Las áreas acuáticas cubren alrededor del 70% de la superficie de nuestro planeta e, históricamente, el desarrollo humano ha estado vinculado al agua y al aprovechamiento de los recursos que nos ofrece. Además, las aguas se han conquistado desde hace mucho tiempo en la búsqueda de rutas comerciales o con fines bélicos e invasivos.
Con el paso del tiempo no todas las naves que las han surcado han sobrevivido a los misterios que las pueblan ni a las inesperadas sorpresas ofrecidas por mares, ríos y hombres. Por tales motivos, existen miles de restos subacuáticos albergando secretos de épocas pasadas así como numerosos tesoros hundidos, tanto monetarios como culturales. Un resto subacuático puede estar constituido por una ciudad hundida, yacimientos arqueológicos o pecios.
Pecio del SS Thistlegorm, uno de los mejor conservados, hundido en el Mar Rojo. (Woodym555/Public Domain)
Los pecios son descritos como pedazos o fragmentos de naves naufragadas o bien como porciones del contenido de una nave que ha naufragado. Siendo más estrictos, los expertos afirman que los pecios deben cumplir con los siguientes requisitos:
Más concretamente, en el portal Naufragios.es se explica que se entiende por pecio todo buque mercante o de pesca hundido en el mar que ya no tiene propietario y que presenta un notable deterioro. Así de simple.
Por su parte, la UNESCO muestra un gran interés por los pecios, así como por las zonas arqueológicas subacuáticas y las ciudades sumergidas. Muchos de esos emplazamientos son considerados Patrimonio Cultural Subacuático debido al gran valor histórico y cultural que representan, pero también por los rasgos distintivos que poseen frente a los restos arqueológicos terrestres.
Posiblemente sean los restos del famoso Titánic los más deseados actualmente. (Public Domain)
Para los cazadores de tesoros, los naufragios y pecios son de gran interés por las cuantiosas ganancias que se pueden obtener al vender sus objetos y mercancías a coleccionistas privados. La UNESCO reconoce que estos cazatesoros representan una amenaza para los pecios, naufragios y zonas arqueológicas subacuáticas, pues los alteran y saquean, perdiéndose así una valiosa información histórica. Otro factor que los pone en peligro es la pesca de tipo industrial que emplea técnicas de arrastre.
El océano con más pecios conocidos es el Atlántico. Uno de ellos es el SS Andrea Doria, que sufrió una trágica colisión con el SS Stockholm en 1956. Sin olvidarnos, claro está del más que famoso Titanic, que naufragó en su viaje inaugural en el mes de abril de 1912.
En cuanto al mar Mediterráneo, en él se encuentran los restos del Britannic –buque hermano del Titanic– que naufragó el 21 de noviembre de 1916 mientras navegaba por el mar Egeo. Asimismo, en el caso del Mediterráneo español nos encontramos con los restos del Isla Gomera, carguero que se hundió frente al Cabo de Palos en 1946 y al que también se conoce como Naranjito, debido a que sus bodegas contenían un cargamento de naranjas el día de su hundimiento.
Otro buque que sufrió un trágico final fue el Aikoku Maru, que reposa en las aguas del océano Pacífico. Se trataba de una nave utilizada como crucero auxiliar de la Armada Imperial Japonesa. Durante la Segunda Guerra Mundial fue hundido por los estadounidenses durante la Operación Hailstone. Su pecio descansa en las aguas de la Laguna de Truk.
La conservación de estos y otros pecios resulta muy importante por la historia y cultura que encierran. Su lugar de descanso bajo el agua debe estar protegido jurídicamente y también en la práctica, tal y como indica la UNESCO, a fin de preservar todo ese Patrimonio de la Humanidad. Además, la conservación del Patrimonio Cultural Subacuático también debe ser gestionada debidamente, puesto que implica un bien cultural que puede generar grandes ganancias para las regiones en las que se encuentra, así como por su valor educativo intrínseco.
Imagen de portada: Pecio del buque de carga “E. Russ”, hundido en el mar Báltico cerca de la isla estonia de Hiiumaa. (Fotografía: La Gran Época)
Autor: Ivonne Lara - Hipertextual
Este artículo fue publicado con anterioridad en La Gran Época y ha sido publicado de nuevo en www.ancient-origins.es con permiso.