Añadiendo un nuevo misterio sin resolver a los ya existentes relacionados con los antiguos orígenes de la humanidad y la biología de nuestras especies, los científicos han descubierto que tenemos menos ADN del que poseían nuestros antiguos antepasados. ¿Estamos involucionando?
Un estudio publicado esta semana en la revista Science ha revelado que los humanos modernos fuimos perdiendo ADN a medida que evolucionábamos, tras habernos escindido de nuestros parientes cercanos, los simios. Nuestros antiguos antepasados, los primeros humanos, poseían una cantidad sustancialmente mayor de datos genéticos de la que tenemos los humanos actuales. Este sorprendente descubrimiento plantea numerosas preguntas, la más obvia de las cuáles es: ¿por qué perdimos toda esa información genética? Y también como es lógico, ¿qué diferencias o cambios implica esta pérdida de genes?
En pocas palabras: aún no lo sabemos.
Según la página web de noticias Gizmodo, el equipo de investigadores encabezado por el profesor Evan Eichler, genetista del Departmento de Ciencias Genómicas de la Universidad de Washington, secuenció los genomas de 236 individuos de 125 poblaciones distintas. Los investigadores descubrieron que los Homo Sapiens nos hemos desprendido de aproximadamente 40,7 millones de pares de bases de ADN tras separarnos de nuestros parientes vivos más cercanos, los chimpancés, hace unos 13 millones de años.
Mapa de las 125 poblaciones cuyas muestras se emplearon en el estudio y sus relaciones entre ellas. (P. Sudmandt et al 2015)
El genoma de los humanos modernos contiene en la actualidad 3 billones de pares de bases de ADN (complejas moléculas que contienen toda la información necesaria para construir y mantener en funcionamiento un organismo, los “ladrillos de la vida”), y ni siquiera los científicos están seguros de qué proporción de ese ADN consiste en el llamado “ADN basura”—datos del genoma cuya función, si la tienen, nos es desconocida—pero aseguran que al menos 27,96 millones de estos pares de bases que se perdieron eran únicos y exclusivos del ser humano.
Se rastrearon los rasgos comunes entre los diversos grupos humanos comparando su grado de eliminación de ADN . Las líneas más largas corresponden a los grupos que han perdido más ADN. (P. Sudmandt et al 2015)
¿Ha sido beneficioso para los humanos modernos el hecho de liberarnos de ADN superfluo, o hemos perdido algo importante en este proceso con el paso de las generaciones?
Eichler plantea la posibilidad de que una migración procedente de África redujera la población humana en las nuevas regiones y fuese determinante a la hora de provocar la pérdida de material genético.
Escriben los autores del estudio: “la amplitud del conjunto de datos disponibles nos ha permitido reconstruir la estructura y el contenido del genoma humano ancestral previo a la gran migración y a su consiguiente pérdida de genes.”
“Como esperábamos, era más probable que las poblaciones africanas aportaran pruebas de estas secuencias ancestrales en comparación con los no africanos, ya que estos últimos han sufrido más “cuellos de botella” poblacionales y han conservado por tanto una menor proporción de la diversidad humana ancestral.” Esto significa que aquellos individuos con una mayor conexión genética con África retuvieron más ADN que los descendientes de poblaciones emigradas.
Informa MailOnline: “El genoma humano cuenta con alrededor de tres billones de pares de bases, que residen en 23 cromosomas presentes en el corazón de prácticamente cada célula de nuestro cuerpo. La longitud media de un gen humano es de unos 765 pares de bases, lo que quiere decir que los humanos podríamos haber perdido hasta 37.000 genes desde que nos separamos de nuestros parientes los simios.”
Además de todo esto tenemos el mestizaje históricamente documentado entre humanos modernos y los actualmente extintos Denisovanos y Neandertales. Se pueden identificar aún segmentos de ADN Neanderthal y Denisovano en poblaciones humanas modernas. Pero tanto Neandertales como Denisovanos tenían alrededor de 104.000 pares de bases que no están presentes en los humanos modernos. Los investigadores descubrieron también que Neandertales y Denisovanos ya habían perdido a su vez parte de su antiguo ADN, dando a entender que estas especies extinguidas se habían desprendido igualmente de porciones significativas de su código genético a lo largo de su historia.
“Los resultados demostraron que nuestros ancestros desecharon unos 15,8 millones de pares de bases antes de abandonar África. Al extenderse las poblaciones por los diferentes continentes, siguieron deshaciéndose de porciones adicionales de ADN aquí y allá. Pero ciertas poblaciones también han ganado ADN, en su mayor parte gracias a duplicaciones en las que parte de su código genético se replicaba accidentalmente y a continuación se transmitía,” según informa Gizmodo.
Aunque los humanos modernos podamos presumir de que desechando parte de nuestro antiguo ADN nos hemos pulido hasta alcanzar la cima de la perfección evolutiva, la ciencia demuestra que no todas las modificaciones de nuestro material genético han resultado beneficiosas. Como ejemplo, un investigador sugiere que nuestras manos son realmente más primitivas que las de nuestros parientes los chimpancés, a pesar de nuestra obvia adaptación al uso de herramientas.
Manos de un chimpancé, a la izquierda y humana, a la derecha
Esta es la primera vez que los científicos han documentado la pérdida (y ganancia) de importantes porciones de ADN en las antiguas poblaciones humanas. Esta investigación genética puede arrojar luz sobre los persistentes interrogantes acerca de cómo evolucionaron y sobrevivieron los humanos modernos mientras que otros homínidos desaparecieron.
Los científicos aún solo pueden especular sobre las posibles conclusiones de estos resultados, pero a medida que se realicen más investigaciones, seremos más capaces de ir completando las lagunas existentes en nuestra comprensión de la antigua historia de la humanidad.
Imagen de portada: Una molécula de ADN metilada en las dos hebras de su citosina central. La metilación del ADN desempeña un importante papel en la regulación epigenética de los genes, tanto en su desarrollo como en el de algunas enfermedades, como por ejemplo el cáncer. (C. Bock/Wikimedia Commons)
Autor: Liz Leafloor
Traducción: Rafa García
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.