Cuando daban comienzo los antiguos Juegos Olímpicos, los más grandes atletas de Grecia se reunían ante una estatua de Zeus Horkios, dios de los juramentos. Extendidos a los pies del dios se encontraba la carne recién cortada de un jabalí sacrificado por los sacerdotes en un ritual místico que invocaría el poder de los dioses.
Bajo la vengativa y pétrea mirada del dios del trueno, los atletas debían formular un juramento. No harían uso de trampas ni juego sucio para ganar en los juegos. No sobornarían a los jueces, no sabotearían a sus oponentes, y por encima de todo, no recurrirían a la magia negra.
Antigua Olimpia, Grecia. (CC BY-SA 2.0)
Se trataba de un juramento asimismo vinculado a la propia brujería. Una tablilla de piedra se alzaba ante los atletas, advirtiéndoles de que cualquiera que rompiera su juramento atraería sobre sí la maldición. La tablilla apelaba a Zeus para que lanzara su más terrible venganza sobre quienes lo hicieran. Si un hombre era atrapado haciendo uso de maldiciones y maleficios para ganar en los Juegos, los atletas confiaban en que Zeus los castigaría convirtiéndolos en cenizas.
Zeus sedente romano de mármol y bronce (restaurado) realizado según el tipo establecido por Fidias y su probable aspecto en el Templo de Olimpia. (Museo del Hermitage, San Petersburgo). (Dominio público)
Incluso con la amenaza de la ira de Zeus planeando sobre sus cabezas, algunos atletas olímpicos de la antigua Grecia confiaban en las artes oscuras para ganar. Grababan tablillas con maldiciones e invocaban a los dioses para que paralizaran y debilitaran a sus competidores: y de hecho creían que estos hechizos funcionaban.
Defixio tabella (“Tablilla de maldiciones” en latín) con una maldición opistográfica escrita en griego contra Kardelos. Plomo, siglo IV d. C. (Dominio público)
Han llegado hasta nosotros historias de antiguos atletas que se encontraban demasiado enfermos como para tomar la salida en una carrera, o que debían realizar grandes esfuerzos para poder correr. Probablemente estos hombres se hallaran simplemente indispuestos, pero para los griegos que los veían sufrir se trataba de casos claros de atletas afectados por algún tipo de hechizo maléfico.
Algunos de los hechizos los lanzaban los propios atletas, mientras que otros los realizaban jugadores que habían apostado por un probable perdedor. En la antigua Grecia, muchos asumían que invocar a un dios oscuro para alcanzar la victoria podía funcionar. Si un atleta ganaba, según creían los antiguos griegos, su entrenamiento y dedicación habría desempeñado un papel poco importante en su victoria: por encima de todo, los ganadores y perdedores eran escogidos por los dioses.
Coronación de los vencedores en los Juegos Olímpicos. Hierón de Siracusa y otros campeones en Olimpia (Dominio público)
Para hacer uso de la magia negra, un individuo debía llevar a cabo por lo general un largo y complejo ritual. Debía reunir y preparar ingredientes imbuidos de poderes místicos, y a continuación recitar palabras para invocar a los dioses y maldecir a sus oponentes.
Estas palabras debían grabarse a menudo sobre finas láminas de plomo. A continuación se colocarían bajo el suelo en el que sus competidores debían luchar, o incluso se enterrarían en una tumba. De una forma u otra acababan bajo tierra, donde los muertos podrían hacer llegar más fácilmente la petición hasta Hades, dios del Inframundo.
Tablilla de maldiciones hallada en Pella, Cementerio del Ágora, actualmente expuesta en el Museo de Pella. La lengua en que está escrita ha sido clasificada como un dialecto del noroeste de Grecia hablado en Macedonia en la primera mitad del siglo IV a. C., bajo la influencia de la sintaxis del dialecto ático. (Dominio público)
Algunos simplemente pedían a los dioses que paralizaran las piernas y brazos de otro atleta. Una tablilla descubierta en Atenas invocaba a demonios oscuros para que un corredor llamado Alkidamos no pudiera tomar la salida. “Si consigue hacerlo,” escribe en la tablilla el rival de Alkidamos, “haced que se salga de la carrera y se desgracie.”
Otros intentaban paralizar el cuerpo entero de sus oponentes: “Paraliza a Eutiquiano en la eternidad sin luz del olvido,” se lee en una antigua maldición griega en la que se ruega a los dioses que dejen al luchador Eutiquiano, “mudo, tonto, inofensivo y sin que pueda luchar contra nadie.” El oponente de Eutiquiano, según parece, estaba preocupado por sus opciones de victoria contra él. Suplicaba además a los dioses que “destruyan también el combate que debe disputar el próximo viernes.”
Dibujo de una antigua tablilla de maldiciones griega. (Jessica Lamont)
La magia negra de los antiguos Juegos Olímpicos, no obstante, podía resultar aún más maléfica. Algunos hechizos no pedían únicamente el debilitamiento de sus oponentes – apelaban directamente a su muerte.
Un hechizo griego invoca muy gráficamente a los dioses para que maldigan a los aurigas de las cuadrigas del Equipo Rojo: “Torturad sus pensamientos, sus mentes y sus sentidos,” escribía el furioso auriga rival, añadiendo además: “Sacadles los ojos.”
Pélope e Hipodamia en plena carrera. (Dominio público)
Otros hechizos eran aún más explícitos. Uno de ellos, por ejemplo, destinado a maldecir al Equipo Azul, invoca a todo el panteón de dioses, desde el egipcio Horus hasta los ángeles judíos para que “destruyan a los caballos de los Azules.” Los hombres de este equipo, según escribe quien lanza el hechizo, debían de este modo caer de sus carros. Su posible destino tras caer repentinamente ante unos caballos de carreras se ha borrado y perdido para la historia –con la excepción de un par de palabras muy reveladoras que aún pueden leerse:
“Arrástralos,” se lee en el texto del hechizo, “Hazles caer.” A continuación, un poco más abajo, encontramos la última palabra legible de la maldición: “Destrúyelos”.
Es una extraña realidad del mundo antiguo que a menudo pasamos por alto. Los atletas que competían en los antiguos Juegos Olímpicos vivían en una época y un mundo diferentes. Para ellos, la naturaleza era aún en muchos sentidos una fuerza sorprendente e incontrolable. Epidemias y enfermedades resultaban a menudo inexplicables, a no ser por la cólera divina de un dios furioso.
Incluso en los Juegos Olímpicos, este tipo de supersticiones aún suponían un problema para los antiguos griegos. Los atletas del pasado no siempre creían en su capacidad para triunfar por sus propias virtudes, de modo que buscaban otras formas de salirse con la suya. Esta estrategia no era muy diferente de la práctica de los atletas modernos de hacer uso de esteroides y otros suplementos ilegales –pero los antiguos griegos, aún con pocas opciones de recurrir a la medicina para alcanzar sus objetivos, se veían de este modo obligados a solicitar la ayuda de los dioses.
Antiguos pugilistas griegos. (CC BY 2.5)
Existe poca información sobre qué pasó con los hechizados y los hombres que les habían maldecido. ¿Se salió finalmente Alkidimos de la pista? ¿Cayeron los aurigas del Equipo Azul de sus cuadrigas y fueron arrastrados hasta la muerte ante una multitud entusiasta? ¿Castigó Zeus a los atletas que lanzaron las maldiciones fulminándolos con sus rayos? Y si no fue así, ¿cómo reaccionaron estos atletas “tramposos”?
No tenemos respuesta para estas preguntas. Habitualmente los atletas eran hombres comunes cuyos triunfos y fracasos quedaron borrados por el paso de los milenios.
Sabemos no obstante que este tipo de hechizos formaron parte importante de los antiguos Juegos Olímpicos, y por extensión de la antigua Grecia en general. Se han encontrado hasta la fecha casi 2.000 tablillas de maldiciones, y sin duda hubo miles y miles más de las que nunca sabremos nada.
De cualquier manera, fueran o no efectivas estas maldiciones, sin duda para los antiguos griegos suponían una amenaza real. Para un atleta olímpico que pugnaba por alcanzar la gloria había un problema mayor que el hombre que debía competir contra él. Era muy posible que estuviera luchando contra el poder de los propios dioses.
Fresco de Rafael: ‘El consejo de los dioses’. (Dominio público)
Imagen de portada: Principal - Estatua de Zeus sedente en Olimpia. (Baring the Aegis). Inserción: ‘Defixio tabella’ (tablilla de maldiciones) con una maldición escrita en griego contra Kardelos. Plomo, siglo IV d. C. (Dominio público)
Autor: Mark Oliver
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.
Fuentes:
Christesen, Paul and Donald G. Kyle. A Companion to Sport and Spectacle in Greek and Roman Antiquity. John Wiley & Sons, 2014.
“Papyri Graecae Magicae”. Hermetic Library. Web. https://hermetic.com/pgm/index
Lovgren, Stefan and Ted Chamberlain. “Ancient Olympics had ‘Spectacular’ Opening Ceremony, Pagan Partying.” National Geographic News. Web. https://news.nationalgeographic.com/news/2012/07/120727-2012-olympics-opening-ceremony-ancient-london-world-summer-games/
Perrottet, Tony. The Naked Olympics. Random House, 2004.