Algunos se convierten en devotos suyos por iniciativa propia, buscando activamente a la Santa Muerte por recomendación de amigos o parientes. Otros reciben una llamada inesperada o una visita de la Flaquita, uno de sus muchos apodos, en la que la Santa se ofrece para resolver sus problemas. Éste fue mi propio camino hasta la esquelética santa, una visita por sorpresa en la primavera del 2009. Llevaba algunos años realizando investigaciones sobre la Virgen de Guadalupe, patrona de México. Había decidido estudiarla mientras acababa mi segundo libro. Como especialista en religiones latinoamericanas, deseaba abordar un tema monumental para el proyecto de mi próximo libro. Como emperadora de América y reina de México, la Virgen mestiza domina el paisaje religioso de la región. Por supuesto, otros colegas y devotos ya habían escrito numerosos libros y artículos sobre ella, aunque estaba seguro de que aún quedaba mucho que decir sobre la advocación de la Virgen María más importante del mundo. Pero a medida que pasaban los semestres, primero en la Universidad de Houston y más tarde en la Universidad de la Mancomunidad de Virginia, mi entusiasmo por el proyecto se desvaneció. La pasión que había impulsado mis investigaciones y escritos hasta entonces sencillamente desapareció, y no sabía por qué.
La Santa Muerte mexicana, vinculada a la sanación, la protección y el camino al Más Allá. (©Toni François)
Fue en este contexto de desencanto en mi investigación, en la primavera del 2009, cuando la Huesuda, otro de los apodos habituales de la Santa Muerte, apareció en mi ordenador portátil y me invitó a contemplarla. Más concretamente, se trataba de la noticia de un asalto militar contra ella en la frontera mexicano-estadounidense que me llevó finalmente a reemplazar a la Virgen de Guadalupe por una figura que a primera vista parecía ser su antítesis, una especie de anti-Virgen. A finales de marzo, el ejército mexicano arrasó unos cuarenta santuarios de la Santa Muerte a lo largo de la frontera mexicana con California y Texas, en su mayor parte en los extrarradios de Tijuana y Nuevo Laredo. Los bulldozers del ejército habían arrasado precisamente los altares de carretera junto a los cuales habíamos pasado en numerosas ocasiones en nuestros largos viajes por carretera desde Houston hasta Morelia, capital del estado de Michoacán y ciudad natal de mi esposa. Empecé a realizar este viaje de dieciocho horas en automóvil en el año 2006, observando que con cada viaje el número de altares improvisados de carretera en la autopista principal que une Nuevo Laredo y Monterrey se multiplicaba. Aquellos toscos santuarios de hormigón, a menudo oscurecidos por los todoterrenos y rancheras de los devotos, eran nuestros puntos de referencia en el viaje de regreso, permitiéndonos saber que la frontera tejana estaba solo a media hora de camino de distancia más o menos. ¿Qué es lo que podría haber hecho la Santa Muerte, me pregunté, para merecer una profanación tan agresiva de sus santuarios a manos del ejército mexicano?
Santuario dedicado a la Santa Muerte (©Toni François)
A medida que las imágenes de sus santuarios reducidos a escombros se sucedían en la pantalla de mi ordenador, experimenté una epifanía. Mi menguada pasión por la investigación sobre la Virgen de Guadalupe iba a ser reemplazada por una búsqueda en el intento de comprender por qué el gobierno mexicano había declarado a la Santa Muerte enemigo virtual del estado. En un sentido más amplio, intentaría descubrir por qué en menos de una década la devoción por ella había crecido hasta tal punto que su popularidad eclipsa actualmente a cualquier otro santo de México con la excepción de San Judas Tadeo, patrón de las causas perdidas, y por qué la veneración de la Santa Muerte es a día de hoy el movimiento religioso de más rápido crecimiento en América en los últimos años. ¿Quién soy yo como para resistirme a una epifanía? Le di la espalda a la Virgen de Guadalupe y decidí mirar cara a cara a la Santa Muerte.
San Judas Tadeo en procesión. (CC BY-SA 3.0)
Algunos lectores se habrán tropezado en sus viajes por México con la Niña Blanca, otro popular sobrenombre de la Santa Muerte, mientras que otros se la habrán encontrado en series de televisión como Breaking Bad o American Horror Story, o bajo la forma de velas votivas en supermercados de Los Angeles, Houston, Nueva York y otras ciudades con importantes comunidades de inmigrantes mexicanos. Pero la mayoría probablemente estén oyendo hablar de la Madrina (otro apodo muy común de la Santa Muerte) por primera vez. Pido a aquellos que ya están familiarizados con la Santa Muerte tengan un poco de paciencia mientras procedo a presentársela brevemente a aquellos que aún no la conocen.
Ofrendas a los pies de la Santa Muerte (©Toni François)
Como su propio nombre indica, la Santa Muerte es un santo popular mexicano que personifica a la muerte. Ya sea como estatua de yeso o en una vela votiva, medallón de oro o estampa con una oración, aparece representada habitualmente como una Muerte femenina, empuñando la misma guadaña y vestida con una mortaja similar a la de su equivalente masculino europeo. A diferencia de los santos oficiales, canonizados por la Iglesia Católica, los santos populares son espíritus de personas difuntas consideradas santas por sus poderes milagrosos. En México, y en general en toda Latinoamérica, santos populares como el Niño Fidencio, Jesús Malverde, Maximón y San La Muerte (versión argentina de la Santa Muerte) despiertan una ferviente devoción y a menudo son más venerados que los propios santos oficiales católicos.
Jesús Malverde, un santo no reconocido. Se cuenta de él que era un bandido que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. (CC BY-NC-SA 2.0)
La gran mayoría de los santos populares, a diferencia de los oficiales, nacieron y murieron en suelo latinoamericano. El Niño Fidencio, por ejemplo, era un curandero del México de principios del siglo XX, mientras que Pedro Batista dirigía una comuna religiosa en el interior de Brasil en la misma época. De este modo, los santos populares están unidos a sus devotos por su nacionalidad, y a menudo también por su localidad y clase social. En Ciudad de México, una vendedora ambulante explicaba el atractivo que la Santa Muerte ejercía sobre ella diciendo que “Ella nos entiende por que es una cabrona como nosotros.” En contraste, los mexicanos jamás se referirían a la Virgen de Guadalupe como cabrona, por razones obvias.
En lo que se diferencia la Flaquita de otros santos populares, entre ellos de su versión argentina (San La Muerte) y guatemalteca (Rey Pascual), es que para la mayoría de sus devotos ella es la personificación de la propia muerte, y no el espíritu de un ser humano fallecido.
El propio nombre de Santa Muerte nos dice mucho acerca de su identidad. La palabra muerte es de género femenino en español, así como en el resto de lenguas romances. Algunos observadores ocasionales de la Niña Blanca han atribuido erróneamente su identidad femenina al género femenino de la palabra muerte en español. Sin embargo, el hecho de que tanto el santo de la muerte guatemalteco como el argentino sean figuras masculinas nos demuestra que debe haber otra explicación para la condición femenina de la Santa Muerte. En cualquier caso, ella y el San La Muerte argentino son los únicos santos de América que incluyen la palabra “muerte” en sus nombres. Para los devotos, así como para los no creyentes, resulta obvio que las cuencas vacías de estos santos esqueléticos encarnan la mirada de la muerte.
Santa Muerte (©Toni François)
Santuario de la Santa Muerte (©Toni François). Se encienden velas de diferentes colores para peticiones o propósitos específicos. Las velas marrones son para la sabiduría, las blancas por gratitud, una vela negra para pedir protección y venganza, etc.
Una presentación de la Santa Muerte no podría estar completa sin una breve consideración de una de sus más singulares características: su género. Aunque los santos populares abundan en América y existen otros esqueletos sobrenaturales que obran milagros en Guatemala y Argentina, la Santa Muerte se erige en solitario como el único santo de la muerte de sexo femenino desde Canadá hasta Chile. Su forma esquelética asexual no revela rasgo alguno de feminidad. Son más bien su atuendo y sus cabellos los que determinan que en realidad se trata de una santa.
Mictlantecuhtli, dios azteca masculino de la muerte (CC BY-SA 3.0)
Devotos y fabricantes de las imágenes producidas en masa de la Huesuda la visten habitualmente como una monja, una Virgen, una novia o una reina. Túnicas medievales rojas y negras, vestidos de novia blancos y ropas de satén de brillantes y vivos colores cubren habitualmente su cuerpo esqueleto, dejando únicamente al descubierto sus huesudas manos, pies y rostro.
La Santa Muerte es habitualmente representada como una santa esquelética vestida de novia o con un atuendo religioso. (©Toni François)
Imagen de portada: Santa Muerte en México (Public Domain)
Artículo actualizado el 6 de Octubre 2022.
Fotografías cortesía del Dr. Andrew Chesnut y de © Toni François.
Autor Dr. Andrew Chesnut
Este artículo ha sido extraído del libro ‘Devoted to Death: Santa Muerte, the Skeleton Saint’ obra del Dr. Andrew Chesnut, profesor de estudios relligiosos de la Universidad de la Mancomunidad de Virginia y autor del primer y hasta ahora único libro académico sobre la Santa Muerte escrito en inglés.