Cortar cabezas como una forma de establecer el poder y la veneración de la cabeza como trono del alma y motor espiritual del cuerpo era una antigua práctica que nació en Europa en una época tan lejana como el Mesolítico, hace aproximadamente 13.000 años. Esta antigua herencia europea fue adoptada mucho más tarde por las culturas celtas, en las que la adoración de la cabeza se convirtió en un elemento central de su ideología, expresada en sus artes, obras de artesanía, mitos y leyendas.
Pero cuando el imperio celta de Europa estaba derrumbándose bajo el peso de la Iglesia en el siglo VI, al otro lado del mundo los miembros de la cultura de La Ramada, localizada en el valle de Vítor del sur de Perú, al parecer también coleccionaban las cabezas de sus enemigos, y posiblemente incluso las de sus propios guerreros muertos en combate.
Uno de los 27 pozos funerarios descubiertos en el valle de Vítor peruano. Imagen: María Cecilia Lozada
Enterrados en 27 fosas, excavadas entre 3 y 4 metros bajo tierra, los arqueólogos hallaron “los restos de al menos 60 personas con casi 1.500 años de antigüedad” incluyendo “seis cabezas trofeo,” algunas de las cuales se conservaron gracias al clima árido de la región, que provocó la momificación natural de parte de los restos. Cada fosa albergaba varios cuerpos, con los bebés enterrados junto a los cuerpos de mujeres adultas.
María Cecilia Lozada, investigadora asociada y profesora de antropología en la Universidad de Chicago, dirigió el equipo de excavación que presentó sus hallazgos el pasado mes de abril en la reunión anual de la Sociedad para la Arqueología Americana celebrada en Washington DC. Lozada comentaba para los reporteros de Live Science: “Vemos gran cantidad de telas hermosas y emplumadas enterradas con estas personas.”
Algunas de las hermosas telas enterradas con las personas en las fosas funerarias, conservadas gracias al clima seco de esta región peruana. Imagen: María Cecilia Lozada
Sorprendentemente, dentro de las fosas funerarias los arqueólogos también encontraron cabezas trofeo que más tarde descubrieron que habían sido decapitadas de sus cuerpos en algún momento después de su muerte. Los arqueólogos peruanos se dividen según ‘a quién’ creen que habrían pertenecido estas cabezas: algunos especialistas sostienen que procedían de enemigos muertos en batalla, pero Lozada cree que estas cabezas en concreto son de personas “que vivían en la misma comunidad y encontraron la muerte en una batalla en el exterior.”
Lozada añadía que “Las cabezas podrían no pertenecer a enemigos, sino quizás a combatientes del propio grupo,” argumentando que “tal vez sus camaradas trajeron las cabezas del campo de batalla para que pudieran ser enterrados con la gente de su propia comunidad,” aunque la investigadora admite que “es sólo una teoría.”
Para resolver esta duda, Lozada y su equipo planean analizar el ADN y ciertos isótopos (átomos de un elemento con diferente número de neutrones) de las cabezas trofeo, momias y esqueletos para revelar pistas relacionadas con dónde se criaron estas personas y determinar finalmente si las cabezas trofeo están emparentadas con las momias y esqueletos, o no. Los resultados de este proyecto de investigación se publicarán en el futuro en una revista científica.
Momias del cementerio de Chauchilla, situado a 30 kilómetros de Nazca. (CC BY-SA 2.5)
Mientras los científicos se ocupan de los isótopos, el resto de nosotros tendrá suficiente con aprender un poco acerca de las prácticas de antiguas culturas peruanas de la misma época en relación con las cabezas trofeo. Se sabe que la cultura Nazca de Perú, más conocida por sus enigmáticas líneas de Nazca, cientos de imágenes estilizadas y alineamientos trazados en la llanura costera peruana, habría participado en la caza de cabezas, algo evidente en las llamadas "cabezas trofeo" que aparecen en la iconografía de la cerámica Nazca y representan cabezas decapitadas clavadas en postes, colgadas de estandartes, siendo llevadas por los guerreros y exhibidas en medio de grupos de gente.
Al menos 100 cabezas cortadas ritualmente han sido descubiertas desde principios del siglo XX, y de forma similar a las seis cabezas trofeo de las que hablamos en este artículo, el análisis de estas cabezas de Nazca sugirió que fueron separadas del cuerpo al ser cortadas con un afilado cuchillo de obsidiana afilada antes de que la base del cráneo se partiera.
Cabezas trofeo con cuerdas y agujeros junto con un cráneo deformado/manipulado, todos ellos desenterrados cerca de Nazca. (CC BY-SA 2.0)
Otra característica similar de ambas culturas peruanas son los pequeños agujeros perforados en el centro de la frente para enroscar cuerdas con las que colgar o llevar las cabezas. Un reciente artículo de Ancient Origins sobre cabezas trofeo en el antiguo Perú llegaba a la conclusión de que “El uso de cabezas decapitadas en Nazca ha sido comparado con el de los indios jíbaros del este de Perú y Ecuador, más famosos quizás por reducir las cabezas decapitadas de sus víctimas.”
Tanto en la cultura Nazca como entre los jíbaros, las cabezas eran apreciados objetos sagrados que han sido hallados en muy variados entornos rituales antes de ser sepultadas ceremonialmente. Además, las cabezas de los Nazca eran todas enterradas junto a los cementerios, lo que sugiere que tenían funciones rituales relacionadas con los difuntos y el paso del alma al más allá.
Parecería que en el antiguo Perú y en Europa, hasta la época medieval, la gente tenía mentalidades similares en lo tocante a la importante función de las cabezas, tanto en esta vida como en la futura.
Imagen de portada: Una de las seis cabezas trofeo descubiertas en las 27 fosas funerarias. Fuente: María Cecilia Lozada
Autor: Ashley Cowie
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.