En todo el mundo y desde tiempos inmemoriales, numerosos soberanos que ascendían al trono afirmaron que su autoridad había sido decretada por Dios. En Europa se denominaba a esta creencia derecho divino real, y en China mandato de los cielos. Al parecer, en las antiguas sociedades mayas de Mesoamérica existía un concepto similar, aunque desconocemos qué nombre se le daba.
Algunos investigadores que se encuentran trabajando en un yacimiento prehistórico de Belice creen que en un grupo de montículos realizados por la mano del hombre cercanos a una cueva sagrada tenían lugar ceremonias de ascenso al trono en las que los reyes buscaban la aprobación de los dioses.
Los arqueólogos Holley Moyes, Mark Robinson, y Keith M. Prufer escriben en el número de febrero del 2016 de la revista especializada de acceso restringido Antiquity:
“Creemos que en la cueva de Kayuko Naj Tunich tenían lugar ceremonias de ascenso al trono de la dinastía real conforme al sistema político de los antiguos mayas de Uxbenká, al sur de Belice. Poco sabemos, sin embargo, acerca de las estructuras a las que se denomina ‘Grupo de Túmulos de Kayuko’ y que se alzan cerca de la cueva. Pero las recientes excavaciones han aportado pruebas que permiten datar el complejo, y la investigación empírica ha calculado los costes laborales que habría acarreado su construcción. Los resultados sugieren que aunque tanto en el grupo de túmulos como en la cueva tenían lugar ceremonias reales de ascenso al trono, los primeros albergaban festividades de corta duración en contraste con la duradera trascendencia de las celebraciones de Kayuko Naj Tunich.”
Fotografía aérea del risco kárstico en el que se encuentra la cueva de Kayuko Naj Tunich. Las gentes del lugar llaman a esta torre en lengua Mopán ‘Suk Tunich’, Roca Blanca. (Holley Moyes)
En la cultura maya, las cuevas “poseen conexiones místicas con los humanos primordiales y son consideradas entradas a las sagradas entrañas de la tierra, así como al inframundo, un lugar terrorífico habitado por seres malignos y poderosos.” Las bocas de las cuevas también se consideraban asociadas a dioses benéficos, como el dios de la lluvia Chac. En palabras de los autores del estudio:
Basándonos en la documentación etnohistórica, la variedad de asentamientos mesoamericanos durante el establecimiento de las comunidades más antiguas se centraba en la importancia de las cuevas en las que se podía apaciguar a estas deidades. Por esta razón, no resulta sorprendente que con el paso del tiempo, las cuevas se convirtieran en lugares de poder con la posibilidad de ser utilizados para legitimar la autoridad de las élites.
Quemador de incienso que representa al dios maya de la lluvia, Chac. (Public Domain)
En el año 2009, los investigadores limpiaron y excavaron los túmulos, realizando también mapas y planos de estas estructuras para investigar sus técnicas constructivas. Tanto la cueva como los túmulos se encuentran sobre un risco de karst (entorno formado por la disolución de rocas solubles como calizas, dolomitas y yesos) que domina el río que corre en sus cercanías. Están bastante lejos de las casas y granjas de la ciudad, lo que ha llevado a los autores a sugerir la posibilidad de que este complejo pudiera haber sido un lugar de peregrinación o de celebración de festividades religiosas.
El uso de los centros de peregrinación habitualmente era continuo, mientras que aquellos lugares en los que se celebraban festividades religiosas solo eran utilizados en ocasiones especiales, para a continuación limpiarse y dejarse listos para la próxima celebración. Los investigadores conjeturan que los túmulos se levantaron para algún evento o serie de eventos porque son menos elaborados y su construcción más rápida que la de emplazamientos que requieren un uso continuo.
Mapa basado en los datos obtenidos mediante LiDAR (Laser Imaging Detection and Ranging – Toma de imágenes, detección y medición por láser) en el que se observa el complejo ritual en conjunto (Kayuko Naj Tunich y el Grupo de Túmulos de Kayuko); en la imagen inserta arriba a la izquierda podemos apreciar la cercanía entre Uxbenká y el complejo ritual. (Cortesía del Uxbenká Archaeological Project y el Uxbenká Cave Project).
La iconografía del yacimiento muestra vestigios de estructuras temporales de madera (tarimas) que no sobrevivieron el largo tiempo transcurrido desde su construcción, que habría tenido lugar en el siglo III d. C. o IV a. C., (contemporáneo a la construcción de la cueva). Escriben los autores al respecto:
“Kayuko Naj Tunich es una de las cuevas arquitectónicamente más elaboradas de las llanuras mayas, y cuenta incluso con escaleras y revestimientos en suelos y paredes. Contiguo a la puerta trasera de la cueva había un altar formal de mampostería sobre el que descansaba una pieza de madera labrada con forma de cuenco o pequeña ‘canoa’, de ahí el nombre de la cueva. Basándose en la datación realizada mediante AMS (Aceleradores de Espectrometría de Masas) a partir de una viga de madera que soporta el terraplén del suelo y sus elementos asociados, la construcción inicial del santuario de la cueva estaría datada entre los años 240 a. C. y 339 a. C.”
La cueva fue reformada o reconstruida hasta aproximadamente el 600 d. C., pero el mantenimiento de los túmulos no se prolongó durante tanto tiempo.
El equipo de arqueólogos contrató obreros para recrear la cantidad de trabajo invertida en el transporte del material y la construcción de los túmulos. Descubrieron de este modo que la Estructura 1 (de un total de seis) requirió unas 3.300 horas de trabajo para el traslado de los bloques de arenisca y piedra caliza.
“Aunque no tenemos forma real de calcular el número de individuos que participaron en la construcción del complejo, podemos plantear algunas posibilidades. Uxbenká albergaba una población de 1500-2600 personas a principios del período Clásico Temprano. Utilizando el mínimo de esta estimación y suponiendo hogares de cinco personas formados por una pareja y sus hijos, así como un 10% de población de la élite que estaría exenta del deber de trabajar para la comunidad, los proyectos dirigidos por estas élites podrían haber reclutado un obrero varón de cada vivienda familiar, siendo el número de éstas 270.”
Participantes en el experimento cargan con piedras utilizando mecapales (Fotografía: Mark Robinson).
Los arqueólogos calcularon que podrían haberse necesitado 50 obreros trabajando cinco horas al día durante unos 30 días para construir los túmulos. O, en el caso de que se emplearan entre 200 y 300 obreros, los túmulos podrían haberse construido en un plazo de entre cinco y ocho días. Según los investigadores, sus cálculos demuestran que la construcción de estos túmulos no implicó una onerosa cantidad de tiempo, especialmente si se llevó a cabo en la época del año en que las labores agrícolas eran más ligeras.
Imagen de portada: Escultura de terracota del dios maya de la lluvia Chac expuesta en el Museo de Young, San Francisco. Fotografía: Public Domain
Autor: Mark Miller
Traducción: Rafa García
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.