Hace 3.000 años, camino de la ciudad de Gaza se alzaba una ciudad diferente a cualquier otra del mundo. Los griegos la llamaban Rhinocolura por los extraños rostros mutilados de las gentes que allí vivían: ninguno de ellos tenía nariz.
Estos hombres eran criminales, y Rhinocolura era su prisión. La ciudad fue construida por uno de los reyes del antiguo Egipto como castigo para los ladrones. Los que allí vivían habían sido prendidos cuando estaban robando. Se les mutilaba el rostro cortándoles la nariz y eran condenados a vivir en esta ciudad al borde del desierto del Sinaí.
Aquellos hombres jamás podrían reintegrarse a la sociedad. Si uno de ellos conseguía escapar superando las murallas de la ciudad, su nariz mutilada le delataría como criminal ante cualquiera que le viese. Su única elección era intentar ganarse la vida de algún modo dentro de las murallas de la ciudad. Podía asimismo seguir en sus trece y continuar atormentando a los demás. Pero al menos, o así lo creían los egipcios, sus únicas víctimas aquí serían otros criminales.
Ilustración de un castigo físico en el antiguo Egipto. (Dominio público)
La vida en Rhinocolura era brutal y difícil. Apenas se encontraba una gota de agua en toda la ciudad, obteniéndola únicamente de pozos contaminados subterráneos. Aun así, los habitantes de la ciudad sobrevivían pescando en el mar con redes de juncos y cazando las escasas codornices que pasaban volando.
Rhinocolura era una ciudad de otra época, una época en la que el crimen y su castigo estaban basados en el ojo por ojo. Aquella extravagante ciudad en la que hombres sin nariz luchaban por su supervivencia era vista en su época como una benévola idea propia de un rey indulgente.
Un faraón aplica un castigo. (Year 7 Fuse)
Resulta un lugar tan extraño de imaginar que algunos autores escribieron que se trataba de un mito – pero Rhinocolura era real. De hecho hubo una época en el antiguo Egipto en la que se les cortaba la nariz a los criminales y se les obligaba a valerse por sí mismos desterrándolos a aquella brutal ciudad del desierto.
Rhinocolura fue construida en torno al 1300 a. C., pero poco de lo que se escribió sobre ella hace más de 3.000 años ha llegado hasta nuestros días. De hecho, la mayor parte de lo que sabemos sobre la ciudad fue escrito por autores que vivieron mil años después de que fuera construida.
Antiguos autores griegos, romanos y judíos mencionan la ciudad, pero en su época Rhinocolura ya era una ciudad normal con habitantes normales. Por aquel entonces su extraño pasado ya se había convertido en leyenda. La verdad sobre su historia había caído en el olvido, y la gente creía que había sido construida hacia el 500 a. C., por un benévolo rey etíope que derrocó al faraón. La arqueología, no obstante, dice lo contrario.
En la década de 1880, un arqueólogo descubrió la prueba de que realmente existió una ciudad en el antiguo Egipto a la que se enviaba a criminales con la nariz mutilada. Las leyendas que fueron transmitidas en el año 30 a. C., eran ciertas –pero era una historia mucho más antigua de lo que creían. Para entonces ya habían pasado más de 1.300 años.
Imagen de mediados del siglo XIX en la que se observan los fuertes de Semna y Kumna en el desierto, vistos desde el oeste. (Dominio público)
El descubrimiento en cuestión fue el Gran Edicto de Horemheb, una losa de piedra que describe las leyes de un faraón que reinó entre los años 1321 a. C. y 1293 a. C. Este faraón se refiere en su tablilla a la antigua ciudad de Tharu, aunque por lo general se cree que se trata sencillamente del nombre egipcio de Rhinocolura.
La tablilla advierte contra el robo a cualquiera que trabaje a las órdenes del faraón. “Es un error,” expresa la tablilla, “y el faraón lo corregirá mediante sus excelentes disposiciones.” Estas “excelentes disposiciones” encajan perfectamente con los relatos de Rhinocolura: “Se le cortará la nariz y será enviado a Tharu.”
Probablemente fuese Horemheb quien dio orden de que se construyera la ciudad, pero no parece que fuera el último rey en hacer uso de ella. La tradición de cortar narices se prolongó durante largo tiempo en el antiguo Egipto.
Detalle de una estatua de Horemheb, Museo de Historia del Arte de Viena. (CC BY SA 3.0)
Casi 150 años más tarde, tras ser asesinado Ramsés III al cortarle el cuello su esposa mientras él dormía, los cómplices de la reina fueron condenados a la mutilación de sus narices. “El castigo se ejecutó,” informan las crónicas “cortándoseles narices y orejas.”
No está del todo claro si los conspiradores fueron enviados a Rhinocolura, pero definitivamente estaban aterrados ante el destino que les esperaba. Uno de ellos, tan pronto como se quedó a solas se suicidó, prefiriendo la muerte a quedar marcado como un criminal con el rostro desfigurado por la mutilación de su nariz.
La vida en Rhinocolura era sin lugar a dudas brutal, y debía parecerles casi una sentencia de muerte a quienes eran enviados allí. Pero aun siendo tan difícil la vida en la ciudad, algo increíble surgió de ella. Hace unos 10 años los arqueólogos lo encontraron, y no era exactamente lo que cabría esperar. Rhinocolura no era un lugar cuyos habitantes perdieran toda esperanza, sino una de las ciudades más grandiosas del antiguo Egipto.
Cimientos de la fortaleza descubierta en el año 2015 en el asentamiento de Tell Habua, la antigua Tjaru. (Ministerio de Antigüedades de Egipto)
Rhinocolura era una imponente fortaleza protegida por una muralla con casi 500 metros de perímetro y torres de 20 metros de altura. En su época era una ciudad inexpugnable, visitada regularmente por los faraones, y ningún ejército consiguió jamás conquistarla.
Estas murallas fueron construidas hace unos 3.000 años: en torno a la misma época en la que Horemheb empezó a enviar presos a la ciudad. Existen buenas razones para creer que no se trata de una coincidencia. El historiador griego Herodoto informa de un antiguo faraón, muy posiblemente el fundador de Rhinocolura, sentenciando a criminales a construir murallas increíblemente altas. Al encontrarse las murallas de Rhinocolura entre las más altas de Egipto, es muy probable que fueran construidas por aquellos condenados.
El dato arroja un tenue rayo de esperanza sobre la historia de la ciudad. Los hombres que vivían allí definitivamente debían luchar por una vida llena de dificultades, pero se les ofreció una segunda oportunidad, y parece que la aprovecharon. Los condenados que se amontonaban en esta ciudad no se limitaban a reñir, pelear y darse por vencidos: construyeron una inmensa ciudad que sería recordada durante miles de años.
Grandes fragmentos de piedra caliza pertenecientes a las antiguas puertas de la fortaleza de Tjaru, tal y como fueron descubiertos en el año 2015. (Ministerio de Antigüedades de Egipto)
Imagen de portada: Caravana de árabes llegando a una ciudad egipcia fortificada. (Dominio público) Superpuesto: Estatua egipcia sin nariz. (Dominio público)
Artículo actualizado el 19 de Julio de 2022.
Autor Mark Oliver
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