En el pasado, largo tiempo antes de que las guerras, los desastres naturales y la erosión hicieran mella en las estatuas de la antigua Grecia, estas joyas de marfil lucían vivos colores. Los escultores de la antigua Grecia valoraban la viveza y el ánimo en las esculturas mucho más que la perfección y el realismo, y finalmente se ha descubierto que aquellos artistas hacían uso del color en sus creaciones. El sobrio e inmaculado Partenón respiraba en el pasado en tonos azules, amarillos y rojos, y —aunque pasaron miles de años antes de que este hecho fuese aceptado en los círculos de los estudiosos de la historia del arte—finalmente podemos contemplar el mundo antiguo con la misma vitalidad multicolor que poseía antiguamente.
El siglo XIX fue testigo de los primeros atisbos de la posibilidad de que las antiguas esculturas clásicas estuviesen pintadas originalmente. Pero no fue hasta las innovaciones de la luz ultravioleta y las cámaras especiales de finales del siglo XX cuando finalmente se obtuvieron pruebas inequívocas de mármoles pintados. De hecho, la mera idea de que aquellas esculturas estuviesen pintadas fue considerada algo descabellado y ridículo hasta finales del siglo XX, cuando el arqueólogo Vinzenz Brinkmann demostró sin la menor sombra de duda que las estatuas de la antigüedad estaban pintadas de vivos colores en el pasado. Incluso entonces, las primeras recreaciones realizadas por Brinkmann para representar el posible aspecto de las estatuas con sus colores originales fue considerada “chocante” debido a la abrumadora riqueza de colores que presentaban. Aun así, con tiempo y perseverancia Brinkmann logró finalmente demostrar que sus detractores estaban equivocados.
Arquero troyano (conocido como “Paris”), figura W-XI del frontón occidental del Templo de Afea, ca. 505-500 a. C., reconstrucción polícroma realizada para la exposición ‘Bunte Götter’ (“Dioses en color”). (CC BY-SA 2.5)
Aunque las antiguas estatuas de bronce probablemente no estuviesen pintadas debido a su nutrida incrustación de joyas, gemas y otros metales en sus formas, las estatuas de mármol tanto de la antigua Grecia como de la antigua Roma han revelado rastros de pigmentos desde que fueron “redescubiertas” en el Renacimiento. No obstante, desconocidos para aquellos protoarqueólogos de los siglos XV y XVI, estos tenues rastros de color eran indicativos de una escultura elaboradamente decorada en el pasado—no solo de residuos procedentes de piezas extraviadas durante largo tiempo. Era a causa de este desconocimiento por lo que los escultores del Renacimiento intentaban copiar las formas clásicas griegas y romanas en un mármol blanco sin pintar. Hasta donde ellos sabían, el mármol blanco y desnudo era precisamente la forma en la que sus antiguos ancestros esculpían.
Izquierda: ‘Koré del peplo’, circa 530 a. C. (CC BY-SA 2.5) Derecha: reconstrucciones policromadas realizadas por el equipo de Brinkmann. La de la izquierda figura ser una efigie de Atenea. (CC BY-SA 2.5)
Ahora que se comprende y es ampliamente aceptado que los rastros de pigmentos hallados en la superficie de estas estatuas son restos del color que cubría el mármol en el pasado, se han realizado nuevas investigaciones sobre la naturaleza de las pinturas y tintes empleados (y por tanto, de las razones por las que los colores habrían desaparecido y el tiempo que habrían tardado en hacerlo). En la antigua Grecia, los pigmentos se elaboraban mediante una combinación de minerales “con un material aglutinante orgánico que se desintegraba con el paso del tiempo.” De este modo, la pintura permanecía fijada en el mármol durante muchos años, pero se desprendía lentamente debido a la intensa erosión natural y a las condiciones climáticas adversas, estados de limpieza diversos y —por supuesto— el impacto de la guerra. Lo único que quedaba desde la época del Renacimiento hasta el siglo XIX era el blanco mármol desnudo que ha llegado hasta nuestros días.
Basándose en las excavaciones arqueológicas, los documentos históricos que han llegado hasta nosotros (Plutarco y Pausanias, por ejemplo), y las innovaciones científicas que han permitido descubrir esta policromía en un pasado reciente, los expertos han sido capaces de determinar que gran parte de aquellas antiguas esculturas estaban decoradas con tonos amarillos, rojos y azules. Como evidencian los frescos supervivientes de antiguas ciudades romanas como Pompeyo y Herculano, estos colores eran muy preciados en la antigüedad al ser fáciles de obtener, y servían al propósito de crear vivos colores que captaran totalmente la atención del espectador. Una planta conocida como rubia roja era empleada habitualmente para crear tintes rojos (su uso se remonta a épocas prehistóricas), y fue utilizada de forma continua a lo largo de los períodos de la antigua Grecia y la antigua Roma. El tinte amarillo se extraía a menudo de ciertas flores como el azafrán (del que sabemos por pinturas minoicas que era abundante en la antigüedad), de la cúrcuma y de la cáscara de granada (especie que sabemos también abundante en aquella época por los diferentes mitos en los que aparecen granadas). Por su parte, los azules se obtenían de plantas de índigo y hierba pastel (probablemente llegadas a Grecia por rutas comerciales procedentes del Este), y estos azules se combinaban con amarillos para conseguir diferentes tonalidades de verde. Aunque estos colores no eran los únicos utilizados por los antiguos griegos (y más tarde por los romanos), sí parece que estaban entre los más apreciados.
Derecha: arquero troyano original (conocido como “Paris”), figura W-XI del frontón occidental del Templo de Afea, ca. 505–500 a. C. (Dominio público). Derecha: Reconstrucción policromada realizada para la exposición ‘Bunte Götter’ (“Dioses en color”). (CC BY-SA 2.5)
El debate en relación con el color de las estatuas de la antigua Grecia ha sido largo y arduo para los expertos, antes y después de la llegada de Johan Winckelmann. Se postuló durante largo tiempo que las estatuas griegas probablemente estuviesen pintadas en su origen; sin embargo, el cómico efecto que produjeron las chillonas recreaciones realizadas hicieron que muchos investigadores se burlaran y rieran de la idea. Gracias a Winckelmann, hoy sabemos con certeza que el color era parte importante de la antigua escultura, al igual que muchos otros aspectos. Los griegos no solo querían adorar a sus dioses y diosas bajo formas humanas perfectas; querían además que sus dioses resonaran con todos los “colores del viento.”
Imagen de portada: Esta estatua estaba originalmente pintada. Derecha, réplica pintada del Augusto de Prima Porta con pigmentos recreados para el festival Tarraco Viva 2014 (CC BY-SA 3.0). Izquierda: Estatua original de mármol blanco, siglo I d. C. (CC BY-SA 3.0)
Autor: Ryan Stone
Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.
Fuentes:
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