En la antigüedad, los muertos eran enterrados con una moneda de plata bajo la lengua (cuanto más brillante mejor) para que las almas de los fieles difuntos pudieran pagar su precio al demoníaco e inmortal barquero del inframundo: Caronte. Hijo de la Oscuridad (‘Érebo’) y la Noche (‘Nix’), Caronte remaba gravemente cruzando de una orilla a otra el río del Dolor (‘Aqueronte’), transportando las almas de los recientemente fallecidos hasta su eterna morada del Hades. La única alegría que le daba este trabajo era la oportunidad que le ofrecía de empujar a las almas de los que no tenían con qué pagar, o de los que no habían sido enterrados debidamente, a las profundidades del río que cruzaba con su barca. Las únicas ocasiones excepcionales en las que se interrumpía la monotonía de su tarea era cuando aparecían visitantes que aún no habían muerto, como Eneas o Dante.
Nacida del Caos, Nix era la diosa de la Noche. Tan poderosa y magnífica era su belleza que incluso Zeus, padre de los dioses, la temía. Se creía antiguamente que Nix estuvo presente en la creación del universo, y cantaba mientras Adrastea (también conocida como Némesis) entrechocaba címbalos, batía tambores, y bailaba para asentar los cielos en su lugar correcto. Según algunos, Adrastea era únicamente hija de Nix, mientras que en opinión de otros era hija de Nix y Érebo, dios de la Oscuridad y de la Sombra.
Nix, diosa primordial de la noche. (Public Domain)
Sabemos poco de Érebo. Según Hesíodo, poeta de la antigua Grecia, Érebo era una de las cinco deidades primordiales que existían en los albores de la creación del universo. El primero de los cinco era Caos, el Vacío sin género, ni masculino ni femenino, y de quien se creía que habían nacido las otras cuatro deidades primordiales: Érebo, Nix, Éter y Hémera (el Día). Como personificación de la oscuridad, Érebo podía encontrarse en las sombras más profundas de las noches sin luna. En la literatura griega se le describe de forma más explícita como la personificación de la región en la que el alma entra inmediatamente después de la muerte, antes de alcanzar el mundo de los difuntos.
Caronte nació de la unión de Nix y Érebo en un tiempo anterior del que no existe memoria, junto con sus hermanos y medio hermanos Tánatos (la Muerte), Ker (la Perdición), Moros (el Destino), Hypnos (el Sueño), las Moiras (Hados) y Geras (la Vejez). El nombre de Caronte es una variante poética de charopós, que significa “el de fiera mirada”. Muy probablemente, esta etimología tiene su origen en los ojos brillantes o febriles de los individuos cercanos a la muerte. El término también refleja la hosca naturaleza del barquero.
Grabado de Gustav Doré (Public Domain)
Dante, por ejemplo, le describe como “el demonio Caronte, con ojos como brasas ardientes” (Hollander, 53, 2000). En la Eneida de Virgilio, otro famoso visitante del Inframundo, Eneas, describe al barquero con más detalle:
Y aquí el temido barquero custodia el río,
siniestro en su miseria — Caronte…
su barba desgreñada en una maraña blanquecina, sus ojos
fijos, miran con fiereza, y cuelgan sus mugrientos harapos
desde sus hombros en un nudo. Pero sin ayuda de nadie
mueve su barca con una pértiga e iza velas
al cruzar a las almas de los muertos en su esquife enrojecido por el óxido.
Lleva años así, pero la vejez de un dios es verde y robusta.
(Virgilio, 192, 2006)
Frecuentemente se describe a Caronte como harapiento, sombrío, espantoso a la vista y sucio; sin embargo, aparece más en la literatura que sus padres o cualquiera de sus hermanos.
Caronte en el fresco del Juicio Final pintado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina (Roma). (Public Domain)
Una de las menciones más antiguas a Caronte aparece en la tragedia satírica griega ‘Alcestes’, obra de Eurípides: “Alcestes: ahí lo veo a los remos de su pequeña barca sobre la laguna, el barquero de los muertos, Caronte, con la mano sobre el remo, me está llamando ahora. ‘¿Qué te retiene? Date prisa, nos estás rezagando.’ Me apremia con furiosa impaciencia.” (Atsma, 2016). En otras leyendas griegas se cuenta que eran las Moiras (Hados) quienes invocaban irritadas a Caronte para que cumpliera con su deber.
En la ‘Divina Comedia’ de Dante, Caronte obliga a los pecadores reacios a entrar en su barca golpeándoles con su remo. (Gustave Doré, 1857) (Public Domain)
Según la antigua costumbre griega, los difuntos debían ser enterrados con una moneda de plata bajo la lengua. Las almas de los difuntos caían al Hades, en ocasiones acompañadas por el Mensajero de los Dioses, Hermes. Así alcanzaban las lejanas orillas de Aqueronte, el Río del Dolor.
Aquellos que eran enterrados como es debido y tenían la moneda de plata (‘óbolo’) podían pagar el peaje al barquero para cruzar el río; los que no recibían un enterramiento adecuado o no tenían con qué pagar, se veían obligados a vagar durante cien años por las lejanas orillas del Hades. Aunque conocido principalmente por cruzar a los difuntos hasta las puertas del Infierno, había cinco ríos en el Inframundo por los que podía navegar Caronte: “Aqueronte, Cocito (el río de los lamentos), Flegetón (el río del fuego), Lete (el río del olvido), y finalmente, Estigia (el río del odio)” (Enciclopedia de la Muerte y del Morir, 2016).
Imagen de portada: Caronte cruza el río Estigia transportando en su barca las almas de los difuntos, óleo de Alexander Litovchenko. (1889) (Public Domain)
Autor Kerry Sullivan
‘Alighieri, Dante. Inferno’. Trad. de Robert Hollander y Jean Hollander. Nueva York: Anchor, 2002.
Aquileana. "Charon, Ancient Greek God of The Underworld." La Audacia De Aquiles, 26 de abril del 2014. https://aquileana.wordpress.com/2014/04/26/mythology-charon-ancient-greek-god-of-the-underworld/
Atsma, Aaron J. "Kharon." Charon (Kharon). Theoi Project, 2016. https://www.theoi.com/Khthonios/Kharon.html
Atsma, Aaron J. "Primordial Gods." Primordial Gods & Goddesses. Theoi Project, 2016. https://www.theoi.com/greek-mythology/primeval-gods.html
Encyclopedia of Death and Dying. "Charon and the River Styx." Death and Dying. Encyclopedia of Death and Dying, 2016. https://www.deathreference.com/Ce-Da/Charon-and-the-River-Styx.html
Virgil. The Aeneid. Trad. Robert Fagles. Nueva York: Viking, 2006.