Quizás sea el más importante misterio sin resolver de todos los tiempos: ¿existió realmente el continente perdido de la Atlántida? Y en caso de que existiera, ¿dónde se encontraba antes de desaparecer bajo las aguas? Afortunadamente, el relato original de aquella civilización que se hundió bajo el mar incluye una sorprendente cantidad de detalles realistas que podrían utilizarse para responder a estos interrogantes. Pero por desgracia, no todas estas pistas son de un valor equivalente. Concretamente, deberemos afrontar tres espinosas cuestiones para evitar embarcarnos en una aventura alocada que nos pueda llevar a hundirnos en el fondo del mar (donde casualmente y casi con total seguridad, no acabó la Atlántida).
Representación artística de la Atlántida (BigStockPhoto)
El filósofo ateniense Platón fue el más grande pensador de la civilización occidental. También es la fuente original del relato de la Atlántida. No disponemos de ninguna referencia específica a la Atlántida anterior a sus textos, y todas las referencias posteriores están basadas en su obra. Cualquier investigador que tenga la esperanza de hallar el continente perdido considera por lo general este hecho como algo positivo. Si uno de los más brillantes pensadores de todos los tiempos escribió sobre la Atlántida e insistió incansablemente en que su relato original era cierto —cosa que hizo— será que lo era ¿o quizás no?
Busto de Platón. (CC BY 2.5)
No necesariamente. Uno de los aspectos más intrigantes acerca de la forma en que Platón expone su relato sobre la Atlántida es en qué parte de cada diálogo aparece. La historia está dividida en dos partes. Su primera sección se encuentra al principio del diálogo Timeo. Esta obra parece haber sido escrita como una especie de secuela de la República, obra maestra de Platón que abarca temas que van desde el buen gobierno y la justicia hasta la necesidad de filósofos-reyes, además de otros mil y un importantes conceptos. En el Timeo se anima al personaje Critias a contar una historia que ilustra el utópico estado ideal —una referencia al discurso que Sócrates acaba de pronunciar en la República— y Critias empieza su relato narrando cómo “la isla de la Atlántida” fue asolada por “terremotos e inundaciones” y “desapareció en las profundidades marinas.”
La segunda parte del relato de Platón aparece en el diálogo Critias. Es aquí donde Platón empieza a dar cuenta de los numerosos detalles —aparentemente realistas— que han cautivado a todos los eventuales investigadores de la Atlántida. Critias aporta información sobre el emplazamiento de la Atlántida —frente a las Columnas de Hércules, justo delante de lo que hoy es Cádiz. Entre otras pistas, describe los anillos concéntricos de tierras y aguas sobre los que la capital de la Atlántida fue construida; la piedra de la isla, de colores rojo y negro; su brillante metal (llamado oricalco) similar al cobre y los diversos productos cultivados en la inmensa y oblonga llanura de la isla.
Manuscrito medieval de una traducción al latín del Timeo de Platón realizada por Calcidio. (Public Domain)
Aunque los mitos sobre grandes inundaciones (Noé, Gilgamesh, Deucalión) eran habituales en la Antigüedad, ninguno de ellos se ajusta con exactitud al relato de la Atlántida. Es perfectamente posible que Platón se lo inventara todo, una opinión que defienden aquellos académicos que se niegan siquiera a considerar la posibilidad de que la Atlántida fuera una realidad.
Durante años se ha tratado en muchas ocasiones de descifrar la lengua atlante, que Platón no describe en ningún momento, y también de buscar antiguos topónimos que suenen de forma parecida a “Atlántida”. En el Timeo, Critias afirma que la historia original procede de Egipto, y que todos los nombres habían cambiado al traducirse el relato. Según esta lógica, el nombre de la civilización perdida que describe Platón podría haber sido prácticamente cualquiera, excepto ‘Atlántida’.
Tierras inundadas. (Flickr/CC BY-NC 2.0)
Todos los supuestos nuevos detalles que han surgido a lo largo de los siglos tras la muerte de Platón, como las afirmaciones de que los atlantes utilizaban la energía nuclear o modernas aeronaves, o estaban en contacto con extraterrestres, deben ser rechazadas de plano si deseamos afrontar seriamente el reto de resolver este misterio. Platón jamás menciona las pirámides en relación con la Atlántida. Una lástima.
Según la Carta Séptima, un relato biográfico que probablemente fuera escrito por Platón o por alguien que le conoció personalmente, el filósofo estuvo lejos de Atenas durante años después de que su mentor, Sócrates, fuese ejecutado. Platón viajó por todo el Mediterráneo oriental, deteniéndose durante largo tiempo en Taras (la actual Tarento, en el sur de Italia). La ciudad estaba entonces gobernada por el estadista y matemático Arquitas de Tarento, que seguía los principios establecidos por Pitágoras, famoso principalmente por su teorema del triángulo de lados de 3, 4 y 5. La influencia de Pitágoras es obvia a lo largo de toda la obra de Platón; el Timeo en concreto intenta hallar la lógica matemática en el cosmos. Según un famoso relato, sobre la entrada de la Academia, la escuela que Platón fundó en Atenas, figuraba una inscripción con las palabras “SOLO LOS GEÓMETRAS PUEDEN ENTRAR AQUÍ.”
Pitágoras escribiendo. Detalle del fresco de Rafael ‘La escuela de Atenas’. (Public Domain)
La razón por la que éste es un serio inconveniente a la hora de intentar determinar la ubicación original de la Atlántida, si es que ésta existió alguna vez, es que algunos de los detalles concretos que aporta Platón acerca de la isla desaparecida son números: los diámetros exactos de sus anillos circulares de tierras y aguas, la magnitud de sus templos y —en el que es seguramente el número citado con más frecuencia por los eventuales estudiosos del rompecabezas de la Atlántida— el hecho de que hayan pasado nueve mil años desde su destrucción. Al coincidir esta fecha (que nos trasladaría aproximadamente al 9600 a. C.) a grandes rasgos con el deshielo de la última glaciación a comienzos del Holoceno, muchos investigadores han planteado la hipótesis de que la subida del nivel del mar provocara el hundimiento de la Atlántida.
Los pitagóricos, no obstante, no utilizaban los números exactamente como hacemos nosotros, para expresar cantidades. Para ellos los números eran entidades vivientes con su propia personalidad; de hecho la numerología se remonta a Pitágoras. Los pitagóricos veían los números como un híbrido de física y religión, que potencialmente podían permitir el acceso al descubrimiento de los secretos del universo.
Pitagóricos entonan un himno al sol naciente. Óleo de Fyodor Bronnikov pintado en 1869. (Public Domain)
Si Platón empleaba los números de la misma forma que los pitagóricos, este hecho ayudaría a explicar algunas de las extravagantes cifras que aporta cuando describe la Atlántida, como su fuerza militar, compuesta por más de un millón de efectivos, o las medidas de un inmenso canal que habría requerido excavaciones mucho mayores que las que fueron necesarias para crear el canal de Panamá.
A pesar de las insistencia con la que el personaje de Platón Critias se reafirma en que la historia de la Atlántida que está contando “es cierta hasta la última palabra,” no podemos interpretar la obra de Platón de forma literal; una lectura tan fundamental requeriría, al menos de entrada, la voluntad de creer que la propia Atlántida fue creada por el dios del mar, Poseidón.
La historia escrita era un concepto relativamente nuevo en la época de Platón: Herodoto había iniciado esta disciplina en Grecia un siglo antes, y a Platón la idea le resultaba en cierto modo incómoda. Hasta entonces, los hechos históricos como la destrucción de una civilización a causa de un desastre natural se habrían transmitido oralmente como mitos (como por ejemplo la Ilíada de Homero). En el diálogo de Platón Fedro, Sócrates considera a la escritura como algo inferior a la memoria, ya que no puede ser puesta a prueba mediante preguntas, de modo que ofrece “la apariencia de la sabiduría, no la verdadera sabiduría.”
Mapa de la Atlántida según la descripción de Platón que aparece en los diálogos Timeo y Critias. (Public Domain)
Con demasiada frecuencia, todo el que intenta demostrar alguna posible localización de la Atlántida escoge y elige las evidencias que se ajustan a su hipótesis y rechaza cualquier otra que las contradiga. Pero las obras de Platón, sin lugar a dudas entre las más obtusas de la filosofía, no fueron escritas para una audiencia moderna que creció viendo las películas de Indiana Jones, sino para los estudiantes de filosofía de su Academia. El relato de la Atlántida no puede sencillamente juzgarse por su valor nominal: debe ser interpretado.
¿Son insuperables estos tres inconvenientes? Quizás no. Si el relato de la Atlántida es de hecho un ‘mapa del tesoro,’ primero habrá que decodificarlo. En un artículo próximo, abordaré algunas de las razones por las que podemos abrigar esperanzas de que la Atlántida —o cualquier otro cataclismo original que inspirara la historia de la Atlántida— pueda ser descubierta algún día.
Imagen de portada: Terror Antiquus, óleo de L.Bakst (1908) (Public Domain). Superpuestas, imágenes de un manuscrito medieval, traducción al latín del diálogo de Platón ‘Timeo.’ (Public Domain).
Autor Mark Adams