Alejandro Magno murió tres siglos antes de que naciera oficialmente el cristianismo, pero su culto era tan poderoso que algunos símbolos vinculados al antiguo rey macedonio fueron adoptados por la nueva religión. No solo eso, sino que incluso existe una leyenda sobre Alejandro Magno que le relaciona con una de las más famosas iglesias de Italia.
A medida que el cristianismo se iba haciendo cada vez más popular, los obispos extendieron su influencia muy rápidamente. Intentaron acabar con los antiguos cultos, pero mucha gente aún conservaba su fe en los dioses del pasado. La cosa no acababa ahí, algunos llegaban incluso a creer que la nueva fe no era realmente algo tan nuevo, sino sencillamente una forma diferente de presentar las antiguas creencias.
Alejandro Magno murió a los 33 años. Su muerte fue repentina y causó un fuerte impacto en la geopolítica del mundo del siglo IV a. C. Cuando murió, floreció su culto. Fue enterrado en una tumba monumental de Alejandría llamada “Soma” (palabra griega que significa “cuerpo”). Durante siglos, numerosos peregrinos visitaron el último palacio de Alejandro, venerándole y pidiéndole ayuda para resolver sus problemas cotidianos o para conseguir algún objetivo. Se creía por aquel entonces que Alejandro podía hacer realidad aquello que apenas parecía un sueño y proporcionar salud y felicidad. No era tan solo un rey muerto, se le consideraba realmente un dios, y de hecho uno de los más importantes de Europa, el Medio Oriente y otras regiones de Asia.
La historia de Alejandro Magno influyó en gran medida en los relatos que dieron pie a la doctrina cristiana. Alejandro Magno llevó la civilización helenística hasta Oriente, más al este de lo que nadie la había llevado hasta entonces. Aunque muchas regiones de Anatolia y sus alrededores ya estaban bajo la influencia de la lengua griega, la creación del imperio de Alejandro la hizo aún más popular de lo que ya era. Según un especialista en lenguas antiguas, Alejandro se convirtió en la razón principal por la que el griego era aún tan popular tres siglos más tarde: la época de Jesús.
La Victoria de Samotracia está considerada una de las obras maestras del arte helenístico. (Public Domain)
A Alejandro le encantaban los pavos reales. Al parecer vio por primera vez a una de estas bellas aves en Asia, y decidió traérselas con él a su patria. Las plumas del pavo real se convirtieron entonces en un símbolo del poder de Alejandro, aunque siglos más tarde pasaron a ser símbolo del más alto obispo de la Iglesia Católica. Más aún, se cree que las más antiguas pinturas del joven Jesús retrataban al Hijo de Dios del cristianismo con el pelo castaño claro porque los cabellos del joven Alejandro eran del mismo color.
En el judaísmo se cree que varios profetas tuvieron visiones de Alejandro Magno muchos siglos antes de su nacimiento. Isaías, que vivió cinco siglos antes que Alejandro, escribe en su capítulo 19, versículo 20 acerca de esta visión:
Estará como señal y testimonio de Yahveh Sebaot en el país de Egipto. Cuando clamen a Yahveh a causa de los opresores, les enviará un libertador que los defenderá y liberará.
Los especialistas sugieren que el hombre descrito en esta profecía era Alejandro. Durante la dominación persa, Alejandro era considerado por los judíos la encarnación del esperado Mesías. Isaías también da a entender que el gobierno de Alejandro sería próspero para egipcios y asirios.
El nombre de Alejandro Magno en escritura jeroglífica egipcia (se leía de derecha a izquierda), c. 330 a. C., Egipto. Museo del Louvre. (CC BY-SA 3.0)
Dos siglos más tarde, el profeta Daniel predijo que llegaría un rey que ocuparía el trono de Salomón. El rey asirio Nabucodonosor tuvo una pesadilla, por lo que Daniel rogó a Dios que le revelara el significado de su sueño. La respuesta daba a entender que había visto a los reyes que cambiarían la historia de estas tierras, entre ellos a Alejandro Magno. El profeta Daniel también predijo que el rey helénico conquistaría el imperio persa y que le sucederían cuatro reyes de su mismo linaje.
Daniel interpreta el sueño de Nabucodonosor. (Public Domain)
El profeta Joel, en el siglo V a. C., también vio a Alejandro en sus visiones: “hijos de Judá y de Jerusalén, habéis sido atraídos por los griegos.”
Parece que Alejandro era un personaje muy esperado por la nación que puso los cimientos del cristianismo.
En torno al año 70 d. C., el historiador Flavio Josefo escribe que tras la conquista de Tiro y el sitio de Gaza Alejandro visitó Jerusalén. A las puertas de la ciudad salieron a recibirle Simón el Justo, Sumo Sacerdote hebreo, y además muchos otros sacerdotes y gente del pueblo.
Alejandro siempre respetó las normas propias de las naciones que visitaba, de modo que bajó de su caballo y acudió al encuentro del Sumo Sacerdote judío. El general de Alejandro Parmenión comentó entonces que los soldados se encontraban disgustados por el hecho de que hubiera saludado en primer lugar al Sumo Sacerdote. Pero Alejandro replicó que no había saludado al Sumo Sacerdote, sino al Dios que aquél representaba. Como escribe Flavio Josefo:
Y cuando hubo dicho esto a Parmenión, habiendo ofrecido su mano derecha al Sumo Sacerdote, los demás sacerdotes acudieron corriendo junto a él, y Alejandro entró en la ciudad. Y cuando llegó al interior del templo, ofreció un sacrificio a Dios, siguiendo las directrices del Sumo Sacerdote, siendo magníficamente tratado tanto por el Sumo Sacerdote como por los demás sacerdotes. Y cuando le fue mostrado el Libro de Daniel, en el que Daniel declaraba que un griego destruiría el imperio de los persas, Alejandro pensó que la profecía se refería a él.
El nombre de Alejandro fue añadido a la genealogía de la comunidad judía, atribuyéndole cualidades divinas. No solo eso, la palabra griega ‘Sinagoga’ se remonta a la época en la que Alejandro liberó a diversas comunidades judías. La convención anual hebrea que solía celebrarse en Jerusalén recibió además el nombre de “Synitrins”, de la palabra griega Συνέδριο.
Estatua de Alejandro Magno. Museo de Arqueología de Estambul. (Public Domain)
En la época del cristianismo primitivo, San Basilio el Grande afirmaba que Alejandro fue un personaje modelo de la autodisciplina cristiana. El lenguaje habitual de los textos cristianos era el griego. Según el apóstol San Pablo, los cristianos aceptaron la mentalidad y las enseñanzas griegas, que resultaron fundamentales para la nueva religión.
En la Alejandría del siglo I d. C. muere San Marcos, uno de los padres fundadores del cristianismo. Fue enterrado en el sector oriental de la ciudad, cercano a las ruinas del ‘Soma’. En el 828 d. C., durante la dominación musulmana, dos mercaderes venecianos, Bruno de Malamocco y Rustico de Torcello, robaron el cuerpo que creían que pertenecía a San Marcos y lo llevaron hasta Venecia.
Los venecianos construyeron entonces una magnífica iglesia, conocida en la actualidad como Basílica de San Marcos. De todos modos, se desconoce si realmente habían robado los restos de San Marcos, los de un desconocido, o los de Alejandro Magno. Hay dos argumentos principales que sugieren que Bruno y Rustico podrían haberse llevado los huesos de Alejandro a Venecia. En primer lugar, Berenguer de Tolosa, llamado el Sabio, peregrino cristiano, describía en el 870 d. C. que la iglesia que albergaba originalmente los restos de San Marcos se encontraba cerca de las murallas orientales de la ciudad de Alejandría.
Basílica de San Marcos. (Public Domain)
Pero el pasaje más sugerente de esta historia es el extraño signo grabado sobre la tumba del hombre enterrado en la actualidad en la basílica. Es un símbolo que recuerda a la estrella característica de la dinastía de Alejandro Magno. Por desgracia, ningún investigador ha tenido oportunidad hasta ahora de examinar los restos que alberga esta sepultura. Sería muy fácil descubrir si los restos son los de Alejandro o quizás los de San Marcos, ya que el rey macedonio fue momificado y se le cubrió enteramente de oro.
Alejandro Magno aparece en el cristianismo, el Islam, el budismo, el judaísmo y el hinduismo. Su vida fue relativamente corta, pero su carisma venció a la muerte. A principios de la época medieval, las mujeres cristianas del sur de Europa creían que las monedas con la efigie de Alejandro las ayudarían a tener un buen casamiento y un feliz matrimonio. Con la expansión de la devoción por Jesús, Alejandro perdió cierta popularidad, pero su nombre jamás fue olvidado.
Detalle del Mosaico de Issos en el que se observa a Alejandro Magno. (Public Domain)
Imagen de portada: Cruz en la cima de una montaña (Public Domain) y estatua de Alejandro Magno en Khodjent, Tayikistán. (CC BY-NC 2.0)
Autor: Natalia Klimczak
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.
Fuentes:
Nicholas J. Saunders, Alexander's Tomb. The Two Thousand Year Obsession to Find the Lost Conqueror, 2006.
Vojtech Zamarovsky, Tropami Siedmiu Cudów Świata, 1990.
https://www.macedonia.info/Martis_connection.htm