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Ancient Origins España y Latinoamérica

La bacteria de la peste lleva milenios evolucionando

La peste está considerada como la enfermedad más célebre y temida de la historia del hombre: un mal que causó la muerte a millones de personas solo en Europa. De hecho, a mediados del siglo XIV -concretamente entre los años 1346 y 1347-, estalló una de las más terribles epidemias de peste en la historia del Viejo Continente.

La enfermedad ejerció un impacto pavoroso en la sociedad de su tiempo. Por un lado actuaba de forma inesperada: se desconocía su origen, aunque sus consecuencias solían ser fatales y se ignoraba la terapia a seguir. Por el otro, no era una enfermedad exclusiva de pobres, sino que afectaba de igual modo a nobles y a vasallos.

En cuanto al número de muertes provocadas por la peste en Europa, actualmente podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el índice de mortalidad pudo alcanzar hasta un 60% del total de la población. En la Península Ibérica, por ejemplo, los datos numéricos indican que se pasó de 6 millones de habitantes a unos 2,5 millones en unos pocos años. En términos absolutos, de los 80.000.000 de personas que habitaban Europa en el año 1346, se pasó a sólo 30 millones en 1353.

La peste aniquiló al 60% de la población europea entre los años 1346 y 1353. Federico Borromeo visita el lazareto durante la peste de 1630, obra de Luigi Pellegrini Scaramuccia (1670). Biblioteca Ambrosiana, Milán. (Public Domain)

Una enfermedad común en la Edad del Bronce

Ahora, según informaciones publicadas en el diario ABC, un equipo científico internacional ha analizado el genoma de individuos que vivieron hace unos 5.700 años, descubriendo que la peste ya era habitual en aquella época, lo que implica que la enfermedad es al menos el doble de antigua de lo que hasta ahora se suponía.

Este descubrimiento se ha llevado a cabo tras analizar los genes obtenidos de los dientes de 101 individuos que vivieron entre Siberia y Polonia en la Edad del Bronce. Las conclusiones de los investigadores han sido publicadas en la revista Cell, y refuerzan la importancia de la peste en la evolución del ser humano, puesto que según este estudio la enfermedad habría surgido a comienzos de la Edad del Bronce y podría ser la responsable de los grandes descensos de población que tuvieron lugar entre el cuarto y el tercer milenio antes de Cristo.

«Hemos descubierto que Yersinia pestis apareció mucho antes de lo que se pensaba, y hemos estrechado la ventana temporal de cómo evolucionó», ha explicado Eske Willerslev, investigador de la Universidad de Copenhague y autor principal del estudio.

Según el análisis del ADN obtenido de los dientes de 101 individuos de la Edad del Bronce, la bacteria Yersinia Pestis (en la imagen), causante de la peste, apareció mucho antes de lo que se creía hasta ahora. (Public Domain)

Migraciones y guerras: principales transmisores de la peste

Por su parte, Marta Mirazón-Lahr, investigadora de la Universidad de Cambridge y miembro del equipo que ha realizado el estudio defiende que las activas migraciones que tuvieron lugar durante este período histórico podrían haber propiciado la dispersión de las primeras cepas de la enfermedad: «la Edad del Bronce fue un período muy importante en la producción de armas de metal. Se cree que esto favoreció las guerras, lo que es compatible con que en ese momento se produjeran grandes movimientos de población».

Pero es que además los científicos han encontrado pruebas de la extrema virulencia de aquellas antiguas primeras cepas. Tanto es así que un simple cazador infectado podía acabar con toda una comunidad en sólo dos o tres jornadas.  De hecho, tras analizar millones de secuencias de genes presentes en los restos de los huesos de los 101 individuos estudiados, se han encontrado dos pruebas que demuestran que por aquel entonces la bacteria aprendió a mutar para ser más letal y contagiosa.

Dichos cambios genéticos vienen reflejados en primer lugar por la presencia del gen de virulencia ymt, y a continuación por la influencia del gen activador pla. El primero, ymt, protege a la bacteria en el interior de los intestinos de las pulgas y provoca que los parásitos sigan hambrientos y piquen con mayor intensidad. El segundo, pla, permite a la bacteria no solo infectar el tejido pulmonar, sino también pasar a la sangre y a los ganglios linfáticos, dando lugar a la peste bubónica.

Se ha descubierto que en la Edad del Bronce la bacteria de la peste aprendió a mutar genéticamente en el interior de los intestinos de las pulgas, como la de la imagen, provocando que estos parásitos permanecieran hambrientos y picasen con mayor intensidad. (Public Domain)

«Cada patógeno tiene que mantener un equilibrio. Si mata al hospedador antes de que pueda extenderse, llega a un "punto muerto" y su expansión se frena. Por eso, las enfermedades altamente letales –como la peste– requieren unas condiciones demográficas muy concretas para expandirse», asegura Robert Foley, investigador de la Universidad de Cambridge y otro de los científicos participantes en el estudio. Según él, la primera peste, la neumónica, «estaba más adaptada a la Edad del Bronce. Cuando las sociedades euroasiáticas crecieron en complejidad y las rutas de comercio se abrieron, quizás las condiciones favorecieron a la variante más letal de la peste».

Imagen de portada: A la izquierda, un «médico de la peste» medieval. A la derecha, el cráneo de un europeo de la Edad del Bronce. (Fotografía: ABC)

Autor: Mariló T.A.