No lleva mucho tiempo estimular el sistema de circuitos electromagnéticos del cuerpo humano. De hecho, una pequeña variación en el ambiente puede ser suficiente para provocar un cambio en la conciencia de un individuo.
Las personas que visitan antiguos templos y monumentos megalíticos a menudo describen una sensación de este tipo. La explicación habitual es que dichas percepciones no son más que el producto de una fuerte impresión: el resultado de los estímulos visuales procedentes de la abrumadora experiencia de contemplar construcciones megalíticas como círculos de piedras, antiguos templos y pirámides.
Pero la cantidad de pruebas acumuladas demuestra lo contrario: que los megalitos y otros antiguos lugares sagrados realmente atraen, almacenan e incluso generan su propio campo energético, creando el tipo de entorno en el que es posible acceder a un estado alterado de conciencia.
En 1983, el ingeniero Charles Brooker llevó a cabo un exhaustivo estudio destinado a localizar campos magnéticos en emplazamientos sagrados. El objeto de la investigación en este caso fue el círculo de piedras de Rollright, Inglaterra. Un estudio magnetométrico del lugar reveló cómo el círculo megalítico atraía un flujo de fuerza magnética a través de un estrecho espacio entre las piedras que actuaba como entrada. Esta corriente magnética continuaba describiendo una espiral que iba a parar al centro del círculo, como si estuviera descendiendo en dirección a una madriguera.
Se descubrió asimismo que dos de los círculos de piedra del sector oeste pulsaban con anillos concéntricos de corriente alterna, de una forma que recordaba a los anillos que se forman en el agua de un estanque.
Imagen del estudio magnetométrico de las Piedras de Rollright. Adaptado de un esquema original de Charles Brooker. Magnetism and Standing Stones,(‘Magnetismo y Megalitos’) New Scientist, 13 de enero de 1983
El análisis llevó a Brooker a afirmar que “la intensidad media del campo [geomagnético] en el interior del círculo era significativamente más baja que la detectada en el exterior, como si las piedras actuaran como un escudo.”
Estos descubrimientos nos ayudan a desentrañar cuál era la intención de las gentes de la antigüedad cuando construían estructuras megalíticas. En el templo de Edfú (Egipto), hay un muro en el que se observa lo que parece ser una receta para crear un espacio que difiera energéticamente del paisaje que le rodea: es decir, un templo. Las instrucciones describen cómo ciertos dioses creadores empezaban por levantar un montículo y ‘clavar una serpiente’ en ese punto, tras lo cual una fuerza especial de la naturaleza impregnaba el lugar y daba pie a la construcción del templo físico.
El símbolo de la serpiente siempre ha sido una metáfora, compartida por muchas culturas, de las serpenteantes líneas de fuerza de la Tierra, a las que los científicos denominan ‘corrientes telúricas.’
Diosa egipcia dominando la energía de la serpiente
Parece que los antiguos arquitectos gozaban de un excelente grado de control de las leyes de la Naturaleza, ya que un reciente estudio de los campos energéticos del interior y los alrededores de Avebury, el círculo de piedras de mayor tamaño del mundo, demuestra cómo los megalitos están diseñados para atraer una corriente telúrica en dirección al monumento.
Los electrodos colocados en Avebury han revelado cómo su zanja circular interrumpe la transmisión de la corriente telúrica a través del suelo y canaliza la electricidad en dirección a la zanja, concentrando energía de hecho para liberarla a continuación en la entrada al monumento, en ocasiones con una magnitud doble a la detectada en los alrededores.
Las lecturas magnéticas de Avebury disminuyen por la noche, aunque siguen siendo de un nivel mucho más alto del que cabría esperar por causas naturales. Se recargan al amanecer, siendo atraída la corriente telúrica desde el terreno circundante hasta el círculo megalítico al tiempo que las fluctuaciones magnéticas del lugar alcanzan su punto máximo.
Los estudios llevados a cabo por John Burke, físico ya fallecido, también revelaron cómo las piedras de Avebury se encuentran deliberadamente dispuestas y alineadas para canalizar las corrientes electromagnéticas de tal modo que fluyan en una dirección predeterminada, utilizando un principio idéntico al de los modernos colisionadores de partículas atómicas, en los que los iones son conducidos a través del aire en una dirección concreta.
Círculo de piedras de Avebury. Fotografía: Freddy Silva
El efecto de los emplazamientos sagrados comportándose como dispositivos de concentración de energía electromagnética es posible gracias a la elección del tipo de piedra. Trasladadas a menudo a lo largo de enormes distancias, la piedra empleada en los monumentos megalíticos contiene cantidades notables de magnetita. Esta combinación hace que los templos actúen como enormes, aunque también débiles, imanes.
Este hecho ejerce una profunda influencia en el cuerpo humano, concretamente en el hierro disuelto que fluye a través de los vasos sanguíneos, por no mencionar los millones de partículas de magnetita que flotan en el interior del cráneo y la glándula pineal, que es en sí misma altamente sensible a los campos geomagnéticos, y cuya estimulación activa la producción de compuestos químicos como la pinolina y la serotonina, lo cual a su vez permite que se sintetice la sustancia alucinógena DMT. En un entorno en el que la intensidad del campo geomagnético disminuye, es sabido que los individuos experimentan estados mediúmnicos y chamánicos.
Una investigación exhaustiva llevada a cabo en la región francesa de Carnac, en la que se concentran unos 80.000 megalitos, revela una tecnología espiritual similar en sus monumentos. En un principio, el investigador principal, el ingeniero de electricidad Pierre Méreaux, era escéptico acerca de la posibilidad de que los megalitos poseyeran ‘poderes especiales’.
El estudio de Carnac realizado por Méreaux demuestra cómo los dólmenes amplifican y desprenden energía telúrica a lo largo del día, dando las lecturas más altas al amanecer. El voltaje y las variaciones magnéticas están relacionados e interactúan de acuerdo con un fenómeno conocido como inducción electromagnética. Según Méreaux: “El dolmen se comporta como una bobina o solenoide, en el cual las corrientes son inducidas y provocadas por las variaciones, más débiles o más fuertes, del campo magnético que le rodea. Pero la intensidad de estos fenómenos es nula a no ser que el dolmen esté construido con rocas cristalinas ricas en cuarzo, como el granito.”
Las lecturas realizadas en los menhires revelan una energía pulsante a intervalos regulares en su base, cargada positiva y negativamente y que llega hasta los 11 metros de altura de estos monolitos verticales, algunos de los cuales presentan grabados en los que aparecen serpientes. Las pulsaciones máximas y mínimas se repiten aproximadamente cada 70 minutos, lo que demuestra que los menhires se cargan y descargan regularmente.
Méreaux también observó cómo el voltaje de las piedras verticales del alineamiento de Grand Ménec disminuía a medida que se encontraban situadas más lejos del círculo de piedras, que en sí mismo actuaba como algún tipo de condensador o dispositivo para concentrar la energía.
Uno de los 80.000 menhires de la región de Carnac. Fotografía: Freddy Silva
La composición de las piedras y su capacidad como conductores de energía también se tiene en cuenta en el estudio de Méreaux y otros investigadores. Siendo muy ricas en cuarzo, estas piedras cuidadosamente escogidas son piezoeléctricas, es decir, generan electricidad cuando se comprimen o están sometidas a vibraciones externas. Los megalitos de Carnac, al encontrarse dispuestos sobre treinta y una fracturas del terreno en una de las zonas sísmicas más activas de Francia, presentan un estado de vibración continuo, lo que provoca que las piedras sean muy activas desde un punto de vista electromagnético.
Este hecho demuestra que los menhires no se erigieron en este emplazamiento por casualidad, entre otras cosas porque habían sido transportados desde una distancia de 97 kilómetros, sino porque su posición y orientación establecían una relación directa con el magnetismo terrestre.
Las tradiciones de todo el mundo relacionadas con los Antiguos Misterios comparten un rasgo específico: en todas ellas se considera que ciertos lugares de la superficie terrestre concentran una cantidad mayor de poder que otros. Estos puntos, denominados “lugares del cervatillo” por los Hopi, se convirtieron a menudo finalmente en el emplazamiento de muchos de los centros sagrados y templos que podemos ver en la actualidad. Lo que resulta interesante es que en culturas muy diferentes se asegura que estos puntos están conectados con los cielos a través de un tubo hueco o canal, y que a través de esta conexión umbilical el alma puede entrar en contacto con el Más Allá durante los rituales. No obstante, estos canales también permiten que el mundo de los espíritus tenga acceso a nuestro ámbito físico.
En el año 2008, la NASA podría haber confirmado inconscientemente la veracidad de esta teoría cuando publicó detalles de una investigación sobre los ETF, (Eventos de Transferencia de Flujo), en los que la organización describía cómo la Tierra se encuentra conectada al Sol por medio de una red de portales magnéticos que se abren cada ocho minutos.
Estos descubrimientos ayudan a corroborar, desde un punto de vista científico, la antigua creencia de sensitivos y zahoríes desde los albores de la historia en que los monumentos megalíticos y antiguos templos son lugares aparte del mundo que conocemos en los que podemos conectar con regiones remotas que se encuentran más allá de esta esfera planetaria.
Sin duda los sacerdotes del antiguo Egipto consideraban a sus templos algo más que un simple conglomerado de piedras muertas. Todas las mañanas ‘despertaban’ a cada una de sus estancias mediante oraciones, tratando de este modo al templo como un organismo vivo que dormía por las noches y se despertaba por las mañanas.
© FREDDY SILVA 2016
Material basado en el libro del autor The Divine Blueprint: Temples, power places, and the global plan to shape the human soul, Invisible Temple, 2012. Disponible en invisibletemple.com
Imagen de portada: Menhires de Avebury, Wiltshire, Inglaterra. (CC BY 2.0)
Autor: Freddy Silva
Fuentes:
Charles Brooker. Magnetism and Standing Stones, New Scientist, 13 de enero de 1983
John Burke y Kaj Halberg. Seed of Knowledge, Stone of Plenty, Council Oak Books, San Francisco, 2005
Pierre Méreaux. Carnac: Des Pierres Pour Les Vivants, Kerwangwenn, Nature & Bretagne, 1992
Studies on the pineal and DMT: Serena Roney-Dougal, The Faery Faith, Green Magic, Londres, 2002; y E.C. May et al, Review of the psychoenergetic research conducted at SRI International, SRI International Technical Report, marzo de 1988