Se han descubierto recientemente en el yacimiento arqueológico de Tell el-Safi, Israel, los huesos de un asno y otros animales diversos, sacrificados ritualmente por los cananeos. El análisis de los restos animales ha revelado que los cananeos importaban estos animales del reino de los faraones para sacrificarlos.
Los cananeos que habitaban en la ciudad de Gat hace 5.000 años creían que los dioses les exigían sacrificios rituales. Según recientes investigaciones publicadas en Haaretz, los cananeos importaban animales de Egipto con este propósito. Los restos hallados recientemente, pertenecientes a un asno y varias cabras y ovejas, se remontan a los inicios de la Edad del Bronce en Canaán (2900 a. C. – 2500 a. C.). Las investigaciones han demostrado que estos animales nacieron y fueron criados en el valle del Nilo, viviendo en la ciudad cananea de Gat apenas durante un breve período poco antes de su muerte.
Gracias a las excavaciones, dirigidas por Aren Maeir de la Universidad Bar-Ilán, se ha desenterrado una parte muy importante de la historia relacionada con el comercio entre Egipto y Canaán en este período. Es la primera vez que los investigadores han hallado huesos de animales que habían sido vendidos como mercancía en el comercio exterior de esta época. Hasta ahora sólo se habían encontrado restos de este tipo de mediados de la Edad del Bronce y épocas posteriores.
Pintura de una tumba de la dinastía XII que parece mostrar en su panel superior dos cabras a punto de ser sacrificadas. (Public Domain)
Los restos del asno sacrificado se encontraron bajo los cimientos de un edificio. Como ha explicado Maeir a Haaretz:
Parece que este asno fue un ‘sacrificio de cimentación’ realizado antes de la construcción de una vivienda. Se conocen ofrendas y/o sacrificios rituales similares de asnos en otros yacimientos de Israel de principios de la Edad del Bronce y en diversas antiguas fuentes escritas del Próximo Oriente (entre ellas la Biblia).
Los investigadores han explicado que los animales sacrificados eran colocados en una posición concreta tras darles muerte. Se les ataba la cabeza al cuerpo y a continuación se les depositaba en la fosa.
Asno sacrificado en un ritual cananeo, restos óseos descubiertos ‘in situ’ en el yacimiento de Tell es-Safi (Gat). El análisis de sus dientes ha demostrado que nació y fue criado en el antiguo Egipto. Fotografía: Richard Wiskin.
Las cabras y ovejas también habían nacido y se habían criado en el valle del Nilo. Sin embargo, se desconoce por qué los cananeos las compraron en Egipto, ya que podrían haberlas conseguido fácilmente mucho más cerca. En el caso del asno, Egipto era el principal exportador de estos animales.
El asno era un animal muy importante en el antiguo Egipto y en muchas otras regiones del Medio Oriente. Fueron domesticados en el norte de África hacia los milenios V a. C. o IV a. C., y se convirtieron rápidamente en animales de una gran relevancia económica, simbólica y religiosa en la región. Los asnos eran utilizados para arar los campos antes de sembrar y como medio de transporte. Un relieve datado en la época del Imperio Antiguo nos muestra a un funcionario sentado sobre una caja de madera que pendía entre dos asnos, una escena que refleja claramente su importancia en este período.
Asno en una pintura egipcia: 1298 a. C. – 1235 a. C. (Public Domain)
El asno, o más concretamente la burra, era también uno de los protagonistas de las leyendas relacionadas con los tratamientos de belleza de la reina Cleopatra VII. Como escribía April Holloway en Ancient Origins el 27 de diciembre del año 2014:
“La leche de burra era muy apreciada en la antigüedad como elixir de longevidad, panacea para la curación de muy diversos males y potente tónico capaz de rejuvenecer la piel. Cleopatra, reina del antiguo Egipto, se bañaba al parecer en leche de burra todos los días para conservar su belleza y aspecto juvenil, mientras que el antiguo médico griego Hipócrates ya escribió acerca de sus increíbles propiedades medicinales. Parece ahora que el interés en la leche de burra está experimentando un renovado interés después de que el papa Francisco confesara haberla tomado de niño, y se han observado notables resultados al administrarla a enfermos de psoriasis, eczema y asma.
Cuenta la leyenda que Cleopatra (69 a. C. – 30 a. C.), último faraón de Egipto, insistía en tomar un baño diario en leche de burra para mantenerse bella y rejuvenecer su piel, y parece ser que se necesitaban 700 de estos animales para proporcionar la cantidad de leche necesaria. Se creía entonces que la leche de burra aportaba a la piel una mayor delicadeza, mantenía su blancura y eliminaba arrugas faciales.
Según el antiguo historiador Plinio el Viejo, Popea Sabina (30 d. C. – 65 d. C.), esposa del emperador romano Nerón, abogaba también por la leche de burra como tratamiento de belleza, y parece ser que la acompañaban en sus viajes auténticas caravanas de burras para así poder bañarse en su leche a diario. La hermana de Napoleón, Paulina Bonaparte (1780-1825), también utilizaba leche de burra para dar tersura a su piel.
El médico griego Hipócrates (460 a. C. – 370 a. C.) fue el primero que escribió sobre las virtudes medicinales de la leche de burra, prescribiendo su uso como tratamiento para diversos males, como problemas de hígado, enfermedades infecciosas, fiebres, hemorragias nasales, envenenamiento, dolor de articulaciones y heridas.
El historiador romano Plinio el Viejo (23 d. C. – 79 d. C.) también escribió ampliamente acerca de los beneficiosos efectos de la leche de burra. En su obra enciclopédica Naturalis Historia, volumen 28, refiriéndose a los remedios de origen animal, Plinio añade a la lista de dolencias que se pueden tratar mediante leche de burra la fatiga, manchas oculares, fragilidad dental, arrugas faciales, ulceraciones, asma y ciertos trastornos ginecológicos.”
Imagen de portada: Relieve del antiguo Egipto en el que aparecen asnos. Museo Egipcio de Berlín (Frank M. Rafik / Flickr)
Autor: Natalia Klimzcak
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.