Al principio, Zaratustra predicaba por las calles al pueblo llano, pero se encontró con la resistencia tajante de los sacerdotes tradicionales y sus enseñanzas fueron desechadas. Durante doce años se negó a rendirse y fue sumamente tenaz a la hora de difundir el mensaje divino, pero sólo fue capaz de convertir a catorce miembros de su propia familia. Esto le hizo adoptar la decisión de abandonar su ciudad natal, junto con su familia y seguidores, y viajar a otras regiones donde ya había residido con anterioridad para, así, lograr más adeptos. Los gobernantes y sacerdotes de los nuevos lugares a los que Zaratustra y sus seguidores viajaron rechazaron aceptar su filosofía debido al temor a perder su autoridad y poder sobre la gente. Muchos eran ignorantes y no creían en sus palabras y otros ni siquiera se paraban a escucharlas con detenimiento.
El tiempo fue pasando y un día, contando ya Zaratustra los 42 años de edad, recibió noticias que le dieron esperanzas. Se enteró de que en una tierra cercana gobernaba un sabio y justo monarca, llamado Vishtaspa y pensó que, siendo tan sabio, el rey le escucharía con suma atención. Por tanto, no vaciló en visitar a dicho rey, acompañado de sus seguidores. Sentía que, de nuevo, se hallaban en el buen camino.
Cuando llegaron a la corte real del monarca Vishtaspa, éste aceptó la visita e invitó a Zaratustra a su palacio. Le concedió audiencia junto con sus sacerdotes y consejeros para escuchar su filosofía y, en caso necesario, iniciar un debate. Como esperaba, Zaratustra recibió numerosas preguntas de la audiencia y tuvo respuestas convincentes para todos. El rey Vishtaspa se quedó tan impresionado por la sabiduría de Zaratustra que, tras unos pocos días de reflexión, decidió convertirse.
Informó de su decisión a sus consejeros y sacerdotes y les invitó a que también reflexionasen profundamente y decidieran si deseaban, como él, convertirse. Todo ello motivó un cambio radical para Zaratustra porque, aunque convenciera a muchos no es menos cierto que su popularidad en el tribunal real le creó nuevos enemigos. Poco tiempo después un grupo de sacerdotes mandó colocar objetos relacionados con la magia negra en los aposentos que ocupaba Zaratustra dentro del palacio real, pidiéndole al rey que lo expulsase de allí. Cuando Vishtaspa encontró los objetos acusó a Zarathushtra de blasfemia y lo encarceló negándole el alimento y el agua.
Templo de fuego zoroástrico donde se guarda el fuego sagrado que ha estado ardiendo, constantemente, durante los últimos 1500 años en la ciudad de Yazd, Irán (hoexbroe.dk)
Un día, el amado caballo negro de Vishtaspa enfermó de modo al parecer incurable y ningún médico sabía cómo poner remedio a esta situación. Aún en prisión, Zaratustra supo que el animal estaba condenado a una muerte segura así que ofreció su ayuda. Vishtaspa, de mala gana, le dio una oportunidad y, para su sorpresa, Zaratustra logró curar al caballo. Este hecho hizo recapacitar al rey, que reconoció que se había equivocado y abrazó por completo la fe zoroástrica. Castigó a quienes habían conspirado contra Zaratustra e instauró el Zoroastrismo como la religión oficial en sus dominios. Este acontecimiento fue decisivo, ya que provocó la difusión del zoroastrismo por los territorios vecinos hasta acabar convirtiéndose en una religión mundial durante la antigüedad. En la corte de Vishtaspa fue donde Zaratustra escribió las distintas partes que conforman el libro santo Zoroástrico llamado “Avesta”, una de las obras más antiguas de la literatura universal. Los diecisiete himnos del Avesta, conocidos como "Gathas" todavía se consideran escritos por el propio Zaratustra. Zaratustra vivió 35 años en la corte real de Vishtaspa antes de fallecer a la edad de 77 años.
Vishtaspa instauró el fuego sagrado que todavía hoy es usado por los zoroastrianos como símbolo de pureza y de luz. También plantó un ciprés en memoria de Zaratustra al que llamó el Ciprés de Kashmar, que prosperó durante más de dos milenios hasta que los árabes invadieron Persia en el siglo VII y acabaron con él. Hoy, en la ciudad iraní de Yazd, se alza otro ciprés llamado el Ciprés de Abarkuh, al que los árabes no lograron aniquilar gracias a la feroz resistencia de los vecinos del lugar. Este árbol tiene aproximadamente 4.500 años, es el árbol más viejo de Asia y el segundo más viejo del mundo.
El Ciprés de Abarkuh en la ciudad de Yazd en Irán (Wikimedia Commons)
La filosofía iraní de Zaratustra y la religión zoroástrica han inspirado profundamente a la humanidad, dejando su huella en el mundo desde hace milenios hasta nuestros días. El zoroastrismo ha influido poderosamente en religiones como el judaísmo, el cristianismo, el islam y el budismo, así como en la filosofía griega. La esencia del mensaje de Zaratustra hace especial hincapié en el libre albedrío y en la libertad de elección. Vio al hombre como un ser lo suficientemente inteligente como para saber y poder distinguir entre el bien y el mal, otorgando la responsabilidad de sus actos al propio individuo y no culpando de los mismos a Dios. Aseguraba que nadie es el criado de Dios, pero que se puede decidir trabajar en armonía con Él escogiendo la rectitud y el amor como modo de vida para ganar, así, el conocimiento y la sabiduría, tanto espirituales como científicos. También defendía que una persona culta puede decidir la naturaleza de su espíritu. Según Zaratustra, Dios no es un distribuidor, tampoco un comprador, ni siquiera un vendedor y, por tanto, no tiene que ser adulado por el hombre. Destacó el hecho de que, independientemente del género y de la identidad étnica, las buenas palabras, los pensamientos positivos y las buenas acciones, constituyen las tres claves de la religión zoroástrica, llegando a definirla en última instancia. Con esto quiso decir que, independientemente del sexo o de cuestiones étnicas, todos merecen un trato equitativo cuando son seguidores de la Verdad.
Antiguo Templo del fuego persa todavía en uso (cbh.az)
Foto de portada: Antigua tumba de la religión zoroástrica en la provincia Sulaymaniyah de El Kurdistán. Su interior fue expoliado y actualmente está vacía . (Wikimedia Commons)
Autor: Mahbod Khanbolouki
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso