dolor.” Este texto fue escrito en el 650 d. C., lo que lo convierte en el más antiguo testimonio de un aborto en Irlanda.
Santa Brígida (Dominio público)
Además, Callan escribe que las pautas de los siglos VI, VIII y VIII para la penitencia necesaria después de pecar pone el aborto a un nivel relativamente bajo, al menos en comparación con los pecados sexuales de un religioso. Por ejemplo, el Penitencial de Vinnian (siglo VI) menciona como penitencia para una monja que debía ayunar a pan y agua durante seis meses después de haber abortado, y que no podía comer carne ni beber vino durante dos años. Si, por el contrario, la monja daba a luz al niño,
“(Ella hará penitencia) durante seis años, como es el juicio en el caso de un clérigo, y en el séptimo año se unirá al altar, y entonces decimos que podrá restituirse su corona y podrá ponerse un hábito blanco y ser declarada virgen.”
Hildegarda de Bingen y sus monjas. (Dominio público)
Callan muestra cómo los clérigos eran castigados de forma mucho más severa. Un clérigo que había tenido relaciones sexuales secretas en una ocasión tuvo que ayunar a pan y agua durante un año, y abstenerse del consumo de vino y carne durante dos años. Si había incurrido en esta falta más de una vez, su castigo ascendía a tres años a pan y agua y tres años más sin carne ni vino, perdiendo además su cargo como religioso. El clérigo que tenía un hijo y cometía infanticidio debía pasar tres años a base de pan y agua, y luego tres más sin consumir vino ni carne en dos terceras partes del año, además de ser castigado con un destierro de siete años.
Detalle de una A historiada (inicial de ‘Apóstata’) con la ilustración de un ex-clérigo tonsurado, armado con una espada y un escudo y con su hábito negro en el suelo, enfrentándose a un abad. (Dominio público)
Sin embargo, hay quien sostiene que el artículo del Irish Times saca de contexto esta información. Por ejemplo, Thomas Charles-Edwards, profesor emérito de la Universidad de Oxford, ha afirmado al respecto que “En estos ejemplos la intervención del santo está dirigida a restaurar el honor de la mujer en cuestión; esto no implica que el hagiógrafo pensara que el aborto no fuera un gran pecado.”
Charles-Edwards continúa explicando:
“Debe hacerse distinción entre acontecimientos milagrosos y vida ordinaria. La evidencia de las vidas de los santos incluye milagros tal como eran concebidos por los hagiógrafos posteriores. Es generalmente mala evidencia respecto a lo que realmente hicieron, más bien evidencia de lo que escritores posteriores podrían haber imaginado que sucedió.”
En cuanto a los penitenciales, el padre Healy señalaba que “dan testimonio de la aversión constante y consistente por el aborto en la tradición católica. La severidad con que era tratado sin duda ha variado según la circunstancias y la comprensión científica de la época.”
El debate sobre este tema continúa en Irlanda ante la proximidad del referéndum, y es muy probable que aún se vuelva más acalorado a medida que se acerca el 25 de mayo.
Imagen de portada: Manuscrito medieval con una ilustración de la leyenda sobre la monja que rezaba el Ave María ciento cincuenta veces al día. Fuente: Koninklijke Bibliotheek / CC BY SA 2.0
Autor: Alicia McDermott
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.