La Inquisición española no fue sólo una entidad polémica, sino también poco y mal conocida por el gran público. Una institución perseguida por una oscura leyenda negra, y como ya se sabe, toda leyenda posee cierto fundamento y parte de falsedad.
La Inquisición no solamente perseguía a los judeoconversos, sino que también se encargaba de enjuiciar a los moriscos, los conversos del Islam sospechosos de continuar renegando de su nueva fe, pese a haber aceptado el bautismo. Los moriscos se concentraban sobre todo en los reinos de Granada, Valencia y Aragón y muchos de ellos mantenían en secreto su religión islámica. Sin embargo, con ellos se puso en práctica una política diferente a la ejercida sobre los judíos.
A los moriscos se les cristianiza de forma mucho más pacífica por dos razones principales: por un lado en Valencia y Aragón la gran mayoría de ellos se hallaba bajo jurisdicción de la nobleza y perseguirles hubiese supuesto ir contra los intereses económicos de este poderoso estamento; por otro lado, en Granada se temía el poder provocar una rebelión en una zona vulnerable, en una época en que los turcos eran dueños y señores del Mediterráneo.
La expulsión de los moriscos (1894), obra de Gabriel Puig Roda. Museo de Bellas Artes de Castellón. (Wikimedia Commons)
Pese a lo anterior, hacia la mitad del siglo XVI, durante el reinado de Felipe II se produjo la rebelión de las Alpujarras: sublevación que fue reprimida con gran dureza, incrementándose además las ejecuciones y deportaciones a otras zonas de España. De hecho, según afirma Henry Kamen, “a partir de la década de 1570, en Aragón y Valencia los moriscos formaban el grueso de las persecuciones de la Inquisición. En el propio tribunal de Granada, los moriscos representaban el 82% de los acusados entre 1560 y 1571”.
El 9 de Abril de 1609, Felipe III, decretó su expulsión. Una decisión que se ejecutó de forma escalonada entre 1609 y 1613. Los primeros moriscos expulsados fueron los del Reino de Valencia a los que siguieron los de Andalucía, Extremadura, Coronas de Castilla y Aragón y Reino de Murcia. En total fueron expulsadas unas 300.000 personas, la mayoría de ellas procedentes de Valencia y de Aragón, reinos que perdieron un tercio y un sexto de su población, respectivamente.
La decisión de expulsarlos vino determinada por distintas causas. Entre ellas destacan que, pese a más de medio siglo de conversión forzada al cristianismo, continuaban manteniéndose alejados del resto de la sociedad; también se tuvo en cuenta el hecho de que, tras la rebelión de Las Alpujarras, se creía que constituían un verdadero problema para la seguridad nacional; asimismo, la existencia de una etapa de recesión, debida a una disminución en la llegada de recursos de América, llevó a la población cristiana a mirar con resentimiento a la morisca.
La Leyenda Negra
Imagen ficticia de una supuesta cámara de tortura inquisitorial. Grabado del siglo XVIII de Bernard Picart. Los grabados de Bernard Picart formaron parte de la leyenda negra construida en torno a la Inquisición española. (Wikimedia Commons)
A finales del siglo XVI, exiliados políticos españoles, como González Montano en Alemania o Antonio Pérez, exsecretario de Felipe II, en Francia e Inglaterra, difundieron el germen de la Leyenda Negra. Media Europa acogió de buen grado los libelos antiespañoles, según el hispanista H. Kamen, bien por su rivalidad en el dominio marítimo (Gran Bretaña, Francia) o por su deseo de librarse del dominio político español (Países Bajos, norte de Italia).
Durante el siglo XVIII, se difundieron unos grabados sobre la tortura inquisitorial del francés Bernard Picart que no corresponden a la realidad. Los tormentos eran, no obstante, terribles, teniendo como finalidad producir un gran dolor físico a los acusados, sin llegar a la mutilación o muerte, a fin de conseguir su confesión (en el caso de herejía, el reo confeso era librado de la pena capital).
Los procedimientos de tortura más empleados por la Inquisición fueron tres: la «garrucha », la «toca» y el «potro». El tormento de la garrucha consistía en colgar al reo del techo con una polea por medio de una cuerda atada a las muñecas y con pesos atados a los tobillos, ir izándolo lentamente y soltar de repente, con lo cual brazos y piernas sufrían violentos tirones y en ocasiones se dislocaban. La toca, también llamada «tortura del agua», consistía en atar al prisionero a una escalera inclinada con la cabeza más baja que los pies e introducir una toca o un paño en la boca a la víctima, obligándola a ingerir agua vertida desde un jarro para que tuviera la impresión de que se ahogaba —en una misma sesión se podían administrar hasta ocho cántaros de agua—. En el potro el prisionero tenía las muñecas y los tobillos atados con cuerdas que se iban retorciendo progresivamente por medio de una palanca.
Retrato de Antonio Pérez, exsecretario de Felipe II, difusor de la leyenda negra sobre la Inquisición Española por Inglaterra y Francia. Obra de Antonio Ponz. Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. (Wikimedia Commons)
El Santo Oficio utilizó, de hecho, con menor frecuencia la tortura que otros tribunales coétaneos (era ordinario emplearla en todos). Hispanistas como Henry Charles Lea o Henry Kamen confirman con claros datos estadísticos, que en las épocas más duras de la Inquisición (hasta 1530) en los tribunales más activos se utilizó el tormento en el 1% o el 2% de los casos.
La Ilustración y los afrancesados del XVIII continuaron con la campaña de oscurantismo y desprestigio y desde el siglo XIX otro exiliado español, Juan Antonio Llorente, antiguo secretario del Santo Oficio madrileño, se convirtió en el mejor difusor de la leyenda negra, a través de su “Historia crítica de la Inquisición española”, obra que contiene algunos elementos de interés, junto a errores de bulto de carácter estadístico.
La leyenda negra de la Inquisición se asocia al abuso de la tortura y al enriquecimiento de los tribunales mediante la confiscación de bienes a los reos. A veces se presenta al Santo Oficio como una organización de rapiña. Es cierto que a los acusados se les confiscaban los bienes para cubrir los gastos del arresto y del tribunal, pero según estudiosos como Ramón Carande o Fernand Braudel nunca constituyeron un negocio, aunque se dieron abusos contra los judeoconversos hacia 1480 y 1725.
Grabado, probablemente del siglo XVI, que muestra diversos procedimientos de tortura en un castillo de la actual Eslovaquia. Al fondo y en primer plano, respectivamente, los tres tormentos a los que recurría la Inquisición Española: la garrucha (junto al torturado el tribunal y el escribano que anotan todo lo que dice) y en primer plano, un hombre yacente sobre el potro, cuyo torno está siendo accionado por el verdugo, mientras que también es torturado mediante el tormento del agua o toca. (Wikimedia Commons)
Las Cifras Reales
Hasta finales de los años 70 del pasado siglo existió cierta confusión sobre el número de víctimas mortales provocadas por la Inquisición en España. Llegados a este punto es preciso aclarar, no obstante, que los ajusticiados por herejía no eran las únicas víctimas: existían penas menores (cárcel, multas, penitencias, etc) y, además, las familias de los reos quedaban marcadas por la infamia durante generaciones. De ahí la importancia que se dio en la España del XVII a la “limpieza de sangre”, es decir, a no tener antepasados judeoconversos o moriscos, perseguidos por la Inquisición.
Las primeras cifras sobre víctimas inquisitoriales las aportaron cronistas de la época como Pulgar, Palencia y Bernáldez quienes aseguraban que, entre 1481 y 1488, rigurosa etapa en Andalucía, fueron ajusticiadas unas 2000 personas, en su mayoría judíos bautizados que renegaban de su nueva fe. A partir del siglo XIX, se consideraron válidas (aunque más tarde también se ha demostrado que se trataba de datos erróneos) las cifras globales aportadas por J.A. Llorente, el citado exsecretario del tribunal de Madrid, quien aseguraba que se ejecutó al 9,2% de los juzgados.
En 1986, los expertos Contreras y Henningsen publicaron las conclusiones de un estudio realizado sobre 50.000 causas inquisitoriales sobreseídas entre 1540 y 1700, etapa de gran influencia social de la Inquisición. En dichas conclusiones se asevera que sólo el 1,9% del total de encausados fueron condenados a la hoguera. Por su parte y refiriéndose a una etapa aún más amplia, Escandell afirma que entre 1478 y 1834 (años de refundación y abolición del Santo Oficio), se condenó a muerte al 1,2% de los juzgados.
“El auto de fe”, obra Pedro de Berruguete. (Wikimedia Commons)
Los métodos usados por la Inquisición, no fueron ni más crueles ni más intolerantes que los utilizados por Tribunales de otras naciones europeas como Alemania, Italia, Portugal, Inglaterra o Francia. La Inquisición tampoco fue la causa de que España quedase atrasada culturalmente, -otra de las falacias mantenidas de manera generalizada- puesto que entre siglos XVI y XVII transcurrió, precisamente, el Siglo de Oro de la cultura española. Por tanto, es justo reconocer -y en este punto sí que coinciden todos los historiadores- que desde finales del siglo XV hasta el primer cuarto del siglo XIX, la Inquisición, constituye una de las leyendas más negras de la historia española.
Imagen de portada: “El Tribunal de la Inquisición”, obra de Francisco de Goya (1812-19). (Wikimedia Commons)
Autor Mariló T.A.
Articulo actualizado el 10 de febrero 2023.
Bennassar Bartolomé: Inquisición Española: poder político y control social. Barcelona: Crítica, 1981
Kamen, Henry: La Inquisición: una revisión histórica. Traducción de María Borrás. Barcelona: Crítica, 1999.
José Antonio Escudero: La Inquisición Española. https://www.vallenajerilla.com/berceo/florilegio/inquisicion/inquisicion.htm
Santa Inquisición. https://www.monografias.com/trabajos12/stainqui/stainqui.shtml
Gabriel Bernat: La Inquisición Española. https://www.gabrielbernat.es/espana/inquisicion/
Luis de la Cruz e Inmaculada Badenes: La Inquisición Española https://www.mayores.uji.es/datos/2011/apuntes/fin_ciclo_2012/inquisicion.pdf