Una puerta se abre y el emperador se pone en pie: la fiesta está a punto de comenzar. Nueve dragones, todos bordados en oro, serpentean sobre la túnica de seda amarilla, que va flameando con el andar del monarca. Cuando ingresa al salón, el silencio cae como un pesado telón. Cortesanos y familiares le reverencian por igual, pues nadie en toda China se atrevería a olvidar una tradición que ha marcado la cultura popular desde hace siglos: el emperador, el dios dragón encarnado, se ha hecho presente.
Desde que la civilización china comenzó a disponer de registros escritos, la figura del dragón ha disfrutado de un lugar preponderante en su simbología. A diferencia del dragón conocido en la mitología occidental (un reptil alado que escupe fuego), el dragón chino es una criatura sabia y poderosa, cuya presencia siempre fue sinónimo de buenos augurios. De hecho, durante la evolución de las diversas dinastías, el dragón permaneció en el corazón del pueblo como símbolo indiscutible de su civilización e, incluso, fue la imagen central en la bandera de la última dinastía, la Dinastía Qing, antes de que el partido comunista se alzara con el poder.
Túnica con dragones del Emperador chino Qianlong (1736-1796). Museo Grassi de Leipzig, Alemania. (Dr. Meierhofer/GNU Free)
Después de la Revolución Cultural, los líderes del partido comunista intentaron eliminar, sin mucho éxito, al dragón chino como símbolo nacional, reemplazando su figura por la del panda gigante. Pero aún hoy, muchos chinos mantienen la creencia de que este animal sagrado, vinculado con todos los emperadores de la historia, es el ancestro de toda la civilización, el ser divino responsable de la invocación de las lluvias, los vientos, las nubes y el sol.
Por tal razón, desde tiempos inmemoriales, los chinos se refirieron a sí mismos como “hijos” o “herederos” del dragón y lo utilizaron como tema favorito en pintura, artesanía, decoraciones, caligrafía, cerámica y adornos de jade. En la China actual, el dragón aún es sinónimo de nobleza, fortuna y solemnidad.
Cabeza de dragón esculpida en el Templo Dabeilou de Jinhua, China. (Dotshots/CC BY-SA 3.0)
Aunque el vocablo “dragón” es utilizado indistintamente para referirse a seres mitológicos de Oriente y Occidente, es raro encontrar similitudes entre el dragón chino y el occidental. De hecho, ambos son animales completamente diferentes. En China, la denominación para el dragón chino y el dragón occidental es distinta, correspondiendo al primero el nombre 龍, pronunciado como “loong”: para quienes están mínimamente familiarizados con la escritura china, el pictograma mismo ya implica magnificencia.
El loong y el dragón occidental no solo se diferencian en su anatomía, sino que su carácter y lo que representan en las diferentes culturas es casi antagónico. La figura del dragón occidental corresponde a la de un reptil alado de gran tamaño, con cuello largo, alas de murciélago, cuernos triangulares, dientes afilados y una cola cuya punta recuerda a una flecha. Su aspecto es muy similar al de un dinosaurio jurásico, salvo por el hecho de que dispone de las capacidades de volar y escupir fuego.
Representación de dragón chino a la izquierda y un dragón occidental a la derecha. (Imágenes: La Gran Época)
Aunque con ciertas variaciones en la literatura, el dragón occidental siempre fue visto como la representación del mal, siendo mencionado incluso en textos cristianos como la manifestación de Lucifer. Generalmente, protagonizaban historias donde eran guardianes de tesoros o aterrorizaban a las personas. En las mitologías griega, nórdica y germana, aquellos que mataban a un dragón se convertían automáticamente en héroes.
En el extremo opuesto se sitúa el loong, que siempre transmite bondad y sabiduría. Su forma física recuerda a la de una gran serpiente, pero con características secundarias de otros animales: barba, ojos de langosta, cuernos de ciervo, hocico de buey, bigotes de bagre, melena de león, escamas de pez y garras de águila. La conjunción de estas características significa que el loong se alza como el rey de los animales. Según las diferentes interpretaciones o subespecies, algunas características físicas pueden variar. Así, el número de dedos puede ir desde cinco (únicamente los emperadores podían usar un loong así como emblema) a cuatro, tres, dos o ninguno.
Dragón chino: en el medallón que se observa sobre el dragón aparece la Liebre Blanca de la Luna, al pie de un árbol casia, preparando el elixir de la inmortalidad. (Public Domain)
La historia del loong chino es tan antigua como la civilización que lo venera. Su simbolismo lo ha llevado a ser protagonista de cientos de historias en las que está emparentado con los emperadores. Entre sus virtudes destacan la grandeza, el poder, la bondad, la sabiduría, la pureza y la divinidad. También es representativo del carácter yang o masculino, y posee una gran cantidad de poderes divinos.
Al loong siempre se le han atribuido poderes fantásticos. Aunque no posee alas, puede volar y nadar, y posee gran influencia sobre el clima. A pesar de su gran tamaño físico, los loong aparecen solo esporádicamente y desaparecen en un instante, escondiéndose en mares, ríos, nubes o montañas. Además, suelen moverse en otra dimensión espacial, fuera del campo visual de los humanos.
Ilustración de un espíritu chino benéfico a lomos de un loong. Werner, E. T. C. (1922) Mitos y leyendas de China. (Public Domain)
Para los antiguos chinos, el loong era el responsable de producir la lluvia y llamar al viento, a las nubes y al sol. Su poder sobre todo aspecto hidrológico era innegable. Tenía dominio sobre mares, ríos y cascadas, en donde solía materializarse bajo distintas formas. Por eso, en épocas de sequías o inundaciones, era tradición llevar una ofrenda al templo del loong y pedirle que restaurase las condiciones normales. Tanto era así, que los supuestos avistamientos de los que se tiene constancia casi siempre tenían lugar en épocas de lluvias o tormentas.
Incluso algunos de aquellos que creen en la existencia de este animal divino, afirman que, a veces, durante sus labores para generar lluvias, sufren accidentes con los rayos que les causan heridas y hacen que caigan hasta nuestra dimensión.
Imagen de portada: Detalle del Muro de los Nueve Dragones de la Ciudad Prohibida de Beijing, China. (Wing/GNU Free)
Autor: La Gran Época