A través de los diversos análisis realizados sobre 230 muestras de genoma prehistórico, entre las que se hallan quince procedentes de individuos que habitaron la sierra española de Atapuerca, se han logrado identificar los genes que dieron lugar a la revolución del Neolítico europeo, con la transición de la caza y la recolección a la agricultura y la domesticación. De este modo se han conseguido detectar variaciones en 12 genes relacionadas con rasgos como el color de la piel, el color de los ojos, la tolerancia a la lactosa o la menor estatura de los habitantes del sur.
Un reciente estudio, publicado en la revista Nature y liderado por la Harvard Medical School de Estados Unidos -entre otros 28 centros de investigación- ha permitido el análisis de 230 muestras de material genético prehistórico. Con los resultados obtenidos a partir de dichas muestras, entre las que se incluyen 15 procedentes de la española cueva de El Mirador de Atapuerca, se ha podido esbozar un retrato de la evolución de los pobladores del continente europeo en los últimos milenios.
La aparición de la agricultura en Europa, hace alrededor de 8.000 años, produjo grandes cambios en la forma de vida de sus habitantes y esos cambios conllevaron una serie de adaptaciones que quedaron claramente reflejadas en su ADN.
15 de las muestras analizadas proceden de los yacimientos burgaleses de Atapuerca. En la imagen, un detalle de la sección este del yacimiento de la Sima del Elefante en Aatapuerca, correspondiente a la campaña de excavaciones del año 2006. (Public Domain)
El investigador Carles Lalueza-Fox, miembro del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-Universitat Pompeu Fabra) y coautor del trabajo, ha explicado en declaraciones a la Agencia Sinc:
Se han recopilado muestras de los últimos 8.000 años de la prehistoria europea (incluyendo algunas de Asia central) de diferentes periodos y regiones, para tener una visión general de los desafíos adaptativos que han tenido lugar en este continente a lo largo del tiempo. La pigmentación clara de la piel habría sido necesaria para suplementar la vitamina D en las dietas agrícolas, los genes relacionados con la enfermedad celiaca pudieron tener ventajas para evitar deficiencias vitamínicas en este nuevo tipo de alimentación y los genes de inmunidad probablemente reflejaran adaptaciones a patógenos que provienen del contacto con animales domésticos.
Algunas de las variaciones en los genes incluyen la persistencia de la enzima lactasa, que permite digerir la leche en la vida adulta y que aparece en Europa hace tan solo 4.000 años. Actualmente, la mutación del gen de la lactasa se halla presente en el 100% de los europeos del norte de Europa.
4.000 años llevan los adultos europeos consumiendo leche de forma regular. “La Lechera” (1657–1658), óleo del artista holandés Johannes Vermeer. Rijksmuseum de Amsterdam, Holanda. (Public Domain)
Según Lalueza-Fox, “se trata probablemente del rasgo que presenta una mayor ventaja para la supervivencia de los europeos, es decir, la característica genética que la evolución ha seleccionado con una mayor intensidad. Hace 4.000 años era una mutación residual, lo que quiere decir que posteriormente fue seleccionada por las poblaciones europeas por la gran ventaja que suponía disponer de la leche como fuente de alimento durante la vida adulta.”
Pese a que aún se desconoce el origen exacto de esta “mutación láctea”, los científicos la han hallado por primera vez en individuos del centro y norte de Europa que vivieron a finales del Neolítico, más concretamente en las muestras analizadas procedentes de Suecia, Hungría y Alemania.
Este trabajo también defiende la idea de que los primeros agricultores europeos procedían de la antigua Anatolia (actual Turquía). Así lo ha explicado Ron Pinhasi, profesor asociado de arqueología del University College de Dublín y coautor de la investigación:
“La revolución neolítica es quizás la transición más importante de la prehistoria humana. Ahora tenemos pruebas de que hubo un flujo de población que fue de Anatolia a Europa y que trajo consigo la agricultura. Durante más de 40 años se pensó que era imposible resolver esta cuestión”.
Mapa de la península de Anatolia, de la que según este estudio procedían los primeros agricultores europeos. (Public Domain)
Asimismo, las investigaciones han confirmado que los europeos actuales son el resultado de tres sustratos poblacionales mayoritarios: los cazadores-recolectores mesolíticos, los agricultores neolíticos y la población de las estepas que llega al continente durante la Edad del Bronce.
Para José María Bermúdez de Castro, investigador del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH) y otro de los autores del estudio, las diferencias entre el norte y el sur de Europa tienen un componente ambiental debido a factores como la dieta y la luz, pero también están basadas en el hecho de que las migraciones desde el suroeste de Asia tuvieron lugar en épocas distintas y por parte de tribus diferentes.
Entre las principales diferencias anatómicas de los europeos destaca la estatura: los habitantes del norte son más altos y los del sur más bajos. Esto se debe a que las gentes del norte descienden en mayor grado de las poblaciones de la estepa Euroasiática, cuya estatura era más elevada, mientras que los europeos del sur están emparentados en mayor grado con los grupos del Neolítico y la Edad del Cobre de la península ibérica, a quienes se supone de menor estatura. Lalueza Fox lo describe para SINC del siguiente modo:
Hemos descubierto que la estatura ha sido seleccionada de forma decreciente en la península ibérica desde el Neolítico inicial hasta el Calcolítico (Edad de Cobre), es decir, que cada vez aparecían más variantes relacionadas con la baja estatura. Probablemente esta tendencia también ha tenido lugar en otras regiones del sur de Europa de las que todavía no disponemos muestras. Recientemente, se ha observado en muestras actuales de Cerdeña y se ha atribuido a cuestiones de insularidad. Podría ser algo relacionado con el clima más cálido de la zona mediterránea y de los recursos disponibles, pero no lo sabemos.
Cerámica con impresiones cordadas típica del Calcolítico europeo procedente de la necrópolis sueca de Lilla Bedinge. (2900 a.C. - 2350 a. C.) (Public Domain)
Imagen de portada: Antiguos cazadores europeos enfrentándose a un Uro (bisonte europeo) (SINC/Fotolia)
Autor: Mariló T. A.