Un equipo de arqueólogos alemanes y egipcios que se encuentra examinando las ruinas de un antiguo templo consagrado al faraón Nectanebo I ha descubierto recientemente bloques de construcción y fragmentos desprendidos del techo pertenecientes a este templo. El techo estaba decorado con estrellas, y las autoridades esperan poder reconstruir y restaurar el santuario en un futuro no muy lejano.
Este faraón de la XXX Dinastía, cuyo nombre también se escribe como Nakhtanebu, vivió en el siglo IV a. C. Su Casa fue el último linaje real de origen Egipcio antes de que los Persas conquistaran el país en el 343 a. C. y depusieran al nieto de Nectanebo.
El equipo ha desenterrado bloques del santuario de este faraón mientras se encontraba trabajando en el distrito de Ain Shams de la ciudad de El Cairo, que era conocido como la ciudad de Oun en la antigüedad, según informa Ahram Online. El equipo también encontró adobes que habrían formado parte de un cercado que rodeaba Oun.
Los bloques de este santuario miden entre 75 cm (30 pulgadas) y 1,25 metros (50 pulgadas). Están tallados a partir de roca basáltica y sobre su superficie están grabados los nombres de las regiones egipcias de la época. Dos de los bloques también muestran al dios Hapi con ofrendas en sus manos.
Oun es una de la ciudades egipcias más antiguas, pero fue destruida en gran medida cuando se utilizaron las piedras de sus templos y edificios para construir la ciudad de El Cairo en la época Medieval, según podemos leer en Ahram Online.
En Abril del presente año, el equipo que se encontraba excavando el Templo de Heliópolis descubrió parte de una estatua real del faraón Merineptah, muy anterior a Nectanebo—de la XIX Dinastía (1291 a. C. – 1187 a. C.). Merineptah aparecía representado realizando ofrendas a los dioses. Los arqueólogos hallaron además cerámica y otras pruebas de presencia humana en el lugar procedentes de las épocas dinástica y predinástica.
En uno de los bloques de basalto que formó parte del santuario de Nectanebo descubierto la pasada primavera aparece grabado un halcón. Este ave rapaz representa a menudo al dios Horus.
Este bloque de basalto con un halcón grabado sobre su superficie fue descubierto este mismo año en el santuario de Nectanebo (Foto: Ministerio de Antigüedades egipcio)
El final del Período Tardío (404 a. C. – 343 a. C.) fue muy convulso en el antiguo Egipto. La nación llevaba un tiempo sometida a Persia, pero consiguió conquistar su independencia y mantenerla durante unos sesenta años, aunque solo para volver a caer bajo el dominio persa poco antes de la conquista de Alejandro.
El faraón Nectanebo I reinó desde el 379 a. C. hasta el 360 a. C., tras derrocar al monarca de la XXIX Dinastía, Neferites. El nieto de Nectanebo, Nectanebo II, era faraón cuando los persas reconquistaron Egipto hacia el 343 a. C.
El dominio persa debió parecerles un pesado yugo a los soberanos egipcios, pero pudo muy bien resultar beneficioso para el pueblo llano, ya que los gobernantes persas abolieron la esclavitud e instituyeron otras reformas humanitarias cuando llegaron al poder. Los reyes persas extendían sus decretos a las tierras que conquistaban y garantizaban la libertad religiosa.
En un cilindro de arcilla que se ha dado en llamar “primera Carta de los Derechos Humanos”, el rey Ciro de Persia habla de derogar los “improcedentes yugos” de los Babilonios y suprime los trabajos forzados. Al parecer los gobernantes persas también donaban carne y cereales a los más pobres, aunque a juzgar por la información que aparece en la web de The Circle of Ancient Iranian Studies no está claro si estas raciones también se repartieron en Egipto.
Por aquel entonces, Alejandro quería conquistar Egipto y sus puertos porque necesitaba una base costera por razones militares y comerciales.
Restos del busto del Faraón Merineptah (Foto: Ministerio Egipcio de Antigüedades)
El fin de la XXX Dinastía llegó aproximadamente una década antes de la conquista de Alejandro. Nectanebo II, nieto del hombre cuya efigie aparece en el santuario desenterrado este año, había huido a Sudán en el 343 a. C. para escapar a las incursiones de los persas. Los persas, a su vez, se marcharon cuando llegó Alejandro con su ejército. El gobernador persa de Egipto, Mazaces, se reunió con Alejandro sin ir acompañado de fuerza armada alguna y le entregó 800 talentos de oro de su tesorería. Mazaces pasó a formar parte de la nueva administración del gobernador Cleomenes, y fundó la casa real de la moneda egipcia hacia el 331 a. C.
Tras la muerte de Alejandro, la dinastía Ptolomaica reinó en Egipto hasta el 30 a. C. aproximadamente, cuando Julio César conquistó el país. A continuación, Egipto estuvo bajo dominio del Imperio Bizantino hasta ser finalmente conquistado por los árabes en el siglo VII d. C.
Imagen de portada: Grabado del santuario descubierto recientemente en El Cairo en el que aparece representado Nectanebo I, uno de los últimos faraones de origen egipcio que reinó antes de la conquista de Alejandro Magno. (Ahram Online photo)
Autor: Mark Miller
Traducción: Rafa García
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.