Las gladiadoras (‘gladiatrix’) han sido consideradas una mera leyenda durante años. No obstante, décadas de investigaciones han hecho posible confirmar finalmente su existencia e importancia en la cruel cultura de los combates de gladiadores de la antigua Roma.
Las gladiadoras eran llamadas a menudo ‘Amazonas’. En Roma, al pueblo le gustaba verlas luchar en estadios como el Coliseo, y realmente las creían legendarias ‘amazonas’ llegadas de lejanas tierras del Este. En los antiguos relieves se representa a las gladiadoras ataviadas y equipadas de forma similar a los gladiadores varones, aunque había diferencias significativas entre unas y otros.
Para empezar, las gladiadoras no llevaban casco ni túnica. En lugar de la túnica, llevaban solamente un taparrabos. También utilizaban una espada llamada gladius, y protectores para brazos y piernas, además de un escudo para proteger el cuerpo. La ausencia de cascos en la mayoría de las gladiadoras resulta interesante. Había unos pocos gladiadores varones que tampoco utilizaban casco, aunque parece que en el caso de las luchadoras, la razón para no usarlo era diferente. Las mujeres no llevaban cascos habitualmente para exhibir sus peinados femeninos como una obvia demostración del sexo de las luchadoras.
El Ludus magnus de Roma: barracones para gladiadores construidos por el emperador Domiciano (81 d. C. – 96 d. C.), vista desde la Via Labicana. Al fondo, el Coliseo. (Public Domain)
El uso de gladiadoras estaba estrechamente relacionado con la decadencia y la lujuria. Los registros escritos, como los de Dion Casio, Petronio y Juvenal, demuestran que es muy probable que los combates femeninos fueran muy lascivos debido a lo poco frecuentes que eran las gladiadoras. Las mujeres gladiadoras eran también utilizadas como objetos sexuales por las élites romanas. Las gladiatrix representaban por tanto la autoindulgencia de parte de la élite más pudiente. Las mujeres combatientes eran parte importante de las fiestas privadas de los nobles, y en ocasiones eran invitadas a las viviendas particulares para entretener a los huéspedes.
Recreación de un antiguo combate de gladiadoras (trooper111 / CC BY-NC-SA 3.0)
La diferencia esencial entre gladiadores y gladiadoras era que las luchadoras no eran esclavas en un principio. Es bastante posible que en períodos posteriores mujeres esclavas combatieran en los circos, pero las primeras Gladiatrix eran mujeres libres que buscaban una vida aventurera.
Habitualmente eran mujeres romanas de clase acomodada a las que les gustaba luchar y lo consideraban una diversión, un deporte, o lo creían una forma de ocupar un lugar especial en su sociedad. Según Tácito (56 d. C. – 117 d. C.), raras veces había nobles entre los espectadores, pero al mismo tiempo, sus combates eran extraordinariamente populares. No obstante, también se dice que hubo senadores que se deshonraron por ver a las gladiadoras en el anfiteatro.
Estas mujeres tampoco combatían por dinero, puesto que ya eran muy ricas. Por esta razón, se ha afirmado que probablemente buscaran atención, emociones y notoriedad. Todo lo que necesitaban para alcanzar estos objetivos era recibir un permiso especial del individuo que concertaba los combates.
Las gladiadoras probablemente aparecieran por primera vez durante el reinado del emperador Nerón. El historiador romano Dion Casio describe el festival de combates de gladiadores que se celebraba en honor a la madre de Nerón:
En honor a su madre, él [Nerón] celebraba el más magnífico y costoso festival, los actos tenían lugar durante varios días en cinco o seis teatros a un tiempo […] Había otra exhibición que era a la vez la más vergonzosa y la más impactante, en la que hombres y mujeres no solo del orden ecuestre sino también del senatorial aparecían como actores en la Orchestra, en el Circo y en el Teatro, como aquellos a los que se tiene en la más baja estima […]; montaban a caballo, mataban bestias salvajes y luchaban como gladiadores, algunos de ellos por su propia decisión y otros contra su voluntad.
Aparte de Nerón (que reinó del 54 d. C. al 68 d. C.), otros emperadores romanos también gustaban de invitar Gladiatrix a sus casas, fiestas y otras celebraciones en grandes estadios. Hay también testimonios de estos combates de la época del reinado del emperador Domiciano (81 d. C. – 96 d. C.). Como escribe Dion Casio sobre Domciano: “A menudo organizaba los juegos también para la noche, y en ocasiones mandaba a la arena a enanos y mujeres para que lucharan entre sí.”
Enanos en el Circo romano. (CC BY-NC-SA 2.0)
Septimio Severo también aceptó gladiadoras hasta aproximadamente el 200 d. C., cuando prohibió los combates de mujeres para reducir los altercados en los estadios. El objetivo principal era dejar de hacer que los combates de gladiadores se convirtieran en espectáculos en los que, según el emperador, se fomentaba un comportamiento propio de las clases más bajas entre mujeres de la nobleza. Este punto de vista lo compartía el emperador Honorio, quien acabó por decretar el fin de los combates de gladiadores de manera absoluta y definitiva. La última competición conocida entre gladiadores tuvo lugar en Roma el 1 de enero del año 202 d. C.
Las pruebas arqueológicas han confirmado la existencia de mujeres luchadoras descritas en los antiguos textos romanos. Una de las más importantes piezas de evidencia arqueológica acerca de este hecho es una placa de mármol procedente de Halicarnaso (Bodrum, Turquía). Este mármol demuestra que las gladiadoras eran vistas como objetos sexuales. Alojada actualmente en el Museo Británico, la placa representa a dos guerreras apodadas “Achillia” y “Amazona”. El relieve está datado entre los siglos I d. C. y II d. C. Las mujeres aparecen con un aspecto que era característico de las luchadoras, como sabemos por las descripciones de gladiadoras conocidas gracias a los antiguos cronistas.
En el año 2001 en Southwark, Londres, fue desenterrado un esqueleto femenino de la época romana identificado como el de una gladiadora. Había sido enterrada como una marginada en el exterior del cementerio principal, acompañada de diversos elementos relacionados con el mundo de los gladiadores. La tumba incluía objetos como lámparas de Anubis hechas de cerámica, otra lámpara con un grabado en el que aparecía un gladiador caído, y cuencos que contenían piñas quemadas procedentes de un pino piñonero que había sido plantado en los alrededores del anfiteatro de Londres. Algunos investigadores aún no están seguros de si esta mujer era una ‘gladiatrix’ o la esposa de un gladiador.
Relieve de dos ‘gladiatrices’ hallado en Halicarnaso (Public Domain)
El 2 de julio del 2010 en Credenhill, Herefordshire, Inglaterra, un equipo de arqueólogos descubrió otros restos que podrían haber pertenecido a una gladiadora. El enterramiento contenía un ataúd fijado con tres bandas de hierro y numerosos clavos también de hierro. La pelvis y la cabeza eran los de una mujer común. No obstante, los huesos de piernas y brazos resultaron ser anormalmente pesados, lo que sugería que tenía fuertes músculos.
Con el tiempo, los arqueólogos podrían descubrir más pruebas de la existencia de gladiadoras. Su imagen ya ha empezado a abandonar el reino de lo legendario y se está convirtiendo en una parte real de la historia del Imperio Romano.
Imagen de portada: Gladiatrix moderna del festival ‘Arde Lucus’, celebrado a mediados del mes de junio en la ciudad española de Lugo. (Flickr/CC BY-SA 2.0)
Autor: Natalia Klimczak
Traducción: Rafa García
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.
Fuentes:
F. Meijer, The Gladiators: History's Most Deadly Sport.2005
Dio Cassius, Roman history (translated by E. Cary), 2000
M. Grant, Gladiators, 1967
J. K. Evans, War, women and children in ancient Rome, 1991
https://ejmas.com/jcs/jcsart_murray_0703.htm
https://www.tribunesandtriumphs.org/gladiators/female-gladiators.htm