Antaño conocida como lugar de nacimiento de Olimpia, madre de Alejandro Magno, la antigua región Otomana del Épiro tiene además un significado histórico mucho más reciente. Bajo el dominio de Alí Pashá, gobernador musulmán de los siglos XVIII y XIX, la región del Épiro albergaba la gran montaña de Zalongo, ocupada por un pueblo al que se conocía como los Suliotas. En 1803, la fiera determinación de Alí Pashá de conquistar más territorios y someter a la cada vez más fuerte Confederación Suliota se volvió tan poderosa que le empujó a plantearse el genocidio con tal de derrotarles. Aunque no llegó a cumplir su propósito, la montaña Epirota de Zalongo quedó manchada por la sangre que derramaron docenas de mujeres y niños cuya rebeldía se expresó bajo la forma de un suicidio en masa, más conocido como la Danza de Zalongo.
Durante muchos años, el pueblo Suliota constituyó una confederación dentro de la propia región del Épiro, por aquel entonces parte del Imperio Otomano, aunque felizmente abandonados a su suerte por las autoridades turcas. Pero a principios del siglo XVIII, el Sultán decidió asediar el territorio de la confederación, provocando el caos entre los clanes Suliotas y su dispersión. Algunas familias abandonaron la comunidad Suliota, pero, incapaces de escapar de Alí Pashá, fueron obligados a resistir un asedio de muchos meses destinado a capturarles. Aún así, fueron aquellos que eligieron quedarse atrás los que más sufrieron a manos de Alí Pashá.
Con el permiso del Sultán Otomano de su parte, Alí Pashá firmó un tratado de paz con los Suliotas que quedaban en el Épiro, permitiéndoles permanecer allí y seguir con sus vidas sin ser amenazados o molestados por los Otomanos. De este modo, cientos de ellos se dirigieron al monte Zalongo con la certeza de que allí se encontrarían a salvo de la persecución de Alí Pashá y sus brutales secuaces.
Alí Pashá de Ioánnina Cazando en el Lago Butrinto (1825), Louis Dupré (Wikimedia Commons)
Pero esta promesa de protección acabaría resultando ser un terrible engaño. Tan pronto como pudo, Alí Pashá dio órdenes de capturar a los Suliotas restantes, matar a todos los hombres capaces de empuñar un arma y esclavizar a las mujeres y los niños. Con más de cien amigos, vecinos y familiares como espectadores, todos ellos masacrados o encadenados ante ellas, unas cincuenta mujeres Suliotas empezaron a bailar al borde de un precipicio del monte Zalongo.
Al llegar bailando al borde del precipicio, cada una de las mujeres arrojaba valientemente al abismo al niño que llevaba en sus brazos, que moría inevitablemente, poniendo así fin a la corta vida de su hijo o su hija en los riscos del monte, a menudo sin que los propios niños fueran conscientes de su inminente muerte. A continuación cada una de las madres seguía el mismo destino de su hijo, afrontando valientemente su muerte con los brazos abiertos. En la gran decisión entre la esclavitud o la eternidad, estas mujeres eligieron para ellas y para sus hijos la eternidad.
Danza de Zalongo, Claude Pinet (Helleniccomserve)
Este acontecimiento fue pronto conocido en todo Oriente e incluso en el continente europeo: el relato de un grupo de mujeres que dieron sus vidas por mantener intacta su dignidad. Aunque este detalle realmente se desconoce, el mito recién descubierto cuenta que las mujeres cantaban y bailaban las canciones de su pueblo mientras se precipitaban hacia su muerte, transformando de este modo un acto de rebelión en una conmovedora y terrible ceremonia ritual.
Las Mujeres Suliotas (1827), Ary Scheffer (Wikimedia Commons)
La historia de estas mujeres fue inmortalizada al extenderse por Europa, tanto en la canción griega titulada “La Danza de Zalongo” como en diversas pinturas románticas de la época. A finales del siglo XX, el sacrificio de las mujeres Suliotas fue honrado de nuevo al erigirse el Monumento de Zalongo, situado en lo alto del borde del precipicio del monte Zalongo y visible desde cientos de metros de distancia. El monumento es obra del escultor griego George Zongolopoulos y representa de forma esquemática a seis mujeres de estatura decreciente, en lo que parece ser una vista de perfil de la supuesta danza, el trágico y valeroso gesto que ha quedado de este modo perpetuamente inmortalizado para que el mundo entero pueda admirarlo.
Monumento a las Mujeres de Zalongo, Monte Zalongo, Grecia (The Vale of Soul-Making)
Imagen de portada: La Danza de Zalongo, Theophilos Hatzimichail (Helleniccomserve)
Autor: Ryan Stone
Traducción: Rafa García
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.
Fuentes:
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Papoutsy, Christos. The Dance of Zalongo (CreateSpace Independent Publishing: Seattle, 2012.)