En el año 326 d. C., la madre del emperador romano Constantino emprendió una legendaria peregrinación a Tierra Santa. Apodada como la "primera arqueóloga" del mundo, a Santa Elena se le atribuyó póstumamente el descubrimiento de fragmentos de la Vera Cruz. Mientras que los arqueólogos tienden a confiar en estudios, excavaciones y métodos de datación, Santa Elena logró esta hazaña armada con su Biblia, rumores y, por supuesto, señales enviadas por Dios.
La peregrinación de Santa Elena forma parte de la compleja historia del cristianismo. A medida que el Imperio Romano caía en declive, estaba siendo socavado por una religión relativamente nueva y prohibida conocida como cristianismo. Al negarse a adorar a los dioses paganos de Roma o aceptar a su emperador como divino, los cristianos fueron severamente perseguidos.
Recordado como el primer emperador cristiano, Constantino tuvo una visión que le decía que luchara bajo el símbolo de Jesús mientras se preparaba para la batalla contra Majencio en 312. Después de su victoria, prometió hacer del cristianismo la religión oficial del Imperio Romano.
La crisis golpeó cuando Constantino hizo ejecutar a su hijo primogénito y su esposa. Se dice que este impactante evento inspiró a la emperatriz Helena, que ahora tiene 70 años, a embarcarse en una peregrinación para expiar los pecados de su hijo. La Biblioteca Británica explicó que a Santa Elena, patrona de los arqueólogos y de los nuevos descubrimientos, se le concedió "acceso sin restricciones al tesoro imperial para perseguir su pasión por lo que ahora llamaríamos arqueología".
Santa Elena encontrando la Vera Cruz de Jesús posiblemente por Jerôme David French. (Dominio publico)
Helena visitó lugares sagrados, incluidos Belén y el Monte de los Olivos, estableciendo la Iglesia de la Natividad y la Iglesia del Pater Noster, respectivamente. Luego comenzó a buscar el lugar de la crucifixión de Jesús. Tratar de identificar el sitio 300 años después del hecho basado en referencias vagas en la Biblia no fue una tarea fácil, especialmente cuando Jerusalén había sido casi destruida por los romanos durante la revuelta judía del 70 d.C.
Cuenta la leyenda que Helena pidió ayuda a Dios y, en respuesta, un rayo señaló un santuario pagano construido por los romanos sobre las ruinas del Segundo Templo. Santa Elena ordenó su derribo y excavó tres cruces de madera entre los escombros, una coincidencia que encaja sospechosamente en la narración bíblica. La curación de una mujer enferma identificó cuál era la Vera Cruz. Los milagros, al parecer, también fueron herramientas arqueológicas en el siglo IV. Santa Elena conmemoró el sitio construyendo la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén.
Reverenciados por sus poderes curativos, los fragmentos de la cruz se enviaron por todo el Imperio Romano, solo para multiplicarse milagrosamente en la Edad Media, tanto que el protestante Juan Calvino del siglo XVI bromeó diciendo que podrían haber llenado un bote. Si bien los historiadores dudan de la autenticidad de las reliquias de Helena, que también incluyen espinas de la corona de Jesús y los Santos Clavos, Santa Elena estableció a Jerusalén como el punto de acceso de la peregrinación cristiana.
Imagen de Portada: Litografía de Santa Elena de Fridolin Leiber. Fuente: Dominio público
Autor Cecilia Bogaard