En las plácidas aguas del lago más profundo de América Central, un equipo internacional de científicos se ha involucrado en un emocionante proyecto de investigación de varios años. Bajo la autoridad del Museo Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), han estado explorando, mapeando y fotografiando los restos de una antigua ciudad maya conocida como Samabaj, que se encuentra sumergida 55 pies (16,7 metros) bajo la superficie de una montaña. resguardado del lago de Atitlán, la principal atracción turística de Guatemala.
Las inmersiones más recientes en Samabaj fueron dirigidas por la consultora del INAH Helena Barbra Meinecke, quien encabeza la subdirección de arqueología subacuática de la península de Yucatán de esa organización. El proyecto de exploración en curso, que se lanzó en 2017, también cuenta con el pleno apoyo y la cooperación del Consejo Consultivo Científico y Técnico (STAB) de la UNESCO. Arqueólogos submarinos de México, Guatemala, Bélgica, España, Francia y Argentina han participado en inmersiones a lo largo de los años, y la ciudad submarina ahora ha sido explorada y mapeada extensamente como resultado de estos esfuerzos.
Parte de la ciudad maya sumergida en el lago de Atitlán, en Guatemala. (INAH)
La ciudad de Samabaj fue construida y ocupada en algún momento durante la era preclásica tardía maya, que duró desde el 400 a. C., hasta el 250 d. C. La ciudad era un asentamiento completamente desarrollado y densamente ocupado que presentaba todas las estructuras asociadas con la cultura urbana y espiritual maya, incluidos templos, plazas, estelas y monumentos de piedra, y viviendas domésticas.
Además de las inmersiones reales, los científicos involucrados en este proyecto han estado utilizando tecnología de detección remota para generar datos más precisos sobre las estructuras submarinas que permanecen en pie en Samabaj. Este tipo de datos ha ayudado a los investigadores a crear lo que se conoce como un mapa planimétrico, que puede revelar el tamaño y las dimensiones reales de un sitio antiguo.
“Con esta planimetría podemos hablar de un sitio que mide por lo menos 200 por 300 metros [650 por 980 pies]”, afirmó Helena Barba Meinecke, en un boletín de prensa difundido por el INAH.
Sorprendentemente, Samabaj no se construyó a lo largo de la orilla del lago Atitlán, solo para luego inundarse cuando el nivel del agua subió. En cambio, se construyó en una pequeña isla que una vez atravesó la superficie del extenso lago, proporcionando suficiente área de tierra para construir una ciudad maya.
El lago de Atitlán se formó en el cráter de un volcán que explotó en una erupción masiva hace 84.000 años. Actualmente cubre 50 millas cuadradas (130 kilómetros cuadrados) de superficie y alcanza una profundidad de 1,120 pies (340 metros).
Apacible paisaje de un amanecer en los muelles de Panajachel, Lago Atitlán, Guatemala. (Mltz/Adobe Stock)
Sin embargo, sus dimensiones podrían haber sido algo diferentes en el pasado, ya que los científicos creen que otro evento volcánico de gran impacto tuvo lugar en la región hace aproximadamente 2000 años, más o menos unos pocos siglos. Este evento provocó disturbios sísmicos en el lecho del lago, lo que provocó que los niveles del agua aumentaran rápida y dramáticamente. Como resultado de esta calamidad, toda la isla sobre la que se asentaba Samabaj habría desaparecido bajo la superficie del lago, obligando a cientos o tal vez a miles de personas a evacuar lo más rápido posible.
Si bien la ciudad que dejaron atrás fue abandonada para siempre, las aguas profundas y frías del lago de Atitlán han ayudado a mantener sus restos en perfectas condiciones, para deleite de los arqueólogos submarinos que han estado estudiando el sitio con tanta atención.
Arqueólogo subacuático inspeccionando un muro restante de la ciudad maya sumergida de Samabaj, en el lago Atitlán, en Guatemala. (INAH)
Samabaj se concentró en un área relativamente pequeña. Sin embargo, las personas que construyeron esta ciudad condensada se aseguraron de incluir todas las características normalmente asociadas con un asentamiento maya.
En este punto, los investigadores no pueden decir con certeza qué grupo maya construyó este complejo urbano en particular. Pero tienen dos candidatos obvios.
Las personas que vivían cerca del lago hace 2000 años pertenecían principalmente a dos grupos de personas mayas, los Tz'utujil y los Kaqchikel. Estos últimos han llegado a ser vistos como actores históricos bastante traicioneros, porque optaron por aliarse con los invasores europeos durante la conquista española del siglo XVI. Lo hicieron para ganar el apoyo español en sus últimas guerras contra sus enemigos jurados, los Tz'utujil y K'iche' Maya.
Como era de esperar, la duplicidad de los Kaqchikel no tuvo un final feliz. Los traidores de sus vecinos mayas fueron ellos mismos traicionados y finalmente conquistados por los españoles, que no estaban interesados en compartir el poder o la riqueza con la población nativa.
Las exploraciones en el sitio submarino del lago Atitlán continuarán en temporadas futuras. Pero el INAH planea transferir la responsabilidad del proyecto a arqueólogos subacuáticos guatemaltecos. La seguridad está a cargo de los habitantes del pueblo junto al lago de Santiago Atitlán, quienes prometieron evitar que buzos no autorizados saqueen o destrocen el sitio.
Mientras tanto, el público pronto tendrá la oportunidad de realizar una visita virtual a Samabaj, para ver cómo se habría visto en el momento en que se construyó.
En cooperación con la Fundación Albenga, una organización de arqueología subacuática con sede en Argentina, y el Museo del Lago de Atitlán, el gobierno de Guatemala aprobó un nuevo proyecto conocido como “Arqueología subacuática en el Lago de Atitlán. Samabaj 2003 Guatemala”. Este proyecto culminará con la creación de un centro cultural, donde los visitantes podrán recorrer una vívida reconstrucción digital de la ciudad que se hundió bajo las aguas del lago Atitlán hace aproximadamente 2000 años.
Imagen de Portada: INAH colabora en la exploración de una ciudad maya sumergida en el lago de Atitlán, en Guatemala. Fuente: INAH
Autor Nathan Falde