Fue en el transcurso de un viaje a Indianápolis cuando el profesor Simon Lewis, forense y químico analítico, fue abordado por Gregory Smith, del Museo de Arte de Indianápolis (MAI), quien le expuso una idea.
Smith, experimentado científico de conservación del MAI, conocía y había leído acerca de la investigación de Lewis sobre nuevos compuestos luminiscentes que pudieran ser utilizados para la detección de huellas dactilares.
Es una práctica común en el trabajo de Smith utilizar luz blanca para examinar antiguos objetos pintados a fin de hallar rastros de antiguos pigmentos, revelados al ser observados bajo una luz del espectro cercana al infrarrojo.
El azul egipcio está considerado el pigmento artificial más antiguo conocido, cuyos orígenes se remontan al 3200 a. C. Incluso sobre la superficie de objetos de hace miles de años, el Azul Egipcio aún resplandecía y brillaba bajo una luz cercana al infrarrojo.
Smith preguntó a Lewis si se había planteado utilizar antiguos pigmentos artísticos para investigar huellas dactilares. El resto, como se dice habitualmente, es historia.
Se ha descubierto que el pigmento Azul Egipcio es un candidato prometedor como polvo fluorescente para detectar huellas dactilares. Bajo una luz visible cercana al infrarrojo, destaca las huellas dactilares sobre superficies no porosas o con dibujos de diferentes colores, como los billetes de polímero o las latas de refrescos, ofreciendo mejores resultados incluso que los polvos de detección de huellas dactilares comerciales.
Este descubrimiento podría no solo aportar una nota de color al campo de la ciencia forense moderna, sino también ofrecer nuevas posibilidades en la conservación de piezas arqueológicas, demostrando así cómo el pasado puede proporcionarnos soluciones para el futuro.
El Azul Egipcio es un pigmento con una historia notable que demuestra los avanzados conocimientos de química que poseían los antiguos egipcios. De hecho este color es un producto sintético, preparado con una mixtura de material rico en cobre, arena y un potente álcali. El compuesto se introducía a continuación en un horno y era sometido a una temperatura de entre 800 y 900 grados centígrados, bajo unas condiciones estrictamente controladas.
Máscara del antiguo Egipto pintada con Azul Egipcio. Museo de Arte de Indianápolis. Fotografía aportada por Simon Lewis
En el antiguo Egipto, este producto de un azul intenso era muy apreciado, y se empleaba ampliamente como pigmento en pinturas artísticas, como las que decoraban las tumbas o los ataúdes de las momias.
Por otro lado, la técnica de la fayenza empleaba como material una cerámica vidriada de color azul que contenía Azul Egipcio para fabricar muy diversos objetos, como por ejemplo amuletos y estatuillas.
El Azul Egipcio fue utilizado ampliamente por los antiguos egipcios en un tipo de cerámica vidriada conocido como fayenza, como podemos ver en esta figurita de un hipopótamo. (Carole Raddato/Wikimedia Commons, CC BY-SA)
Más allá de su brillante color azul, este pigmento también resplandece bajo una luz cercana al infrarrojo, una característica que ha despertado el interés de los investigadores.
“Puedes utilizarlo para detectar huellas dactilares latentes sobre superficies no porosas.” ha declarado a The Conversation el profesor Simon Lewis, del Instituto de Investigación Nanoquímica de la Universidad Curtin.
La detección de huellas dactilares aún constituye una parte decididamente importante de la investigación forense. Para detectar una huella dactilar se utiliza un polvo que proporciona a la superficie un contraste lo más alto posible, a fin de poder apreciar de manera óptima sus líneas y su contorno.
Pero en el caso de superficies de muchos colores, oscuras o reflectantes, este método puede resultar insuficiente.
En estos casos, la ventaja del Azul Egipcio es que cuando se ilumina con luz blanca este pigmento es capaz de absorber la energía de la luz que recibe y a continuación emitirla en una frecuencia del espectro cercana al infrarrojo que no podemos ver a simple vista.
Lewis explica que podemos observar un fenómeno similar en un gin tonic, solo que bajo una frecuencia del espectro cercana al ultravioleta.
“¿Ha observado alguna vez una nube azulada en el interior de un vaso de ‘gin tonic’?” Pregunta Lewis. Y añade a continuación: “Lo que estamos viendo aquí es la quinina de la tónica, que es un compuesto fluorescente. Absorbe la luz ultravioleta y a continuación la emite como luz visible.”
Huellas dactilares a las que se ha aplicado Azul Egipcio micronizado. Imagen: Ben Errington, aportada por el autor.
Los investigadores de la Universidad Curtin y los científicos de conservación del Museo de Arte de Indianápolis han demostrado que la utilización del Azul Egipcio como polvo para detectar huellas dactilares ha aportado un buen contraste apreciable en comparación con otros productos similares de origen comercial, resplandeciendo brillantemente incluso sobre superficies difíciles.
El método de emplear luz blanca para iluminar las huellas dactilares era seguro, sencillo y económico. Para fotografiarlos se utilizó una cámara digital ligeramente modificada mediante la eliminación de un filtro que impedía a la luz cercana al infrarrojo ser detectada por los sensores de la cámara.
Afortunadamente para el equipo de Lewis, el Azul Egipcio aún se fabrica. Sus usuarios más habituales son restauradores de arte y científicos de conservación, que aún se decantan por la utilización de los pigmentos tradicionales.
“Hay gran cantidad de artistas, y por supuesto también científicos de conservación a quienes les gusta utilizar los pigmentos más antiguos. Es fácil conseguirlos y pueden comprarse de forma relativamente directa,” afirma Lewis.
Pero no podían utilizar este polvo tal y como se fabrica. Lewis observa que las partículas de pigmento originales eran demasiado grandes, y no reunían las características necesarias para poder detectar huellas dactilares.
“Realmente tuvimos que reducir el tamaño de las partículas para que fueran lo suficientemente pequeñas como para adherirse a las huellas dactilares,” explica Lewis.
Por esta razón los científicos emplearon un instrumento habitualmente utilizado para preparar muestras de rocas para su análisis químico. Este micronizador permitió reducir el tamaño de las partículas del pigmento gracias a la fuerza centrífuga.
Ha habido algunos casos de gente que buscaba emisores de infrarrojos para investigar huellas dactilares a lo largo de los últimos años, pero la belleza de éste es que constituye una maravillosa intersección entre arte y ciencia.
Lewis comenta que este estudio no es más que un punto de partida, y que los investigadores deberán ir más allá para comprobar si se puede mejorar la eficacia del Azul Egipcio en su uso forense:
“Estamos examinando huellas tanto leves como marcadas, y una variedad más amplia de superficies,” explica. “También estamos estudiando comprobar si podemos calibrar sus propiedades o modificarlas, barnices que permitan una mejor adhesión, etc. Aún queda un montón de trabajo por hacer.”
Imagen de portada: izquierda, Azul Egipcio utilizado en un retrato de Ramsés III del año 1170 a. C. Derecha, pigmento Azul Egipcio.
El artículo ‘Ancient Egyptian pigment provides modern forensics with new coat of paint’ escrito por Ivy Shih y Simon Lewis fue publicado originalmente en The Conversation y ha sido publicado de nuevo y traducido bajo una licencia Creative Commons.