“En mi opinión, la gran pregunta es: ¿cómo demonios pudieron los mayas orientar enormes observatorios como El Caracol y El Templo de Kukulkán para obtener resultados astronómicos tan precisos? y ¿cómo lo hicieron sin la ayuda de telescopios u otros instrumentos de observación?” - Dr. Michael Guillen, físico, periodista y ex-editor de ciencias de la Cadena ABC.
Dicen que en el siglo I d. C., el emperador romano Nerón ya empleaba una “piedra preciosa” para observar mejor desde la lejanía el espectáculo sangriento que sus gladiadores le ofrecían sobre la arena del Coliseo.
Con aún mayor certeza y contando con evidencias arqueológicas de alto valor, científicos de la Universidad de Aalen (Alemania) descubrieron que probablemente los antiguos vikingos ya conocieran el arte de la telescopía 500 años antes de que el primer telescopio reconocido por la comunidad científica fuese confeccionado en Europa por el español Juan Roget y popularizado a partir de 1609 por el italiano Galileo Galilei.
Torre de El Caracol, antiguo centro maya de observación astronómica ubicado en Chichén Itzá, México. (Public Domain)
El equipo de la Universidad de Aalen descubrió que las lentes vikingas recuperadas en la isla sueca de Gotland en 1990, catalogadas en un principio como artefactos ornamentales o lupas para encender fuego mediante la concentración de rayos solares, podrían considerarse actualmente como la evidencia más sólida sobre la existencia de telescopios modernos, siglos antes de lo establecido en los libros de historia: una brecha temporal especialmente incómoda para el arraigado tradicionalismo científico de la pequeña comunidad auto-declarada escéptica-crítica.
“Al parecer, el diseño elíptico de los lentes fue inventado mucho antes de lo que pensamos”, comentaba al respecto el Dr. Olaf Schmidt, uno de los miembros del equipo de estudio de Aalen, citado por la agencia BBC News. “Luego, ese conocimiento se perdió”. Sin ocultar su fascinación por el hallazgo, el Dr. Schmidt admitió en el año 2000 que el pulido de algunas lentes era “casi perfecto” y su imagen “muy buena”.
Muchos siglos antes que Nerón, y probablemente mucho antes de lo que cualquier astrónomo vikingo pudiera soñar, diversas y antiguas culturas como la griega, la egipcia y la asiria podrían haber confeccionado artefactos capaces de magnificar las estrellas mediante el uso de lentes convexas. Tal sería el caso de los antiguos habitantes de Helwan, una antigua ciudad egipcia en la que, casualmente, luego se fundaría un observatorio astronómico a principios del siglo XX. Según la datación de una lente pulida encontrada en una tumba perteneciente a las primeras dinastías del antiguo Egipto, el pueblo de Helwan ya dominaba con verdadera exquisitez la técnica del pulido de lentes 5.000 años antes de que Galileo Galilei sostuviera un telescopio en sus manos por primera vez.
Inscripciones astronómicas de la tumba de Ramsés IX, octavo faraón de la XX dinastía egipcia que reinó entre los años 1126 y 1108 a. C. (Public Domain)
Otra pieza que pondría en jaque a la historia de la telescopía moderna es la llamada lente de Nimrud, procedente de una antigua población asiria de Oriente Medio. Apta para ser utilizada en un catalejo o telescopio modernos, la lente, hallada en el territorio de lo que hoy es Iraq, cuenta con unos 3.000 años de antigüedad, lo que la convertiría en la segunda más antigua de la historia, después de la de Helwan.
El uso de tal tecnología por parte de los asirios podría evidenciarse en los conocimientos de este antiguo pueblo sobre la bóveda celeste. Los asirios describían al planeta Saturno como un dios rodeado por un anillo de serpientes, haciendo una evidente alusión a los anillos que el mismo Galileo Galilei describiría erróneamente y milenios después como “dos lóbulos” al costado de “un curioso objeto”.
La antigua cultura griega tampoco se encuentra exenta de sospechas en cuanto al conocimiento de una tecnología a la que hoy se le atribuyen apenas 3 siglos existencia. Con una lente en su mano y un llamativo cuerno (¿telescopio?) a su espalda, una sacerdotisa griega quedó inmortalizada sobre un vasija cerámica en lo que, quizás, fuera un claro resumen del conocimiento que los griegos tenían del uso del telescopio.
El mecanismo de Antikythera, descubierto en el año 1900 durante la recuperación de un buque naufragado en la isla griega de Antikythera, a 60 metros de profundidad, consiste en un sistema complejo de 32 ruedas y placas con inscripciones relativas a los signos del zodiaco, meses, eclipses y juegos pan-Helénicos. El estudio de los fragmentos sugiere que se trataba de una especie de astrolabio utilizado para la navegación marítima. (Public Domain)
Los mayas, fundadores de una cultura tan extraordinaria como enigmática, no solo realizaban multitud de mediciones astronómicas con exactitud escalofriante, sino que prácticamente erigieron los primeros observatorios astronómicos del mundo. El Dr. Michael Guillen, un físico enamorado de esta cultura que habitó Mesoamérica hace más de 3.000 años, decía respecto a su astronomía: “Solemos hablar de las culturas de la antigüedad como si fueran primitivas, pero los mayas no lo eran en absoluto”.
Mediante estructuras como El Caracol y el Templo de Kukulkán, los mayas poseían conocimientos como el transito del planeta Venus a lo largo de todo el año y predecían movimientos cósmicos a gran escala, como la gran “alineación estelar” esperada para el año 2012.
Sin embargo, si las piedras halladas en el departamento de Ica, Perú, atestiguan lo correcto, el uso del telescopio podría remontarse mucho más allá de los griegos, vikingos, mayas o asirios ya que, hace unos 30.000 años, en la actual meseta peruana, alguien esculpía en roca uno de los pasajes menos esperados, más conflictivos y más ignorados de la arqueología moderna: un ser humano dotado de calzado, ropa y sombrero que ya estudiaba los astros y las estrellas con un telescopio en sus manos.
Orientación del sol, al amanecer y al atardecer, durante los solsticios, equinoccios y días del paso cenital sobre el Templo de Kukulkán, en Chichén Itzá, México. (Jaontiveros/ CC BY-SA 3.0)
¿Es posible que algún ser humano, nativo o moderno, ya entendiera de óptica cuando los neandertales aún caminaban al otro lado del Atlántico en busca de refugio y comida? ¿Por qué no habrían de hallarse más evidencias concretas o testimonios gráficos, si la tecnología de los telescopios era conocida y utilizada muchos milenios antes? ¿Podrían los cristales vikingos y las lentes de Nimrud y Helwan ser meros ornamentos corporales? ¿Podrían ser una mera farsa los dibujos de Ica, en los que se retratan miles de escenas realmente inverosímiles? ¿Era el asombroso conocimiento de los mayas y los asirios simple “charlatanería” de pueblos primitivos?
Suponer la no existencia de tecnología avanzada en un pasado remoto sólo por el hecho de no haber perdurado hasta nuestros tiempos podría ser un grave error por parte del pensamiento escéptico. Es un hecho demostrado que la abrumadora mayoría de artefactos tecnológicos desaparecen en muy pocos años tras la caída de una civilización. Técnicas como el pulido de lentes fácilmente pudieron haber nacido y desaparecido muchas veces en diferentes períodos de la historia.
De cualquier modo, la relación entre los pueblos antiguos y el conocimiento de la tecnología óptica probablemente permanezca como un enigma nunca descifrable para los buscadores de “pruebas concretas”.
El Nordic Optical Telescope (NOT) en el Observatorio del Roque de los Muchachos, situado en La Palma, Islas Canarias. (Public Domain)
Imagen de portada: Galileo enseñando al dux de Venecia el uso del telescopio. Detalle de un fresco de Giuseppe Bertini (1825–1898) (Public Domain)
Autor: Leonardo Vintiñi – La Gran Época