El libro, de gran valor histórico y espiritual, ha sido llamado erróneamente Libro Sagrado o Biblia de los mayas «k’iche», y está compuesto por una serie de relatos que tratan de explicar entre otras temáticas el origen del mundo, de la civilización, de diversos fenómenos que ocurren en la naturaleza, etc. Estos seres creadores de la humanidad son mencionados en el Popol Vuh como «el Creador, el Antiguo, el Dominador, la Serpiente Emplumada, («Ellos» que engendran), «Ellos» que dan la existencia, cerniéndose sobre el agua como una luz al amanecer». Pero ¿qué significa todo esto?
Originalmente se pensaba que los antepasados mayas utilizaban el término «Ellos» cuando intentaban hablar de los «creadores de la humanidad» (dioses, los seres celestiales). Curiosamente, relatan cómo todo llegó a ser y, a través de estas líneas del Popol Vuh, podremos apreciar claramente la supuesta influencia que tuvieron «Ellos» en la creación del hombre. De este modo, al leer el capítulo uno del libro encontramos lo siguiente:
«Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz (Serpiente Emplumada). De grandes sabios, grandes pensadores es su naturaleza. De esta manera existía el cielo y también el Corazón del Cielo, que éste es el nombre de Dios. Así contaban. Llegó aquí entonces la palabra, vinieron junto con Tepeu (el Dominador) y Gucumatz (la Serpiente Emplumada), en la oscuridad de la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento. Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre. Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán. El primero se llama Caculhá Huracán (El Relámpago). El segundo es Chipi-Caculhá (El Surco del Relámpago). El tercero es Raxa-Caculhá (El Rayo que Golpea). Y estos tres son el Corazón del Cielo.»
Primera página del manuscrito del Popol Vuh guardado en la Biblioteca Newberry de Chicago, Estados Unidos. (Dominio público)
Es interesante señalar que el Creador, el Antiguo, el Dominador y la Serpiente Emplumada no sólo CREARON al hombre, sino que además:
«Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como se hizo la creación de la tierra. ¡Tierra!, dijeron, y al instante fue hecha. Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación, cuando surgieron del agua las montañas; y al instante crecieron las montañas. Solamente por un prodigio, sólo por arte mágica se realizó la formación de las montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los cipreses y pinares en la superficie. Y así se llenó de alegría Gugumatz, diciendo: ¡Buena ha sido tu venida, Corazón del Cielo; tú, Huracán, y tú, Chípi-Caculhá, Raxa-Caculhá! Nuestra obra, nuestra creación será terminada, contestaron. La tierra entonces fue cubierta con las diversas formas de vida animal. El Creador y el Antiguo dice a los animales: Decid, pues, nuestros nombres, alabadnos a nosotros. Pero ¡los animales no podían hablar como un hombre! Entonces dijeron sus autores: Nuestra gloria aún no es perfecta, ya que vosotros no podréis invocarnos. Guaridas y alimentos tendréis, pero en cuanto a tu carne, se comerá. Este es tu destino.»
¿Leemos en este antiguo texto que varias veces «Ellos» trataron de crear al hombre? Parece como si estos seres hubiesen fallado al principio y entonces «Ellos» se sentaran en el «cielo» y lo pensaran bien una vez más. Pero, ¿puedes sentarte literalmente en el cielo? Bueno, probablemente, si estás en un avión u otro vehículo… ¿verdad? A continuación exponemos un resumen de lo aportado por estos antiguos textos:
Árbol genealógico de los dioses y semidioses mencionados en el Popol Vuh. (Xjunajpù/CC BY-SA 3.0)
«Vamos a intentarlo de nuevo, hagamos de ellos los que han de ser nuestros vehículos y alimentadores.»
Así que los Creadores estaban decididos a crear al hombre:
«De la tierra roja ellos moldearon su carne; pero cuando lo hicieron, vieron que no era bueno. Él era incoherente, no tenía fuerzas, era inepto, acuoso; había sido dotado con el habla, pero no tenía la inteligencia; y luego se consumió en el agua sin ser capaz de mantenerse en pie».
Parecía como si el Creador, el Antiguo, el Dominador, la Serpiente Emplumada, «Ellos» que engendran, «Ellos» que dan existencia, no hubiesen quedado satisfechos con su creación y volvieran a desaparecer para reunirse de nuevo:
«Una vez más los dioses entraron en consejo. Se decidió que el hombre fuera hecho de la madera del tzité (alcornoque), y la mujer de la médula del zibac (sauce); pero el resultado no fue satisfactorio: eran meramente maniquís de madera. Y éstas han sido las personas que han habitado la superficie de la tierra. Existieron y se multiplicaron, pero no tenían ni el corazón ni la inteligencia, ni la memoria de sus creadores. Llevaban una vida inútil y vivían como los animales. No eran sino un intento de hombres. Debido a que no dirigían sus pensamientos hacia el Corazón de los Cielos, la faz de la tierra se oscureció, y una triste lluvia comenzó a caer. Llegaron (entonces) todos los animales, grandes y pequeños (y los hombres fueron) golpeados en sus propias caras con palos y piedras. Todos los que les habían servido hablaron, para atormentarlos; incluso sus utensilios tomaron forma y voz para añadirse a su miseria. Entonces los hombres corrían de aquí para allá, desesperados. Buscaron refugio en los tejados, pero las casas se derrumbaron sobre ellos; trataron de subir a los árboles, pero los árboles les tiraban abajo; intentaron entrar en las cavernas, pero las cavernas se cerraron ante ellos. De esta manera se logró la destrucción de estas criaturas, salvo unos pocos de sus descendientes que ahora existen en el bosque como pequeños monos.»
Busto de la Serpiente Emplumada en el Templo de Quetzalcóatl de Teotihuacán, México. (James/Flickr)
La tercera parte del Popol Vuh continúa la historia de la creación con el siguiente texto:
«Una vez más los dioses comulgaron juntos, y el Creador y el Antiguo hicieron cuatro hombres perfectos: su carne estaba compuesta enteramente de maíz amarillo y blanco. El nombre del primero era Balam-Quitze; el del segundo, Balam-Agab; el del tercero Mahucutah; el del cuarto, Iqi-Balam.»
Y aquí llega la parte más interesante del Popol Vuh:
«Ellos no tenían ni padre ni madre, ni nacieron por efecto de los agentes ordinarios en la obra de la Creación, sino que su venida a la existencia fue un milagro extraordinario causado por la intervención especial del Creador: Verdaderamente al fin, los dioses veían a unos seres que eran dignos de su origen.»
Como se puede observar, en párrafos anteriores del Popol Vuh tenemos descripciones detalladas de cómo los seres, que no eran de la Tierra, CREARON al hombre: el Creador, el Antiguo, el Dominador, la Serpiente Emplumada, «Ellos» que engendran, «Ellos» que dan la existencia, habían tenido una comunión muy estrecha en varias ocasiones, y después de varios intentos «ELLOS» crearon a la humanidad.
Imagen de portada: Ilustración en la que se observan rituales y ofrendas de los mayas a sus dioses. (Código Oculto)
Autor: Código Oculto
Este artículo fue publicado con anterioridad en Código Oculto y ha sido publicado de nuevo en Ancient Origins en Español con permiso.