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Portada-Zeus y Hera. James Barry. (Wikimedia Commons)

Erotismo y divinidad: Los amores de Zeus

Zeus, padre de dioses y hombres, el gran seductor del Olimpo, gobernaba al resto de dioses como si de un padre de familia se tratase. De hecho, incluso los que no eran sus hijos naturales se dirigían a él como dios padre. Zeus era quien supervisaba el universo, el dios del trueno y del cielo y sus atributos principales eran el roble, el rayo, el toro y el águila. Pero, sin duda alguna, si existía un atributo máximo para el Rey del Olimpo era la extrema atracción que ejercía entre diosas y mujeres mortales. 

La figura de Zeus, curiosamente, es la que le da nombre a “Dios”: los romanos eran incapaces de pronunciar correctamente el vocablo “Theus” y decían en su lugar “deus” palabra que, finalmente, derivaría en “Dios”. Zeus personifica la armonía, el equilibrio, la justicia y el orden. Encarna el cosmos, siendo las leyes cósmicas fruto de sus pensamientos. Sin embargo, no tiene poder alguno sobre “Anankhe”, es decir, los Hados o el Destino, aquello que forzosamente deba ocurrir.

 

 

Ilustración del busto de Zeus de Otricoli, Italia. (Wikimedia Commons)

Ilustración del busto de Zeus de Otricoli, Italia. (Wikimedia Commons)

Siempre representado por los artistas griegos o de pie, avanzando mientras sostiene un rayo en su mano derecha, o majestuosamente sentado, era el hijo más joven de Cronos y Rea. Zeus protagonizó miles de historias de amor, sensualidad y deseo. Uniones divinas y humanas en las que el dios supremo derramaba su simiente obteniendo una descendencia, casi infinita, de seres olímpicos y terrenales entre los que destacaron Atenea, Apolo, Artemisa, Hermes, Perséfone, Dionisio, Perseo, Heracles, Helena, Minos, Las Musas, Ares, Hebes y Hefesto. Elegante y discreto, hacía uso de sus poderes innatos para acercarse hasta sus enamoradas bajo miles de aspectos diferentes: un cisne, un sátiro, una serpiente, lluvia de oro o un toro blanco. Fueron tan numerosas las relaciones del dios supremo griego que nos sería imposible relatarlas una por una. Por eso, desde estas líneas, vamos a recordar, a continuación, las principales.

Divinas esposas

Zeus conoció varias esposas, y la primera escogida fue Metis, hija de Océano. Sin embargo, la doncella no quería acceder a los requerimientos del dios y para escapar de él fue transformándose, adoptando diferentes apariencias. En una de esas transformaciones, Metis logró escapar de Zeus cuando éste se hallaba a punto de honrarla con su simiente, provocando que el esperma divino se derramase por el cielo, creando así la “Vía Láctea”. Finalmente, Metis se dejó amar y quedó embarazada de Zeus. Pero Gea, abuela del dios, le avisó de que si Metis paría a una niña, ésta a su vez engendraría un varón que terminaría por destronarle. Así que, Zeus, imitando a su padre Cronos, decidió devorar a Metis. Una vez tuvo a Metis en su estómago, Zeus aulló de dolor al comprobar cómo se hinchaban su viente y su cabeza. Prometeo vino en su ayuda, y cumpliendo las órdenes del propio Zeus, partió su cráneo en dos de un hachazo. Inmediatamente apareció una muchacha armada de la cabeza a los pies con casco, lanza, escudo y coraza. Había nacido Atenea, la diosa de la inteligencia, hija de Metis y Zeus.

La diosa Atenea, hija de Zeus y su primera esposa Metis. Obra de Gustav Klimt. (Wikimedia Commons)

La segunda esposa del Rey del Olimpo fue Temis, hija de Urano y Gea y, por tanto, tía de Zeus. Con ella tuvo varios hijos: Las Horas, que presentan una doble faceta, como diosas cósmicas y como diosas del orden social, y Las Moiras o hados, que son las dueñas del destino. Además, mientras duró su matrimonio con Temis mantuvo también relaciones con Mnemosine, con quien a lo largo de nueve noches de amor concibió a las nueve musas.

Su tercera y definitiva esposa fue Hera, la más importante de las diosas olímpicas: la mayor de las hijas de Cronos y Rea y, por ende, hermana de Zeus.  Su amor fue fruto de una mutua atracción sentida desde niños. Según el gran Homero, “se unieron en el lecho a espaldas de sus padres” que, al igual que ellos, también eran hermanos. Zeus estuvo viéndose y haciendo el amor con Hera durante 300 años antes de su boda formal. Su lugar favorito para citarse furtivamente era el río Imbraso. Finalmente, se celebró la boda. Según algunos, en el “Jardín de las Hespérides”, en el que reinaba una eterna primavera. Pero según Homero tuvo lugar en la cumbre del Monte Ida, en Frigia (actual Turquía), o bien en la cumbre del Gárgaro. La ceremonia duró nueve dias con sus nueve noches. La tierra hizo crecer para ellos un tapiz de flores que los elevó formando un lecho artificial que fue envuelto por una dorada nube para resguardarlos de miradas indiscretas.

Zeus y Hera en el Monte Ida. Óleo de Andries Cornelis Lens. (Wikipedia Commons)

Zeus y Hera en el Monte Ida. Óleo de Andries Cornelis Lens. (Wikipedia Commons)

Amantes mortales

Para poder disfrutar de amoríos con bellas mortales, con las que engendró importantes héroes, Zeus recurrió a numerosos “disfraces”, tal y como veremos a continuación. Además, Zeus también mantuvo alguna aventura homosexual: metamorfoseado en águila raptó a Ganimedes, joven y bellísimo príncipe troyano, lo llevó al Olimpo y lo nombró copero de los dioses, sustituyendo en esta labor a su propia hija Hebe.

Europa fue una de las mujeres mortales seducida por Zeus. La joven se encontraba junto a un grupo de amigas recogiendo flores cuando, de pronto, se vieron rodeadas por una manada de toros. Entre ellos, destacaba uno de un color blanco, deslumbrante, manso y con pequeñas astas muy brillantes. Europa fue venciendo poco a poco su temor natural y se fue acercando a él, llevando las flores hasta su hocico. En ese momento aquel toro, que no era otro sino Zeus, se comportó como un cachorro, revolcándose en el suelo. Esto provocó que, en cuanto el animal se calmó, Europa se atreviese a montarlo. El toro paseó a Europa, se acercó lentamente a la playa, al agua y en ese mismo instante se transformó en un animal bravo capaz de enfrentarse a las olas con Europa montada sobre su lomo. Zeus y Europa llegaron a Creta, y en esta isla consumaron su unión. A continuación, Zeus desapareció. De esta unión nacieron Minos, Sarpedón y Radamanto.

Europa y el toro. Acuarela de Gustave Moreau (Wikimedia Commons)

Europa y el toro. Acuarela de Gustave Moreau (Wikimedia Commons)

Alcmena era la bella esposa de Anfitrión, Rey de Tirinto, pero eso no impidió a Zeus tener amores con ella. Justo el día antes de que Anfitrión regresase de una expedición, Zeus adoptó la forma del rey y se unió en el lecho con la hermosa y deseada Alcmena. Zeus hizo que la noche durase 3 días, impidiendo salir al sol. Cuando Anfitrión regresó, le sorprendió que su esposa no se mostrase demasiado efusiva teniendo en cuenta su ausencia. Consultó entonces al adivino Tiresias, quien lo puso al tanto de todo lo sucedido. Al tiempo, Alcmena parió a dos gemelos concebidos con una noche de intervalo: Heracles, hijo de Zeus e Ificles, hijo de Anfitrión. Entonces Anfitrión dedició quemar en la hoguera a su esposa, pero Zeus envió una lluvia torrencial que extinguió el fuego por completo. Ante tan clara indicación divina, Anfitrión no tuvo más remedio que perdonar la vida de Alcmena, quien en realidad no había sido culpable de nada.

Dánae era la hija de Acrisio, Rey de Argos, quien había consultado al oráculo para saber si concebiría varones. El oráculo le respondió que quien tendría un hijo varón sería Dánae y que éste sería el causante de su muerte. Acrisio, temeroso, mandó construir una cámara subterránea de bronce en la que recluyo a Dánae. Pese a ello, Zeus, transformado en lluvia de oro, penetró en la cámara a través de una grieta del techo y sedujo a Dánae, quien meses más tarde alumbró a un niño al que llamaría Perseo.

Dánae recibiendo la lluvia de oro. Alexandre Jacques Chantron. (Wikimedia Commons)

Dánae recibiendo la lluvia de oro.  Alexandre Jacques Chantron. (Wikimedia Commons)

Tal vez la aventura amorosa más conocida de Zeus sea la que mantuvo con la esposa del Rey Tindareo: la hermosísima Leda. Mientras ésta paseaba por el borde de un lago, Zeus se presentó convertido en cisne. Leda comenzó a jugar con él y Zeus la poseyó durante sólo media noche de amor. Al poco, Leda puso dos huevos. De uno de ellos nacieron Helena y Cástor y del otro Clitemnestra y Pólux.

Además de todo lo anterior, hay que recordar que de sus amores con Eurínome, nacieron las Tres Gracias. De sus relaciones con Deméter nació Perséfone. Con la titana Leto tuvo a la diosa Artemisa y al dios Apolo. De su trato con Maya, hija del titán Atlas, nació el dios Hermes… Y así podríamos continuar casi, casi hasta el infinito. Después de todo, Zeus era el dios supremo olímpico, creador y dador de vida.

Imagen de portada: Zeus y Hera. James Barry. (Wikimedia Commons)

Articulo actualizado el día 30 de Junio 2022.

Autor Mariló T. A.

Imagen de Green Fairy

Mariló T.A.

Escritora freelance, bloguera y especialista en redes sociales, Mariló trabaja y colabora desde hace años en diversos medios de comunicación online. Apasionada de la naturaleza, los animales, la fotografía, la ecología, el biodinamismo, la espiritualidad, las civilizaciones antiguas, los viajes... Lee mas
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